"Dígale, agente, que no tuve más remedio que matarle”. La última frase que me dijo retumba en mi cabeza mientras recorro el largo pasillo. Había sido un caso extraño desde el principio y el final no podía ser diferente.
Cruzo la puerta que da al enorme jardín, un auténtico paraíso, seguro que aquí no resulta difícil olvidarse de los problemas pasados. En una zona de frutales destaca su melena rubia. Se le ve tranquila, serena, casi feliz…
Camino hacia ella inseguro. Dudo que esto tenga algún sentido, pero siento la necesidad de trasmitirle su mensaje, las últimas palabras que escuché antes de que aquel disparo acabase con mi vida.