“Menos mal que con los rifles no se matan las palabras.” Del poema de Manolo Chinato “Abrazado a la tristeza”
LA VERDAD
Nunca me había sucedido. Siempre fui bueno en mi trabajo, algunos pensaban que el mejor, por eso siempre existía alguien dispuesto a pagar mis elevados honorarios. Llegaba, cumplía y adiós muy buenas. Sin pensarme dos veces si lo que hacía era correcto ni las consecuencias que eso podría tener en el resto de la humanidad. No era mi problema si mis actos hundían una empresa, una familia o un país. Tan solo era un trabajo.
Todo cambió de la forma más inesperada. Estaba acostumbrado a recibir suplicas, tal vez por eso me sorprendió más la serenidad de su rostro. Me miró a los ojos sabiendo que mi presencia significaba que todo su mundo se iba a tomar por culo, pero con la tranquilidad de quien no se arrepiente de ninguno de sus actos.
-Sé que lo haces por dinero, solo por eso, así que no vayas muy lejos porque pronto otro ocupará mi lugar. Cogerá el testigo y seguirá luchando por lo que yo lucho, así que tu “jefe” tendrá que volver a contratarte una y otra vez. Los asesinos como tú podréis atemorizarnos, quitarnos la vida, pero no hacernos renunciar a creer que una vida mejor es posible.
Parecerá un absurdo porque lo era, pero nunca me habían llamado asesino a la cara. Aquellas fueron sus últimas palabras y aquel mi último trabajo.