Desde la página de Facebook de "Bajo mi embarcadero" solicité ayuda para escribir un relato. Pedí palabras y terminé recogiendo 18. La idea era elegir tres al azar para escribir la historia, pero una vez puesto... Aquí os lo dejo, al final las dieciocho han tenido sitio. Espero que os guste.
Desperté
todavía acelerado. Hacía tan solo un momento estaba teniendo sexo con una divinidad de melena azabache
y profundos ojos azules pero, al despertar del sueño, solo se podía ver el
color del lapislázuli en las
cortinas que a duras penas contenían la luz del sol.
Comenzaré
por presentarme.
Me llamo
Antonio, Toni para los amigos. Soy un chico de treinta y pocos, bastante
extrovertido y según dicen algunos, un poco cabezón. Yo no creo que eso sea cierto. Sí que es verdad que me
gustan las cosas ordenadas y tengo ciertas “rutinas” que no me gusta romper. Me
gusta dormirme con las ventanas abiertas, mirando las estrellas, y despertarme
con la luz del sol. Me gusta vestirme con calma, comenzando por los pantalones
después de una ducha rápida; y desayunar queso curado y membrillo bañándolo con una copita de rioja. Sé que no debería,
por la medicación de un problemilla crónico que me impide trabajar, pero una
copa de vino al día es saludable, ¿no?
Me encanta
pasear un rato por el parque cada mañana. Preparo una pequeña mochila con una
botella de agua, un chubasquero, un libro y un par de chocolatinas (hay que
estar preparado para posibles contingencias)
y tras comprobar que todas las ventanas de la casa están cerradas, doy dos
vueltas a la llave de la puerta y salgo a la calle.
Lo mejor
del otoño es el cambio de temperaturas y la variedad de colores que cubre el
parque. Caminar entre hojas secas mientras caen las primeras gotas de lluvia y
el petricor lo inunda todo. Ese
aroma a tierra recién mojada entre los árboles siempre me produjo una sensación
de infinita tranquilidad. Suelo
avanzar sin prisa, respirando hondo y disfrutando de la libertad que la naturaleza me provoca.
Aquella
mañana en particular, salí del parque para buscar una tienda de instrumentos
musicales que se encontraba en una callejuela (no tenía muy claro cuál) del
casco antiguo. Quería comprarme una armónica nueva. Me gusta tocar la armónica,
pero no sé por qué razón, a los pocos meses de tenerlas se desafinan. Me
despisté en algún momento y una serendipia
me llevó hasta la plaza. Las notas de alguien que rasgaba una guitarra
rompieron el silencio inicial. Poco
a poco el ruido se transformó en ritmo y el ritmo en música.
Le reconocí
a pesar de su disfraz de vagabundo. Sentado en el borde de la fuente hacía
sonar los primeros acordes de una antigua balada. Vestía camisa de franela a
cuadros, un par de llamativos zapatos azules y unos pantalones de pana tan
gastados como la funda de la guitarra que había a sus pies. En ella que
reposaban las pocas monedas que su público le entregaba como reconocimiento a
su buen hacer. A su lado, una botella de
cerveza a medio beber (con el paso de los días aprecié que la alternaba con
cartones de vino) y un perro con mirada triste que miraba cansado a su
alrededor. Su voz me transportó a esos lugares que solo había visto en
televisión y que tantas veces soñé que visitaba.
Me
acostumbré a terminar allí cada día mi paseo matutino. Le escuchaba un rato y
le hacía un guiño al depositar un par de monedas en la funda. El asentía como
dándome las gracias, pero sin duda alguna, sabía que le había reconocido. Nunca
hablé con él. De repente, un martes por la mañana, junto a la fuente solo
encontré un perro con la mirada triste. El miércoles tampoco acudió. El jueves
pregunté a algunos comerciantes, pero ninguno sabía nada.
Tan solo yo
sé lo que realmente sucedió. Estoy seguro de que un precioso unicornio alado vino a buscar a Elvis y
montando a su grupa se perdieron en la inescrutable
oscuridad de la noche camino a ese lugar en el que los dos tendrían una vida más feliz. Mientras se alejaban, él hacía sonar los acordes de “Love me
tender” en su vieja guitarra a modo de despedida.
Bonito relato,... todo un ejercicio de imaginación.
ResponderEliminarGracias!! Alguno me lo puso complicado, pero al final salió bien
EliminarMuy bueno, fenómeno, pero recuerda, "hay que estar preparado para posibles contingencias" ;)
ResponderEliminarme encanto, también extraño los desafios...solo una cosa ,donde dice (y que tantas ganas soñé que visitaba.) no será veces, perdon.un saludo cordial.
ResponderEliminarToda la razón del mundo Marcela!! Las dudas entre "ganas de visitar" y "veces que soñé visitar" me jugaron una mala pasada... Rectificado y gracias!!
EliminarNos leemos pronto.
Un abrazo
Un relato que te atrapa hasta el final.
ResponderEliminarSolo me ha despistado el uso de la palabra "serendipia": 1. f. Hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual. (DRAE)
Saludos
Muy buen relato David,
ResponderEliminarY eso que ha debido ser complicado llevar a cabo, por la utilización de tantas palabras obligatorias. El final es precioso, esperanzador.
Un abrazo.
Muy bonito relato el tuyo, David, aunque reconozco que el primer párrafo, y el del sueño con la divinidad de pelo color azabache, no termino de determinar su lugar exacto en él. ¿Tiene algo que ver con Elvis y alguna de sus canciones? Aparte de eso, un relato estupendo, como ya he dicho, acorde a lo que nos tienes acostumbrados. Sería estupendo que mucho de los grandes que nos han dejado volvieran en la forma de un vagabundo al que acompañará un perro de mirada triste.
ResponderEliminarUn abrazo, compañero.