Agarraba los
fríos barrotes que me rodeaban llorando de impotencia. Era injusto. Yo tenía
que estar fuera, no había hecho nada malo. Hace tan sólo un par de semanas mi
vida era completamente distinta. Era feliz con mis coches y mi perro.
Disfrutaba del verano al aire libre, bañándome en la piscina de casa cada vez
que quería apaciguar el sofocante calor del mes de Agosto. Sin problemas, sin
preocupaciones, sin nada que presagiara que toda aquella dicha podía
terminar en cualquier momento.
Las lágrimas
rodaban por mis mejillas mientras gritaba una y otra vez que era inocente, que
aquello era un error, pero cuanto más alto gritaba, más indiferencia veía en
sus caras. En sus miradas, frías como el acero, se leía que no pensaban dar su
brazo a torcer. Habían dictado sentencia y ya no había vuelta atrás. Yo sabía
la verdad, sabía que el verdadero culpable estaba fuera disfrutando de su
libertad mientras que yo notaba como la vida se me escapaba dentro de mi celda.
Era injusto.
Era mi hermana la que había roto la pantalla de la Tablet de mi madre antes de
echarme a mí la culpa. Yo no tendría que estar encerrado en mi parque….
Sorpresa final.
ResponderEliminarMuy bueno...
Jajaja vaya sorpresa final David.
ResponderEliminarEra injusto.
Jajajajajaja ¡¡¡me ha sorprendido muchísimo!!! Ya me imaginaba que alguien había asesinado a alguien o algo así. Me ha encantado como todo lo que escribes
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