martes, 12 de marzo de 2024

Nunca caminarás solo (You'll never walk alone)

 

                 El reto consiste en escribir un microrelato de máximo 250 palabras con la música como protagonista. Me he permitido la licencia de traducir parte de la canción, aunque no se si habré cometido algún error de busto (mi inglés es como yo, bastante limitadito)

 

 

 

 

Podría decir que estaba pasando una mala racha, aunque decir que el último año de mi vida había sido una puta mierda se acercaba más a la realidad. Por eso, en el momento en que  mis sobrinos me propusieron una escapada a Liverpool, no lo dudé ni un instante. Cuando una vez allí, me arrastraron a Anfield Road y me enseñaron las tres entradas, se me erizó la piel: sabían que para mí aquello sería cumplir un sueño.

 

No cabía ni un alma más en el estadio. Un manto rojo cubría las gradas justo antes de que comenzaran a sonar los primeros acordes que hicieron que se elevasen una infinidad de bufandas y miles de voces se transformaran en una:

 

“Cuando camines a través de la tormenta, mantén tu frente alta y no tengas miedo a la oscuridad”

 

Siempre había querido verlo en directo y aunque mi inglés es de los de “just a little”, entendía perfectamente lo que querían decir. Me había emocionado al verlo por televisión, pero sentir a mis dos enanos gritándolo con los brazos entrelazados a mi cintura me hizo sentirlo de otro modo.

 

 “Continúa caminando a través de la lluvia, continúa caminando a través del viento, aunque tus sueños sean pisoteados. Continúa caminando, continúa caminando con esperanza en tu corazón, porque tú nunca caminarás solo. Tú nunca caminarás solo.”

 

El partido resultó bastante aburrido, pero tengo que reconocer que nunca he vuelto a ser tan feliz en un campo de fútbol .


 


 

jueves, 15 de febrero de 2024

Media sonrisa oscura


 


 

             Todavía era de noche cuando le vi caminar unos doscientos metros por delante de mí. Aflojé el paso para mantener la distancia hasta que, al salir del pueblo, encendió su frontal y se adentró en el bosque. Ahora sí aceleré un poco para reducir la distancia y orientarme mejor, ya que, a pesar de que la luna llena seguía brillando con fuerza, las ramas de los árboles no permitían iluminar el sendero lo suficiente como para ver con claridad todas las flechas amarillas que marcaban el camino.

 

-Lo vas a hacer, ¿no?

 

            Intenté ignorar su voz. Sabía que sería complicado (por no decir imposible) pero no me apetecía discutir tan temprano. Prefería no contestar y mantener la calma aun sabiendo que él seguiría ahí, insistiendo, como el quebrantahuesos que sujeta su víctima y se eleva a pesar del peso adicional consciente de que se saldrá con la suya. Y siempre se salía con la suya.

 

-¡Bua! Este bosque es ideal. ¡Y más a esta hora! En el albergue todos seguían durmiendo cuando salimos. Seguro que por aquí no pasa nadie hasta dentro de una hora como mínimo. Los bordes del sendero están llenos de matorrales y desniveles.

 

            Tenía razón. Para estar tan cerca del pueblo y ser una senda muy transitada, apenas a medio metro del margen derecho del camino un mar de helechos ocultaba la parte baja del tronco de los árboles. En la parte izquierda, un prominente desnivel acababa una docena de metros por debajo de donde avanzábamos provocando la sensación de que estábamos caminando por una cornisa.

 

-Ni se enteraría. Seguro que se giraría al escuchar los pasos y te saludaría con el típico “¡Buen camino!”. Trabaría conversación enseguida. Ya lo viste ayer. Hablaba con todo el mundo pero todos terminaban evitándolo, nadie le aguantaba más de cinco minutos. Es un desgraciado. Realmente le estarías haciendo un favor tanto a él, como al resto de peregrinos que no tendrían que volver a soportarlo. Nadie le va a echar de menos…

 

            Sin apenas percibirlo, había acortado la distancia. Tan solo nos separaban unos veinte pasos cuando, absorto en mis pensamientos, tropecé y se me escapó un “¡Me cago en la puta!” que llamó su atención.

 

-¡Buen camino! ¡Joder, que susto me has dado! ¿No llevas linterna? Ven conmigo, aunque el frontal es potente, entre los dos nos resultará más sencillo ver las señales.

 

            Continuó hablando mientras caminaba junto a mí. Ocupado como estaba en la búsqueda de flechas, no se dio cuenta de la media sonrisa oscura que se me dibujó en la cara mientras mi mano izquierda jugueteaba con la navaja que guardaba en el bolsillo.

