viernes, 30 de marzo de 2018

De vuelta al instituto


                Hacía casi quince años que no volvía al que fue mi instituto, pero la graduación de mi sobrina era algo que no podía perderme.



     Entré un poco perdido. Las pistas deportivas estaban reformadas, con una red enorme que impedía que los balones salieran del recinto. En la zona en la que en otra época hubo un pequeño huerto, cuatro o cinco árboles daban sombra a unas pequeñas gradas desde las que se tenía acceso a puerta exterior del nuevo gimnasio. Todo estaba engalanado para la ocasión.






-¡Buenas tardes Sr. Serrano!- una voz me abstrajo de mis divagaciones, pero lejos de traerme de vuelta a la realidad, me llevó muchos años atrás en el tiempo.




     Eran tiempos de cambio. Adolescentes con las hormonas desatadas y todo un mundo por descubrir. En ese mundo tuvieron mucho que ver una imaginación desbordante y la Srta. Martínez.




     Montserrat Martínez era la profesora de lengua española. Apenas superaba la treintena y para los alumnos que comenzábamos nuestro despertar a nuevas sensaciones era todo un icono. A pesar de no ser excesivamente alta tenía una figura esbelta, repletas de insinuantes curvas. Dos esmeraldas iluminaban desde su cara todo lo que tenía alrededor.



     Me vino a la memoria una tarde del mes de junio. Una inoportuna visita al médico me había impedido acudir a la revisión de mi examen (sabía que no había mucho que hacer, pero me faltaba medio punto para aprobar y tenía que intentarlo). Esperé que terminara la clase y le expliqué la situación a la Srta. Martínez. Me miró a través de esas gafas que tanto juego daban en mis fantasías y me pidió que le acompañara a su despacho para hacer una última corrección.
 


     El instituto estaba prácticamente vacío cuando comenzamos a subir hacia el segundo piso. Por aquel entonces ya era antiguo y las escaleras que llevaban a los despachos eran estrechas, obligándome a caminar detrás de ella. Llevaba una falda negra ajustada, un poco por encima de las rodillas y unos zapatos de tacón negros. Al subir los escalones, sus caderas se contoneaban y mi vista se perdía imaginando las delicias que se adivinaban bajo esa tela. La subida se me hizo eterna; al llegar a la puerta del despacho respiré profundamente antes de entrar.




     Se sentó y sacó mi examen de una carpeta que tenía sobre la mesa. Mientras yo tomaba asiento delante de ella, se recogió el pelo con un rápido movimiento ayudándose del coletero que hasta ahora rodeaba su muñeca. Comenzó a leer mi ejercicio a la vez que yo recorría su cuello con la mirada. Inclinaba ligeramente la cabeza hacia el lado izquierdo. La blusa blanca hacía resaltar el moreno de su piel y el par de botones descuidadamente desabrochados hacía complicado que me concentrase en algo más allá del sensual escote. Mi centro de atención cambió cuando se llevó a los labios el bolígrafo que tenía en su mano. Me miró a los ojos y sonrió…




-¡Hola Srta. Martínez! No ha cambiado nada en estos quince años.

jueves, 22 de marzo de 2018

Amanecer en el frente


     Mi vieja costumbre de imitar las acciones de mi hermano mayor me han traído hasta este punto de no retorno. Acaba de amanecer. Los primeros rayos de luz solar se filtran entre esa extraña mezcla de niebla y nubes de humo que cubren el cielo de lo que hasta hace poco era una preciosa ciudad. En los cascotes que encuentro a mi paso todavía se puede apreciar el relente que ha dejado una dura noche de frío y fuego. Bombardeos provenientes de ambos bandos han vuelto a destrozar edificios para facilitar nuestro avance.


     Camino con cautela, pegado a la pared y pendiente de las indicaciones que recibo a través del pequeño auricular que llevo pegado a mi oído izquierdo. En cierto modo, los soldados que me preceden son mis ojos. Sabemos que la guerrilla abandonó esta parte de la ciudad hace un par de días, pero toda precaución es poca. Mientras transitemos por la parte antigua estaremos al resguardo de francotiradores. Los visores térmicos delatarían cualquier intento de emboscada, así que, a pesar de la tensión, todavía avanzamos con relativa tranquilidad. Al final de la calle veo el espacio abierto de la plaza del Ayuntamiento y un nudo retuerce mi estómago consciente de que es el objetivo que nos habíamos marcado para hoy.


     Pronto terminará todo.


     Una explosión cercana y los gritos de dolor de los dos compañeros que me preceden me devuelven a la realidad. Mis oídos pitan y por un momento dudo entre correr a socorrer a los heridos o dar un paso atrás y ocultarme en el portal que ha quedado abierto unos metros atrás. Un impacto en mi pecho hace que la duda desaparezca. Todo se oscurece.


-¡Alex! Llevo un rato llamándote. La cena está en la mesa.

-Voy mamá. Me acaban de matar.


     Me quito el chaleco y el casco de realidad virtual. No sé cómo lo hacen, pero mi hermano y sus amigos siempre terminan por ganarnos.


martes, 13 de marzo de 2018

MI VIEJO SILLÓN




     Era reticente a comprármelo, pero tengo que reconocer que mi nuevo sillón es cómodo. Mucho más mullido que la vieja butaca azul y al ser eléctrico, no tengo que dar esos golpes que propinaba antes para subir el reposapiés. La mancha de café que adorna la parte derecha es un recuerdo de que a mamá le costaba más que a mi echar el respaldo hacia atrás. La pobrecilla siempre dice que ahí está muy agustico, pero hasta lograr la posición que le gusta, tiene que coger impulso una y otra vez. Con este todo le resultará más sencillo.




