martes, 7 de noviembre de 2017

Tambores de guerra



     Observo el impecable uniforme de mis compañeros a sabiendas que, al igual que el mío, no tardará en perder ese buen aspecto con el fragor de la lucha. Los nervios están a flor de piel y las piernas tiemblan, aunque tengo claro que eso pasará pronto. Mientras escucho sus tambores marcando un ritmo lento pero incansable, recuerdo batallas anteriores: lluvia, viento, frío… ni eso ni una multitud de enemigos habían conseguido vencernos. En más de una ocasión pensaron que nos destrozarían, pero nuestras defensas fueron inexpugnables, incansables, y al final el enemigo terminó por doblar la rodilla ante nuestro ímpetu. Sin embargo hoy todo es distinto. Para bien o para mal, hoy terminará todo.




     Tras una señal de nuestro capitán avanzamos en formación y, a medida que aumentan los gritos ininteligibles desde nuestra posición, el sonido de los tambores retumba cada vez más cerca. A pesar del olor a pólvora y del humo que cubre parte del campo de batalla, los miedos quedan atrás y los nervios se transforman en la tensión del que sabe lo que se está jugando.




     El estadio está repleto. En uno de los fondos las bengalas han hecho acto de presencia y en la grada principal se puede leer “BIENVENIDOS AL INFIERNO” en una enorme pancarta roja. Lo siento por estas noventa mil personas, pero es el último partido de la temporada y hoy no tendrán nada que celebrar.


12 comentarios:

  1. Interesante micro. El fútbol es lo que es porque toda su estética, jerga, reproduce todos los elementos de la guerra. Alguien dijo que es posible que incluso haya evitado alguna por su efecto para encauzar la necesidad de épica de la sociedad. Un abrazo!

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    1. Creo que se han provocado más microguerras de las que se han evitado.
      Un abrazo

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  2. O porque vuelvan su rabia en el campo y regresan a casa más calmados... a costa del árbitro, o de los hinchas del equipo contrario. Sigo el comentario de David Rubio, creo que has plasmado una realidad, muchas veces se libran batallas en las gradas. Un abrazo

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    1. Demasiada gente utiliza el fútbol para lo que no es, hasta el punto de no disfrutarlo!!! Una pena, pero el ser humano es así.
      Un abrazo

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  3. ¡Buen relato, David! Y es que hoy en día los campos de futbol se han convertido en algo que parece una batalla en lugar de un partido. Muy bien utilizado el vocabulario que nos confunde pensando que nos encontramos en una guerra verdadera.
    Un abrazo.

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  4. En todo momento pensé que hablabas de la guerra, pero ni una palabra pierde su significado ahora que sé que hablas de fútbol. Muchas semejanzas, a veces y para algunos, creo que demasiadas...

    ¡Un saludo!

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    1. Esa era la idea y tienes toda la razón: alguno llegan a confundir las cosas.
      Un abrazo.

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  5. Me ha sorprendido, sin embargo pienso igual que Julia, nada pierde significado. La lid en el fútbol es un catalizador de esos impulsos agresivos que todavía tenemos. Luchar por ganar, luchar por la victoria, la emoción, la adrenalina, son todas sensaciones humanas que es mejor que estén aplicadas a un juego que a una guerra de verdad. Eso sí... nunca faltan esos que se dejan llevar por arrebatos violentos de verdad, esos desvirtúan la fiesta y la hacen zozobrar. Muy buen micro, David
    Un abrazo

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  6. A mi también me sorprendiste. Estaba convencida que era un soldado pero desde luego la comparación es excelente y las palabras guerreras se adaptan perfectas. Años atrás se hablaba de la religión como el opio del pueblo, yo diría que ahora tenemos otro distinto.
    Iba a decir que me sorprende que no se haya utilizado más para aplacar a las fieras cuando he recordado una película magnifica de Invictus, aunque Mandela perseguía otros objetivos que se canalizaron a través de las emociones y el orgullo de pertenencia.
    Buen relato David

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  7. Hola David,
    Pensé, como todos los compañeros que trataba sobre la guerra.
    Pero visto así los hinchas de un equipo si podrían verse como un soldado que le mueve la devoción que siente hacía su equipo y lo capaz que es de arrasar por aquel que no le acompañe.
    Un abrazo.

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