lunes, 17 de septiembre de 2018

¡No va más!





     Hace un rato que no veo más allá.






     La primera vez que entré todo era emocionante. Encontré un ambiente limpio de humo, impensable años atrás. Imaginé la niebla cubriendo gran parte de la sala impregnando con su desagradable olor la ropa de cualquiera que tuviera a bien entrar. Por suerte, hacía tiempo que fumar en locales de pública concurrencia estaba castigado por la ley.







Interminables hileras de máquinas poblaban gran parte de la sala principal. Luces de colores y, sobre todo, una música pegadiza que se metía en mi cabeza martilleando sin descanso mi resistencia, trataban de atraerme hacia la zona más concurrida. Delante de casi todas podías encontrar a gente con la mirada perdida y vasos repletos de monedas que introducían de forma automática antes de pulsar el botón con la esperanza de llenar unos bolsillos cada vez más vacíos. De vez en cuando, se escuchaba una sirena y el sonido del metal que algún afortunado conseguía sacar de las entrañas de la máquina.









     En la mesa de dados, una rubia despampanante besaba los cubos de marfil antes de que el jugador enrachado los tirase. Los gritos de alegría confirmaron que el lanzador seguía con la suerte de su lado haciendo que fueran cada vez más los que apostaban a su favor. Esa euforia contrastaba con el silencio que se vivía en las mesas de cartas: la tensión se palpaba en el tapete y las caras de concentración de los que lo rodeaban denotaban que había en juego cantidades importantes de dinero. Esto no era solo azar, cálculo de probabilidades y psicología entraban en juego para saber las opciones de ganar e intentar leer en el semblante del resto de jugadores si tenían una buena mano.








     El cálculo nunca se me dio bien y como había ido a divertirme y no a pensar, me pedí un whisky de malta y me detuve junto a una ruleta para ver su funcionamiento.









     Parecía bastante simple. Elegías un número, colocabas las fichas encima y esperabas a que cuando la rueda dejase de girar la bolita se detuviera sobre el dígito elegido para multiplicar la apuesta por treinta y seis. También podías elegir entre grupos de números, par o impar, rojo o negro y unas cuantas opciones más a las que no presté atención. Cogí una de mis fichas y la puse sobre el trece negro. El crupier hizo girar la ruleta en un sentido y la bola en sentido contrario. A medida que ambas perdían velocidad, la bola rebotó de un lado a otro hasta detenerse en mi número. Sentí un subidón de adrenalina al verlo que se multiplicó al notar unos pechos apretándose contra mi espalda mientras ese dulce perfume lo llenaba todo.







     - Parece que esta es tu noche de suerte –me susurró al oído.











       Ya no hay cosquilleo. Hace tiempo que cambié el whisky de doce años por una copa del veneno más barato que se puede encontrar al otro lado de la barra de este maldito casino. Las chicas explosivas que se pegaban a mí en las épocas en las que la suerte estaba de mi lado, han cambiado de brazo dejando que tan solo una enorme dosis de desesperación me abrace. El sudor empapa la fina tela de mi camisa pegándola a un cuerpo que se tensa en exceso. El adelanto que ayer me dieron en el trabajo descansa junto al dinero destinado a la hipoteca de este mes sobre el trece negro.





     -¡No va más!



12 comentarios:

  1. A afición al juego como una forma de adición... imagino que debe ser difícil, muy difícil quitársela de encima!

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    1. Pues por suerte no lo se, pero no parece sencillo. Las adicciones en general son un serio problema.

      Un saludo

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  2. Hola David muy interesante el relato, esa visión del triunfador al que le cambia la suerte, el azar es muy caprichoso y la adicción al juego es terrible.
    Un abrazo de vuelta

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    1. La srta. Casamitjana vuelve a las redes!!! Espero que hayas disfrutado las vacaciones.
      Me alegro de volver a leerte por aquí.

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  3. El juego termina quitando más de lo que da. Al final, siempre gana la banca. Estupendo relato, David. Un abrazo!

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  4. Todas las adicciones terminan restando a la vida, y lo que puede empezar siendo motivador y emocionante acaba por arrebatarlo y quedarse con todo.
    Muy buen relato, David.
    Un beso.

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    1. Tenemos que encontrar el punto justo para cada cosa pero dependiendo de la persona y la situación, puede resultar muyyyyyyy complicado.
      Gracias Irene!
      Un beso

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  5. La ludopatía es como cualquier otra adicción y puede acabar arrasando con todo, sobre todo con la felicidad.
    El juego es como cualquier otra droga, más vale no empezar a tontear con él/ella porque engancha y las consecuencias son imprevisibles.
    Lo has descrito a la perfección.
    Un abrazo.

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    1. Tenemos que conocernos a nosotros mismos para evitar posibles tentaciones. Complicado.

      Un abrazo.

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  6. El azar es muy cabrón, pero quien juega con él sabe a lo que se atiene. Buena lectura. Gracias.

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    1. Cierto, hay cosas que tienen sus riesgos.
      Gracias a ti por la visita!!

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