viernes, 9 de septiembre de 2016

PILOTO 11

Los amigos de Toni resultaron ser bastante parecidos a él, y la cena se compuso de unas latas de aceitunas rellenas, distintas variedades de patatas fritas de bolsa y cerveza fría en cantidades industriales. Al comenzar la segunda parte, la cara de algunos de los presentes fue tensándose de manera sospechosa, pero ninguno consumió drogas en presencia de David. Una botella de wisky de malta y un par de horas de poker completaron la velada. La verdad es que n se le dio mal, terminó ganando unos 80 euros y aceptando la propuesta de tomar la penúltima copa en el Águila Negra.

El Águila Negra era un club de alterne, de los muchos que iluminan con sus neones las carreteras nacionales del Sur de de nuestro país. Los guardias de seguridad saludaron a Toni con la naturalidad que proporcionaban sus frecuentes visitas nocturnas al local.

-Pide lo que quieras Catorce –estaban tomando por costumbre llamar a David por el número de su camiseta, y la verdad, a él no le disgustaba- Tengo algunos negocios con los dueños, así que el dinero no es problema. Disfruta del ambiente mientras hablo con mis socios, no tardaré demasiado.

La luz del local era bastante tenue. Una barra, en la que tres señoritas abordaban a los clientes que allí se encontraban, ocupaba la esquina más cercana a la puerta principal. Una pista de baile en la que otras cinco chicas se movían de forma sugerente daba paso a dos reservados y a una puerta abierta tras que se podían ver unas escaleras. Las cortinas de los reservados no estaban echadas, por lo que no era difícil de imaginar lo que solía suceder tras ellas: un pequeño escenario redondo, con una barra vertical, ocupaba el centro del habitáculo, y a su alrededor, asientos de piel con capacidad para grupos de cinco o seis personas. Los bailes privados deberían de ser una constante de las fiestas durante los fines de semana.

Se sentía mareado, sin duda la ingesta de alcohol había vuelto a ser mayor de lo aconsejable, pero entre las luces, la música y el humo del local, decidió dejarse llevar y pidió un tequila. Sabía que estaba mezclando más de la cuenta, pero n tardo mucho en dejar de pensar. Notó unos pechos apretándose contra su espalda mientras una voz le susurraba al oído algo que no llegó a comprender. Antes de poder reaccionar, unas manos comenzaron a recorrer su pecho bajando desde los hombros mientras los labios que antes le susurraban, ahora le acariciaban la nuca haciendo que un escalofrío le recorriera la columna vertebral de punta a punta.

-Cariño, ¿me invitas a una copita de de champagne? ¿o prefieres que no perdamos más el tiempo?

-Pues la verdad es que ya somos mayorcitos para tonterías ¿no crees? Me tomo el tequila y soy todo tuyo.

-No cariño –le volvió a susurrar al oído- Cuando te tomes esa copa, yo seré toda tuya.

En ese momento fue cuando conoció a Jelena. Una larga y lacia cabellera rubia enmarcaba una cara de rasgos eslavos. Ojos verdes y unos carnosos labios rojos a los que la chica acababa de llevarse uno de los dedos de David atraían la atención de cualquiera, pero el resto del cuerpo era todavía más espectacular que la cara. Se sacó el dedo de la boca sin dejar de mirar a los ojos del catorce y lo espolvoreó con sal. Después de chupar la sal y tomarse el chupito, ella estaba esperando con un trozo de limón entre los labios, esos labios que tal y como él se imaginaba, le iban a proporcionar muchos momentos agradables. Antes de darse cuenta, subía por unas estrechas escaleras con los ojos clavados en una faldita de colegiala que se balanceaba a cada escalón que subían. Al final de las escaleras, un cartel anunciaba que había llegado a algo parecido al paraíso:




“EL SEPTIMO CIELO” 

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