viernes, 19 de abril de 2019

DECORANDO PAREDES


     Miro mi obra bajo la tenue luz que me acompaña y asiento satisfecho. Desde que tengo uso de razón me ha gustado plasmar imágenes cotidianas en cualquier lugar que se prestase a ello. Mis manos, teñidas de rojo, dejan muestra de los restos de muerte de parte del mural. Vida y muerte, dos extremos que marcan nuestra existencia de principio a fin.




     Seguro que mis padres me la liarían si se enterasen de que soy yo quien pinta las paredes, pero estoy convencido de que he nacido para esto. Algún día, el mundo entero contemplará mis dibujos y se preguntará por el artista anónimo que hay detrás de los murales, el genio que con tan escasos recursos fue capaz de decorar su mundo con colores vivos y figuras casi perfectas.




     Un aullido me trae de vuelta a la realidad. Será mejor que vuelva al poblado, mañana salimos a cazar y debería estar descansado.


jueves, 11 de abril de 2019

LA CHICA SIN NOMBRE




     Vestía de riguroso negro, algo que contrastaba en exceso con el resto de ella. Piel blanca, pelo rubio platino y unos ojos azules con toda la claridad que unos ojos humanos podían tener. Solo sus labios daban una nota de color que discordaba con la lucha entre la luz y la oscuridad, solo los labios eran capaces de llevarte al cielo o al infierno según la diosa fortuna hiciera que se levantara ese día. A mí me llevó de un lugar al otro.



     La conocí de casualidad, como suele suceder con las mejores cosas de la vida. Sentado en la terraza del bar de una pensión con vistas al río, entró caminando despacio y, tras echarme una desinteresada mirada, ocupó una mesa cercana. La observé, analicé y saqué conclusiones precipitadas, como solemos hacer cuando nos sentimos en nuestro hábitat y seguros de nosotros mismos.



     Extranjera, de vacaciones y de paso en el pueblo, dudaba que estuviese por aquí más de un par de días. De vida saludable, deportista por el tipo de ropa y por un cuerpo perfectamente moldeado, seguro que se tomaría una infusión antes de abrir algún libro sobre la historia de esta zona de España que visitaba por primera vez. Seguro que era doctora o veterinaria.



     Cuando vi que el libro que abría era una versión en inglés de “El nombre del viento” despertó un poco más mi atención, pero fue la jarra de cerveza que dejaron en su mesa lo que me ganó definitivamente.



-Do you like it? –osé preguntarle con lo poco que recordaba de las clases de inglés que recibí durante mis años de bachiller.

-La verdad es que me está sorprendiendo gratamente –me contestó en un perfecto castellano sonriendo por primera vez- Tanto el libro como la cerveza.



     Me atreví a acercarme para seguir con la conversación. Cerró el libro y pidió dos jarras más. Notaba como sus ojos entraban en mis pensamientos mientras intentaba venderle las virtudes del pueblo, crecido a medida que pasaba el tiempo y permanecía a mi lado. Apenas hablaba de ella, ni siquiera me dijo su nombre, solo explicó que venía del Sur  y que estaba preparando un estudio sobre las distintas costumbres del Norte de España. Yo no podía dejar de mirar sus labios. Los imaginaba suaves y dulces, de esos que cuando tienes pegados a los tuyos no quieres dejar ir.


-¿Y cuándo te vas?- le pregunté intentando descubrir si podría disfrutar mucho más con su presencia.

-Ahora.


     Cogió mi mano y me arrastró escaleras arriba hasta empujarme al interior de una de las habitaciones. Antes de poder reaccionar ya me había desnudado y cabalgaba sobre mí. Entrelazó sus dedos con los míos impidiendo que acariciase esa piel que tanto anhelaba, manteniendo mi boca lejos del vaivén de sus pechos, llevándome a tocar el cielo entre suspiros y gemidos hasta que, exhausta, dejó caer su cuerpo empapado en sudor encima del mío.



     Me besó. Nunca habría podido imaginar el tacto de esos labios, el calor de esa lengua, la relajación de esa respiración que volvía a la calma haciendo que Morfeo me arrastrara a su mundo a pesar de mis vanos intentos por resistirme.



     La soñé junto a mí. Paseando a orillas del río cogidos de la mano, comiendo juntos las uvas de fin de año, de muchos fines de año. Vestida de blanco y sonriendo mientras caminaba por el pasillo de la iglesia antes de dar el sí quiero. Empujando el carrito de nuestros niños, envejeciendo a su lado, aunque ella seguía siendo la joven voluptuosa de la terraza del bar de la pensión…



     Desperté en una habitación vacía. Sobre la mesita de noche, un ejemplar de “El nombre del viento” era el único rastro de que aquel ángel (¿o demonio?) era real. Al abrirlo, un beso de carmín rojo marcaba la primera página en lo que yo quise entender como una despedida.






     Han pasado treinta y siete años, tres meses y un día y tal vez os pueda sonar extraño pero, durante todo este tiempo, no ha habido ni una sola noche en la que no haya soñado con los labios de aquella chica sin nombre.

martes, 2 de abril de 2019

Por hacer a tu muerte compañía


     No escribo reseñas. Esta es la primera y posiblemente la última, pero creo que tanto el autor, como la trama y la ubicación merecen que la mayor cantidad de gente posible sepa de su existencia. “Por hacer a tu muerte compañía” no es una novela histórica, ni romántica, ni una novela negra, a pesar de tener un poco o un mucho de todo.





     Ubicada a caballo entre el Gavá de principios de este siglo y el de principios del siglo pasado, el regreso de su protagonista femenina al pueblo (ahora ciudad) en el que nació y su relación con el abuelo que nunca conoció, nos sirve como nexo de unión en un viaje entre las dos épocas. Los recuerdos de su adolescencia nos muestran los cambios vividos durante los años ochenta y noventa, logrando introducir otro periodo importante en la zona en que transcurre la novela.



     Una fotografía de su abuelo con Francesc Maciá provoca que las ganas de saber más sobre su vida lleven a Julia a una investigación casi obsesiva. Primeras luchas obreras, diferencias entre clases, diferencias políticas, tradiciones casi olvidadas, proyectos que no fueron mucho más allá… Nuestro protagonista masculino vive en un entorno en el que sus sueños y sus ideales le llevan a tomar decisiones difíciles de entender desde la distancia y que su nieta irá descubriendo durante el transcurso de la novela.



     Que la protagonista narre la historia en primera persona nos ayuda a identificarnos con ella y meternos en su piel, a sentir y sufrir con cada nuevo paso hacia la verdad. Multitud de apuntes históricos, tanto locales como a nivel nacional, crean una trama que perfectamente podría ser realidad. Todo eso acompañado de una interesante banda sonora (sí, es un libro con banda sonora) convierten la novela en una red que poco a poco te va atrapando hasta llevarte a un final… Del final no digo nada! Si queréis saberlo tendréis que sentir todo lo que Julia sufre intentando saber la verdad de su abuelo; todo lo que vive por un solo motivo: por hacer a su muerte compañía.