 

                                                    

 

martes, 13 de febrero de 2024

El fin de un bloqueo.

 


 

 

     El bolígrafo me pesaba en la mano. Hacía semanas que no era capaz de enlazar más de tres frases con sentido y cada vez sentía más presión. Mi editor llevaba tiempo insistiendo y ni siquiera tenía una idea con la que taparle la boca y mantenerlo entretenido.

 

-Puto contrato…

 

     Me obcecaba en echar la culpa a eso, en convencerme a mí mismo de que todo era más sencillo antes de firmar ese maldito contrato. La primera novela tubo algo de éxito y una editorial decidió apostar por mi obra. Lo que antes era un simple entretenimiento se convirtió en una tortura constante. La obligación me atenazaba y la maldita hoja en blanco hacía que mi bloqueo mental fuera a más cada día. Aquella imaginación desbordante, aquella inspiración abrumadora que veía historias a la vuelta de cada esquina y creaba personajes interesantes incluso a partir del ser más aburrido, se había marchado sin dejar rastro. Ni tan solo un relato corto que subir a ese blog que hacía semanas que vivía sumido en el más profundo ostracismo. Leí el último relato, escrito a cuatro manos entre risas y sábanas en una pequeña cabaña perdida en el Pirineo, justo antes de que ella saliera de mi vida. Respiré. Pensé en el origen del bloqueo y me di cuenta de que no venía de la presión que me infligía. La ausencia de mi musa, todo se limitaba a eso, siempre se había limitado a eso...

 

     Reconocí que tal vez tenía poco que contar pero sí tenía mucho que debería sacar fuera. Cogí una libreta en blanco y las palabras surgieron solas. Vomité pensamientos y sentimientos; encadené palabras, frases y párrafos h

asta mojar cinco caras de la libreta con tinta y lágrimas. Ahí estaba el bloqueo, en el post más sincero y emotivo que jamás había escrito y que nunca saldría de aquella pequeña libreta.

 

     Me levanté todavía emocionado a servirme un poco de ese escocés ahumado que tanto me gusta decidido a que todo iba a cambiar. Me senté de nuevo ante el ordenador, abrí un Word y comencé a teclear el principio de mi nueva historia.

 

miércoles, 24 de enero de 2024

La historia de amor más bonita del mundo


 

 

 

                Me fijé en él desde que entró en la tienda, aunque para ser sinceros, todavía no se bien por qué. Parecía triste, caminaba ligeramente encorvado, como si el peso de la historia se sostuviese en esos hombros tan poco musculados, pero su forma de tocar los libros… Sí, fue su reacción cada vez que sostenía un libro lo que me atrapó de él. Lo sujetaba con delicadeza, acariciando el lomo y la contraportada antes de abrirlo para respirar su aroma, ese aroma a terror y aventuras, a pasión, historia, humor y amor que para tanta gente no es más que olor a papel. Pasaba el dedo por alguna hoja como si de la espalda de su amante se tratara justo antes de cerrarlo con un suspiro y volver a dejarlo en su lugar. De repente giró la cabeza hacia el rincón en el que yo me encontraba, me pareció notar un punto de timidez en su mirada que se transformó en decisión antes de acercarse.

-Tú y yo vamos a escribir juntos la historia de amor más bonita del mundo

                Me lo susurró. No sé si quería convencerme de algo, el caso es que lo había hecho desde el primer momento que lo vi.

                Salimos juntos de aquel local con el firme convencimiento de que no iba a ser una relación más. Me lo demostró nada más llegar a su pequeño apartamento. Lo que parecía un juego se transformó en un vendaval de pasión sin límite que terminó casi al amanecer. Le siguieron muchas noches como aquella, amor y confesiones durante horas que a mí se me antojaban segundos y no terminaban hasta que, exhaustos, nos dejábamos mecer por los brazos de Morfeo.

                Viajábamos sin parar, alternando paseos por la playa con excursiones a rincones perdidos en montañas nevadas; fines de semana en pequeños pueblos con otros en las ciudades más cosmopolitas de Europa. El mundo era enorme, pero se nos quedaba pequeño y así, cada día que pasaba, añadíamos nuevas páginas a aquella preciosa historia.

                Todo acabó de la forma más inesperada. Un frío día de diciembre, cuando parecía que nada nos podría separar, se me terminó la tinta y otro bolígrafo fue el encargado de terminar de escribir aquella bonita historia cuyo final me quedé con las ganas de conocer.  

