Aunque
siempre había soñado con trabajar en televisión, tenía claro que tan solo había
dado el primer paso. Después de todos sus estudios no podía conformarse con su
actual cometido, por mucho que hubiera gente capaz de matar por formar parte
del equipo del programa con más audiencia del planeta. Todo estaba preparado
para una nueva emisión del reality más seguido de la historia. En cuanto él
abriera el telón, la mirada de millones de espectadores se fijaría en aquellos
protagonistas que les hacían las noches más amenas.
Cada
uno tenía sus favoritos y se podía centrar en ellos. Había gente de razas
distintas, diferente sexo e ideología de todo tipo. Algunos pasaban
desapercibidos, otros no paraban de llamar la atención. Había quien disfrutaba
la vida y quien la sufría; quien ayudaba a sus compañeros y quien los pisaba;
quien callaba y quien no paraba de gritar.
El
que más gritaba casi nunca tenía la razón, pero casi siempre terminaba por
hacerse lo que él decía. La fuerza era parte importante del juego. A los
televidentes les gustaba ver si en algún momento esa mayoría silenciosa se
cansaba de permitir injusticias. Rara vez sucedía. Para los participantes era
más sencillo seguir con la rutina y no complicarse. Preferían no llamar la
atención y vivir de la forma más tranquila esperando que fuesen otros los que
libraran sus batallas.
Comencé
a mover la enorme tela que cubría el objetivo desde el que se podía observar
todo. Tenía que retirarla por completo porque esa noche, una enorme luna llena
vigilaría ese plató que algunos llaman planeta Tierra.