martes, 20 de agosto de 2019

AL OTRO LADO DE LA PUERTA



     Antes de abrir la puerta respiré profundamente y recordé sus últimas palabras.





-¿Qué te vas? Por mí como si te pudres en la puta calle, pero no tardarás ni una semana en volver suplicando que te perdone. Tu vida es una mierda. Sin mí no eres nadie, no eres nada, solo otra zorra que no tiene derecho ni a consumir el aire que respira. Recuérdalo. En menos de siete días estarás ante esa puerta implorando volver a mi lado, a tu lugar, ocupándote de que tu hombre, yo, sea feliz y cuidando de que todo sea de mi agrado. Porque al fin y al cabo, es para lo único que sirves.





     Habían pasado seis días y me encontraba ante la misma puerta. Me lo imaginé al otro lado, con la casa hecha una pocilga y apestando a cerveza. La sonrisa de autosuficiencia que se debía dibujar en su rostro al escuchar la llave en la cerradura, me hizo comprender que parte de aquel discurso era cierto.





     Mi vida era una mierda.





     Dejé las llaves colgando y giré en busca de mi nueva vida mientras la sonrisa cambiaba de cara con el repicar de mis tacones alejándose de aquel infierno.