miércoles, 28 de septiembre de 2022

LA VERDAD

 

“Menos mal que con los rifles no se matan las palabras.”  Del poema de Manolo Chinato “Abrazado a la tristeza”

 

LA VERDAD

 


 

     Nunca me había sucedido. Siempre fui bueno en mi trabajo, algunos pensaban que el mejor, por eso siempre existía alguien dispuesto a pagar mis elevados honorarios. Llegaba, cumplía y adiós muy buenas. Sin pensarme dos veces si lo que hacía era correcto ni las consecuencias que eso podría tener en el resto de la humanidad. No era mi problema si mis actos hundían una empresa, una familia o un país. Tan solo era un trabajo.

 

     Todo cambió de la forma más inesperada. Estaba acostumbrado a recibir suplicas, tal vez por eso me sorprendió más la serenidad de su rostro. Me miró a los ojos sabiendo que mi presencia significaba que todo su mundo se iba a tomar por culo, pero con la tranquilidad de quien no se arrepiente de ninguno de sus actos.

 

-Sé que lo haces por dinero, solo por eso, así que no vayas muy lejos porque pronto otro ocupará mi lugar. Cogerá el testigo y seguirá luchando por lo que yo lucho, así que tu “jefe” tendrá que volver a contratarte una y otra vez. Los asesinos como tú podréis atemorizarnos, quitarnos la vida, pero no hacernos renunciar a creer que una vida mejor es posible.

 

     Parecerá un absurdo porque lo era, pero nunca me habían llamado asesino a la cara. Aquellas fueron sus últimas palabras y aquel mi último trabajo.

 

domingo, 25 de septiembre de 2022

La vida es sueño

"¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son." Calderón de la Barca.

 

 


 

 

    Desperté en la cama de una cómoda habitación de hotel. La melena morena que se dibujaba sobre la almohada se encargó de recordarme que no todo es malo en los congresos de cirugía cardiovascular. Ser uno de los ponentes más jóvenes tenía algunas ventajas. Me di una ducha rápida antes de vestirme y poner rumbo al aeropuerto sin molestarme en despedirme.

 

     El avión salió puntual y, a pesar de no querer dormirme temiendo lo que podía suceder, el cansancio terminó venciéndome.

 

     Desperté entre cartones, con un tetrabrik de vino vació junto a la chaqueta que hacía las veces de almohada. Escondí parte de mis pertenencias entre dos contenedores ya que no podía llevarlas al refugio municipal. Tuve suerte y me otorgaron una cama, así que pude darme una ducha rápida (aunque con agua fría) y cenar caliente por primera vez este mes justo antes de envolverme en unas sábanas ásperas que me parecieron el paraíso.

 

     Abrí los ojos cuando el avión aterrizaba. Todavía me parecía notar el olor a desinfectante de la habitación compartida. Cuando llegué a casa me encontré a Eva con ganas de guerra. Después de una semana sin verla no se lo pude negar por muy cansado que estuviese. Nos dormimos abrazados después del segundo polvo…

 

     Al despertar en el catre que me asignaron ayer, la luz del sol comenzaba a entrar por la ventana. Echar dos polvos y despertar en un colchón me hace pensar que la vida (o los sueños) no siempre son tan crueles.

 

miércoles, 7 de septiembre de 2022

Aguantando de pie

 

 

Supe que algo iba mal en cuanto escuché cerrarse la puerta. Sus pasos acelerados hacia la habitación, sin descalzarse en el recibidor como tenía por costumbre, terminaron de confirmar mis malos presagios. Desolada, se volcó en mí como tantas veces había hecho antes. Le había dejado y su mundo se hundía de forma vertiginosa. Se acabaron las tardes comiéndose a besos protegidos por la oscuridad de la sala de cine, se acabaron las citas exprés para saciar su amor (al menos el de ella) en hoteles apartados de la miradas indiscretas. Se acabó. Le confesó que esperaba un segundo hijo con su mujer y que ya había puesto  a su familia en peligro durante demasiado tiempo por un juego que no le aportaba nada. Ni se dignó a escuchar sus desesperadas suplicas, se levantó y le dio la espalda. Se fue sin un beso de despedida ni un triste buena suerte, tan solo se giró y salió de la cafetería sin más.

 

 

No paraba de repetirme que era él, que era el hombre de su vida y que seguro que recapacitaría, aunque sus ojos inundados en lágrimas me dijeran que era consciente de que aquella historia había tocado a su fin.

 

 

 

 

Se quedó dormida entre sollozos, vencida por el agotamiento, justo cuando la luna comenzaba a iluminar la habitación impregnando el ambiente nocturno con su olor. Hoy era un olor amargo y salado, como las lágrimas que hace poco humedecían el rostro de mi ángel o como las que tendrían que estar resbalando por mis frías mejillas. No era la primera vez  que le rompían el corazón y que yo, como siempre había hecho, escuchaba sus lamentos enfadado con el mundo. No soportaba verla así, no soportaba ser consciente de su sufrimiento sin haber podido advertirle unos meses atrás, cuando la ilusión que pintaba su cara hacía que me muriera de celos. No soportaba no poder rodearla con mis brazos y susurrarle al oído que no se preocupara, que todo iría bien, que yo estaba a su lado. No soportaba hacer lo único que podía hacer, escucharla de pie, permanecer a su lado con mi rifle al hombro intentando no temblar de rabia, impotencia o lo que sea que siento mientras lloro sin lágrimas. Porque es lo que se espera de nosotros. Tenemos que ser fuertes, los soldados ni temblamos, ni lloramos y, menos aún, si somos de juguete.