 


martes, 16 de enero de 2024

ROJO

 

 


 

 

     Siempre he sentido que tiene algo hipnótico, no sé por qué, pero el danzar de las llamas me relaja hasta un punto insospechado. Mente en blanco, solo el crepitar de los pequeños leños alteran el silencio de esta gélida noche de invierno. La llama, que hace poco iluminaba toda la cabaña, comienza a debilitarse, a titilar cada vez de forma más débil, hasta que con un último estertor, desaparece. El rojo de las brasas se intensifica llegando al blanco en algunos puntos de los troncos.

 

     Tus pisadas hacen crujir el suelo de madera. Caminas descalza, despacio, vestida tan solo por una camiseta gris que te acentúa las caderas cubriéndote hasta mitad de los muslos. Traes dos copas de vino tinto y me ofreces una mientras veo el brillo de las brasas reflejado en esa mirada felina. Haces que me mueva para colocarte detrás de mí, con la espalda apoyada en el sofá y una pierna a cada lado de mi cuerpo. Me abrazas y me llevas hacia ti. Noto tu cuerpo pegado al mío, tu pecho clavándose en mi espalda a través de la fina tela de la camiseta. Apoyas la barbilla sobre mi hombro y me susurras algo al oído asegurándote de que tus labios rocen el lóbulo de mi oreja de forma despreocupada. Me besas el cuello y me aprietas todavía con más fuerza, como si quisieras aprovechar el calor para fundirnos en uno. Siento como las brasas vuelven a arder dentro del habitáculo. Me dejo llevar…

  



jueves, 14 de diciembre de 2023

CUANDO NADIE LE VE

 


 

     Andrea reía en su carrito mientras su madre le hacía carantoñas. Apenas había cumplido los nueve meses y ya disfrutaba de los paseos por su ciudad como si fuera una adolescente a la que sus padres le daban permiso para salir con sus amigas por primera vez. Paseaban entre calles estrechas que desde el departamento de urbanismo habían convertido en zona peatonal años atrás, una zona comercial repleta de pequeños locales tradicionales con viviendas antiguas, de tres o cuatro plantas sobre ellos. Era un frío día de diciembre, el cielo gris cemento amenazaba con descargar lluvia, o tal vez nieve, de un momento a otro, pero eso no era problema para la pequeña que reía cada vez que su madre paraba a charlar con algún vecino que, como ella, apuraba para hacer las últimas compras navideñas.

 

     Los gritos comenzaron a escasos metros de donde se encontraban. Un reducido grupo de gente, que creció de manera exponencial, miraba hacia el tercer piso del bloque que se levantaba sobre una de las antiguas librerías que sobrevivía a pesar de las grandes superficies. Al levantar la cabeza, la madre de Andrea advirtió como una columna de espeso humo salía por cada una de las dos ventanas, incluso se apreciaba el reflejo de las llamas bailando en el interior del inmueble.

 

-¿Alguien ha llamado a los bomberos?


     La gente se apresuró a desalojar tanto la librería como ese portal y los contiguos. Una sirena lejana respondió a la pregunta lanzada al aire.

 

-Sí, pero el camión no podrá llegar hasta aquí. ¿Hay alguien dentro?

 

     Una vez más, la respuesta llegó pocos segundos después sin necesidad de pronunciar ni una palabra. Una cabeza asomó a través de la ventana, tosiendo e intentado aspirar algo de aire fresco entre un humo cada vez más denso. Ni siquiera gritaba, solo boqueaba como el pez al que el pescador acaba de liberar del anzuelo y, tras resbalar de sus manos, intenta sobrevivir de forma inútil sobre la arena de la playa. En un acto desesperado y entre los intentos de la gente por convencerla de lo contrario, la chica salto por la ventana y se precipitó al vacío…

 


     Para lo que sucedió después, es difícil, por no decir imposible, encontrar una explicación lógica. Tras descender unos tres metros empujada por la gravedad, su cuerpo se detuvo en el aire durante un breve instante antes de volver a elevarse lentamente, alejándose de la fachada en llamas. A partir de ese momento, el público fue testigo de una extraña danza en el aire en la que la improvisada bailarina se movía como si de una hoja arrastrada por el viento se tratara. Tan absortos estaban todos con lo que veían, que nadie advirtió que esa chica bailó hasta posarse en el suelo, al ritmo que marcaba Andrea con un pequeño sonajero mientras sonreía, feliz, en el interior de su carrito.