miércoles, 24 de enero de 2024

La historia de amor más bonita del mundo


 

 

 

                Me fijé en él desde que entró en la tienda, aunque para ser sinceros, todavía no se bien por qué. Parecía triste, caminaba ligeramente encorvado, como si el peso de la historia se sostuviese en esos hombros tan poco musculados, pero su forma de tocar los libros… Sí, fue su reacción cada vez que sostenía un libro lo que me atrapó de él. Lo sujetaba con delicadeza, acariciando el lomo y la contraportada antes de abrirlo para respirar su aroma, ese aroma a terror y aventuras, a pasión, historia, humor y amor que para tanta gente no es más que olor a papel. Pasaba el dedo por alguna hoja como si de la espalda de su amante se tratara justo antes de cerrarlo con un suspiro y volver a dejarlo en su lugar. De repente giró la cabeza hacia el rincón en el que yo me encontraba, me pareció notar un punto de timidez en su mirada que se transformó en decisión antes de acercarse.

-Tú y yo vamos a escribir juntos la historia de amor más bonita del mundo

                Me lo susurró. No sé si quería convencerme de algo, el caso es que lo había hecho desde el primer momento que lo vi.

                Salimos juntos de aquel local con el firme convencimiento de que no iba a ser una relación más. Me lo demostró nada más llegar a su pequeño apartamento. Lo que parecía un juego se transformó en un vendaval de pasión sin límite que terminó casi al amanecer. Le siguieron muchas noches como aquella, amor y confesiones durante horas que a mí se me antojaban segundos y no terminaban hasta que, exhaustos, nos dejábamos mecer por los brazos de Morfeo.

                Viajábamos sin parar, alternando paseos por la playa con excursiones a rincones perdidos en montañas nevadas; fines de semana en pequeños pueblos con otros en las ciudades más cosmopolitas de Europa. El mundo era enorme, pero se nos quedaba pequeño y así, cada día que pasaba, añadíamos nuevas páginas a aquella preciosa historia.

                Todo acabó de la forma más inesperada. Un frío día de diciembre, cuando parecía que nada nos podría separar, se me terminó la tinta y otro bolígrafo fue el encargado de terminar de escribir aquella bonita historia cuyo final me quedé con las ganas de conocer.  

 


martes, 16 de enero de 2024

ROJO

 

 


 

 

     Siempre he sentido que tiene algo hipnótico, no sé por qué, pero el danzar de las llamas me relaja hasta un punto insospechado. Mente en blanco, solo el crepitar de los pequeños leños alteran el silencio de esta gélida noche de invierno. La llama, que hace poco iluminaba toda la cabaña, comienza a debilitarse, a titilar cada vez de forma más débil, hasta que con un último estertor, desaparece. El rojo de las brasas se intensifica llegando al blanco en algunos puntos de los troncos.

 

     Tus pisadas hacen crujir el suelo de madera. Caminas descalza, despacio, vestida tan solo por una camiseta gris que te acentúa las caderas cubriéndote hasta mitad de los muslos. Traes dos copas de vino tinto y me ofreces una mientras veo el brillo de las brasas reflejado en esa mirada felina. Haces que me mueva para colocarte detrás de mí, con la espalda apoyada en el sofá y una pierna a cada lado de mi cuerpo. Me abrazas y me llevas hacia ti. Noto tu cuerpo pegado al mío, tu pecho clavándose en mi espalda a través de la fina tela de la camiseta. Apoyas la barbilla sobre mi hombro y me susurras algo al oído asegurándote de que tus labios rocen el lóbulo de mi oreja de forma despreocupada. Me besas el cuello y me aprietas todavía con más fuerza, como si quisieras aprovechar el calor para fundirnos en uno. Siento como las brasas vuelven a arder dentro del habitáculo. Me dejo llevar…