sábado, 23 de febrero de 2019

Obsesión insana



     Caminaba medio perdido por el centro comercial a la caza de una camisa para el sábado. Tenía que ser una camisa especial, la ocasión así lo requería. Después de todo el curso haciendo acercamientos y con el título de periodismo al alcance de mi mano, por fin había conseguido quedar con Eva. No era una cita o por lo menos así lo habíamos decidido. Queríamos hablar sobre distintas opciones a seguir a partir de ahora. Vamos, que le cambiamos el nombre por quedada e inventamos una excusa tonta para intentar no ir tan nerviosos a lo que sería una cita en toda regla.





     Me gustó desde que la conocí en primero de carrera, pero a pesar de las miradas, no me atreví a hablar con ella hasta dos años después. Al empezar tercero nos hicimos amigos y me entré que tenía pareja. Todo cambió a mitad de este curso. Descubrió que no era la única novia de su novio y le plantó dos ostias en la cara justo cuando la cafetería de la facultad estaba más concurrida. Y ahora, unos meses después de aquel espectáculo, había accedido a tomar un chocolate conmigo y hablar del futuro. En teoría futuro laboral, pero ya veríamos…






     Se me fue la mirada al pasar por delante de ella. Vestido granate, cortito, que dejaba ver unas largas y pálidas piernas. Desvié la vista aturdido y me centré en mi cometido. La tienda cerraría pronto así que tenía que apresurarme si quería ir de estreno al día siguiente.





     Allí estaba yo, hecho un pincel con mi camisa nueva, un par de minutos antes de la hora elegida para nuestra “no cita”. Nervioso, expectante, feliz por el que creía que sería el principio de mi nueva vida. La vi a parecer por las escaleras mecánicas, sonriente, con esa mirada que parecía absorber todo lo que sucedía a su alrededor. Caminó hacia la cafetería con paso decidido y me obsequió con un beso en la mejilla, muy cerca de la comisura de los labios, a modo de saludo. Nos sentamos y pedimos dos chocolates.










     Comenzó a hablar. No sé cómo lo hacía, pero esa charleta continua, la intensidad que volcaba en todo lo que explicaba, la emoción que derramaban sus ojos azules, lograba hacer que el resto del mundo desapareciera. La camarera me trajo de vuelta a la Tierra al dejar sobre la mesa dos tazas de humeante cacao. Precisamente con esa vuelta a la realidad, mis ojos descubrieron esas curvas imposibles en la tienda de enfrente.






     Llevaba el mismo vestido granate del día anterior, pero me pareció todavía más sensual. Las botas negras con su fino tacón hacían realzar su figura aunque no necesitase de esa ayuda. Por un momento me imaginé rodeando esa cintura con mi brazo, apoyando mi mano en su cadera. Durante un segundo eterno, viajé de su mano a algún paraíso indefinido, muy lejos de aquella cafetería.






     -David despierta –la voz de Eva sonaba divertida- Te has quedado embobado. ¿Qué miras?


 
     -Perdona, he tenido un día malo y no estoy muy bien. Creo que estoy incubando algún virus. ¿Te importa si lo dejamos para otro día?





  Las palabras sonaron en mi cabeza como si fuera otro el que las estuviera diciendo. Me parecía mentira, pero me encontraba completamente desorientado y si seguía en esa mesa no habría forma de prestar atención a Eva. La excusa sonó tan natural porque en parte era verdad: no me encontraba bien. Después de tanto tiempo esperando que llegara ese momento, mi mente no podía concentrarse en la que hasta ese día pensaba que sería la mujer de mi vida.






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    Habían pasado tres días y en los tres había visitado el centro comercial con intención de verla. Los dos días anteriores solo había mirado de reojo, pero hoy me senté solo en la misma mesa en la que tenía que haber empezado mi historia con Eva. La observé durante quince minutos con miradas furtivas mientras hojeaba un diario deportivo. El teléfono vibró con un mensaje de Eva interesándose por mi salud. Lo eliminé sin contestar.


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Sé que es una obsesión insana, pero no puedo evitarlo. Dos años después de verla por primera vez, sigo escapándome siempre que puedo para mirarla desde la distancia. La ropa de invierno no es mi favorita, pero yo sé lo que oculta ese jersey de lana. Hace mucho que sueño con acariciar los encantos que se insinúan bajo esos tejanos. Tal vez, bajo mis caricias, la fría superficie del maniquí se transforme en piel…

5 comentarios:

  1. El título me ha hecho sospechar el desenlace, pero, aun así, me has hecho dudar, jeje.
    Esa obsesión, no solo insana sino también irracional, no le llevará a ninguna aparte. Bueno, sí, a la mesa de la cafetería de enfrente, jajaja.
    Un abrazo.

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  2. Me ha sorprendido el final porque no me lo esperaba, no porque me parezca raro, yo ya me lo creo todo, de hecho de toda la vida hay muñecos hinchables y ahora robots expresamente para temas de sexo. Insano? pero qué es insano? a quién hace daño tu protagonista? Según describes a él le da placer de una forma u otra. Lo único que yo veo es que está perdiendo el tiempo, porque me da que ella no va a tomar la delantera en pedirle salir.
    Me ha gustado. SAludos.

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    1. Insano para él, aunque según lo pensemos, si así es feliz... lo que pasa es que tengo mis dudas de que lo sea. En cuanto a que ella tome la iniciativa, yo también lo veo compilicado.
      Un abrazo

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  3. Muy bonita narrativa, y pensar que me encontré este blog de la nada...y que final jaja. Saludos desde Perú :D

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