Luego bajaré el viejo para que se lo lleve la brigada del Ayuntamiento; mi hermano vendrá a ayudarme esta noche. La de siestas que me he echado en él durante los últimos… ¿Cuántos años han sido? ¿Veinte? ¡Madre mía! Cuántas palomitas que habré comido tapada con una manta a media tarde. Creo que fue de los primeros muebles que entraron en casa, cuando todavía estaba con David… No puedo evitar sonreír. Menos mal que no puede hablar de las horas que pasamos los dos mezclándonos sobre esa sufrida tapicería. Momentos de pasión que dudo que el moderno sillón aguantara. ¡Los muebles de hoy en día no son como los de antes! Seguro que este no soportaría más de cuatro o cinco meneos.



     ¡Y la de gente que se ha sentado ahí! Gente de todos mis grupos que espero que estrenen pronto mi nueva adquisición. Otros no sé si llegarán a probarlo, las distancias a veces son difíciles de salvar, tanto las geográficas como las que nosotros mismos nos ponemos. Algunos se sentarán sin que los vea y me observarán hablando a las plantas mientras riego; comprobando de primera mano que soy tan feliz como me empeño en explicarles cuando les llevo flores. Sigue teniendo encima ese cojín que me regalaron por mi cuarenta cumpleaños y que tan mal combina con el color del nuevo sillón. Lo que nos llegamos a reír aquella noche mientras todos lo firmaban entre tequilas y melodías de series de dibujos animados que cantábamos en un dulce intento de regresar a la infancia…



     Creo que voy a llamar a mi hermano para que no venga. Tengo que desprenderme de él, pero no es el momento. Todavía no.


;)

lunes, 5 de marzo de 2018

CAIDA LIBRE






     Aquí arriba la temperatura es más baja. Comienzo a notar frío y, de manera inconsciente, me encojo cada vez más sobre mi misma. Noto todas mis moléculas acercarse, unirse hasta el punto en que sucede lo inevitable. Poco a poco me compacto y a medida que mi cuerpo crece, el peso hace que me precipite al vacío. Sí, ya sé que es ley de vida, pero a pesar de disfrutarlo no puedo evitar tener un punto de temor cada vez que traspaso las nubes más bajas y caigo del cielo.




     No sé dónde estoy ni dónde aterrizaré. Tal vez en la hoja de una flor necesitada de mí o tal vez me estrelle contra el duro asfalto de una gran ciudad. Eso es lo que más me aterroriza. Solo una de las veces que caí en zona habitada fue agradable. El viento hizo que fuera a parar sobre una pareja de amantes que daba rienda suelta a su pasión. Intentaban en vano resguardarse de la tormenta en un rincón cubierto por una pequeña cornisa. El calor de su piel hizo que empaparles y mezclarme con su sudor fuese una experiencia difícil de olvidar.




     Si pudiera elegir, caería siempre en la naturaleza. Que millones de compañeras amortigüen mi aterrizaje durante una tempestad marina, o en algún lago de montaña, es una fiesta loca para nosotras. Las caídas en los bosques son distintas. Las ramas de los árboles más altos van frenando mi descenso hasta el punto de mantenerme unos instantes suspendida en el filo de una hoja. Desde allí, burlona, propongo un pulso a la ley de la gravedad que siempre termino perdiendo. Servir de alimento a la mullida hierba que amortigua mi derrota no es demasiado castigo.




     Siempre me rodea la tierra que me absorbe, o multitud de compañeras de viaje, pero cuando me evaporo y durante mi caída tan solo el aire me envuelve. Flotar lentamente mientras me elevo hacia las alturas es algo de lo más relajante, sin embargo, y a pesar de mis temores, no cambiaría por nada la sensación de libertad que provoca una caída libre.



jueves, 1 de marzo de 2018

ERES EL DEFINITIVO



     Demasiado a menudo me he dejado llevar por las primeras impresiones y, para ser sinceros, eso ha hecho que me equivoque en innumerables ocasiones. Tú fuiste durante mucho tiempo uno de esos errores. Pasaba cerca de donde estabas sin apenas prestarte atención hasta que un día llegó hasta mí ese dulce perfume que me uniría a ti irremediablemente. Decidí que ya estaba bien de rutina y me obligué a dar ese paso adelante que, a veces por comodidad y otras veces por conformismo, no me atrevía a dar.





     Nunca me arrepentiré.





       Desde el primer momento me demostraste que no eras como los demás. Diste un giro a mi vida transformándola en algo parecido a una suave nube de algodón. Abrazos, caricias, dulzura… reconocer tu olor en la oscuridad de mi cama me hacía viajar al paraíso. Sentir tu presencia entre la tibieza de mis sábanas durante las frías noches de invierno era más de lo que podía soñar al cerrar los ojos. Salir de allí por la mañana, una tortura que se llevaba mejor al notar como me envolvías mientras me vestía impregnando la ropa con tu esencia.





     A alguna de mis amigas no les gustas. Me da igual, yo soy feliz contigo y por mucho que digan, no pienso cambiar de suavizante.