jueves, 26 de octubre de 2023

Con un solo guiño

 


 

 

 

Si opinase de manera objetiva, tal vez no diría que es una mujer increíblemente bella, pero me resulta imposible ser objetivo con ella. Trenza sobre el hombro. Sonrisa perenne. Mirada seductora sin tratarlo, dulce, alegre, repleta de vida. En el trabajo siempre de riguroso negro, ropa, pelo, ojos… Contrasta con su piel clara. Por su nuca quiere asomar un tatuaje, ¿hasta dónde llegará? 

 


             Su cara cambia cuando nuestras miradas se cruzan. No se descifrarla. ¿Seria? ¿Nerviosa? La última vez que nos vimos nada salió como yo esperaba, apenas hablamos y todavía no sé por qué. Me marche al poco de verla llegar, entre cansado, ebrio y celoso porque entró riendo con un cachitas que no había visto en mi vida. No tengo motivo para estar celoso y tal vez celoso tampoco sea la palabra. Decepcionado, creo que la palabra que busco es decepcionado. Conmigo, con el mundo, con la vida, con esa moneda capaz de caer de canto si me dan dos opciones para elegir. 

 

                Una cerveza que no había pedido se materializa ante mí. No la ha traído ella, pero le sorprendo observándome desde la cocina. La blanca piel de sus mejillas parece ruborizarse. Comenta algo con la camarera que me ha puesto la caña y las dos ríen. Me saca la lengua de forma burlona y a mí me da la impresión de que la vida ya no es tan mala y que esta mierda de mundo, empieza a ser algo más bonito... 


lunes, 16 de octubre de 2023

Noche en vela

 

 

 

 

De un tiempo a esta parte, no descanso bien. Llevo una semana sin dormir, o sin aprovechar las horas de sueño, todavía no lo tengo muy claro.

 

Llego a casa cansado, a pesar del estrés que me provoca el trabajo, siempre intento hacer algo de deporte para desconectar. Me meto en la cama poco después de las 11 sin apenas cenar, después de una ducha caliente para intentar relajarme y, cuando parece que voy a conseguirlo, escucho sobresaltado las doce campanadas de la iglesia del pueblo que me hacen abrir los ojos. A partir de ahí comienza el suplicio: abro la ventana y observo la luna. La noche está preciosa, pero no puedo perder el tiempo observándola. Me tumbo y comienzo a dar vueltas para un lado y para otro intentado encontrar la posición adecuada para que vuelva Morfeo. Cambio de almohada e incluso me incorporo un poco utilizando las dos a la vez. Suena la una en el campanario de la iglesia. Me levanto, camino descalzo sobre el suelo frío y caliento ligeramente un vaso de leche. La leche tibia con una pastilla de valeriana siempre me había funcionado... Suenan las dos. Me conecto a youtube y busco algún video al que no prestar atención, solo algo que me proporcione un ruido de fondo hacia el que dirigir mi mente. Al final me decido por un monólogo de Dani Rovira de esos que he visto mil veces. Craso error, termino de ver el cuarto cuando suenan las tres. Abro el libro de turno, comienzo a leer desganado pero se pone interesante y cuando suenan las cuatro reconozco que me ha desvelado todavía más. En breve sonará el despertador, pero poco a poco, el sueño comienza a vencerme hasta que me despierto sobresaltado: acaban de dar las 12 en el reloj de la iglesia...