martes, 30 de mayo de 2017

NOSTALGIA




                No eran unas manos suaves, aunque cuando acariciaba lo hacía con una ternura inusitada. El paso de los años había ido dejando su huella en forma de cicatrices y marcas de quemaduras con los utensilios de cocina. Gruesas venas surcaban su dorso recorriendo unos huesos en los que la edad había provocado un desgaste que a veces parecía deformarlas por completo. La artrosis no perdonaba.

     La recuerdo en la puerta de su casa del pueblo. Estaba sentada bajo la sombra de un parral en un pequeño taburete de madera. Todo olía a jazmín. En las largas temporadas de soledad, en las que solo su perro y el canto de los pájaros le hacía compañía, se entretenía cuidando las plantas que al llegar la primavera florecían adornando la terraza del viejo cortijo de la familia. El lugar, orientado al río y bañado por el sol durante gran parte del día, era ideal para el crecimiento de esas flores en las que ella volcaba todo su cariño cuando sus nietos estábamos lejos.

 Vestía de un negro riguroso desde la muerte de mi abuelo. Solo un delantal gris claro se acercaba al tono de una piel blanca que en otro tiempo el campo y las inclemencias meteorológicas habían curtido y teñido de oscuro. Recogía su pelo gris en un pequeño moño, dejando al descubierto el único “adorno” que siempre le acompañaba: los pendientes que le dio su madre y, que algún día no muy lejano, ella regalaría a su hija menor.

     Pelaba patatas. Entre sus piernas tenía un pequeño barreño amarillo y yo me quedaba embobado viendo su habilidad. Las pelaba como si de naranjas se tratase, sacando toda la piel de una sola tira con la pequeña navaja que siempre usó para pelar verduras. Las mondas a una bolsa, las patatas a una cacerola y así una y otra vez. Éramos muchos para comer aquel día y a pesar del trabajo que le dábamos, la ilusión por juntarnos a la mesa se dibujaba en su cara.

14 comentarios:

  1. Una mirada de ese joven que anuncia la madurez, que va aprendiendo a fijarse en lo importante. Que es capaz de aparcar sus juegos para observar a su madre o abuela y comprender la felicidad que la embriagaba por reunir a la familia. Saludos!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias David! Con el paso de los años vamos viendo las cosas de otro modo.

      Eliminar
  2. Cuando se es feliz, ni el trabajo más duro es pesado, y pelar patatas para una familia no tiene precio para esa anciana vestida de negro.
    Precioso relato.

    ResponderEliminar
  3. Un relato muy tierno David. He conseguido visualizar a esa mujer que todos tenemos en la cabeza y que solemos ver en pueblos pequeños, y cuya sabiduría se esconde entre esas arrugas y esa tez morena.
    Bonito relato, enhorabuena.
    Un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias!!! Imágenes tiernas de una España que va desapareciendo poco a poco.
      Un abrazo

      Eliminar
  4. Entrañable, David. Dibujas la escena con tal nitidez que es como si estuviéramos a la puerta de esa casa, bajo el emparrado y junto a ella. Me has traído mucho recuerdos...

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Julia! Creo que es fácil identificarse con esa figura a la que todos amamos y añoramos.

      Un abrazo.

      Eliminar
  5. Una foto cercana,... un relato entrañable.

    ResponderEliminar
  6. Entonces misión cumplida!!! Mil gracias.

    ResponderEliminar
  7. Un relato muy visual David, enterneces el corazón del lector.
    ¡Precioso!

    Un abrazo, :)

    ResponderEliminar
  8. Una madre o abuela que representa a muchas y la mirada de quien sentía que ese pequeño acto de cortar papas simbolizaba todo el amor que ponía en su familia. La vida es una suma de instantes, dicen muchos. Y este instante brilla en el recuerdo.

    ResponderEliminar