A
través de las vidrieras puedo comprobar que fuera del bar musical la tormenta
no afloja. ¡Es lo que tiene la primavera! No hace demasiado frío, pero las
gotas que el viento estrella contra el cristal resbalan acariciándolo hasta
llegar al suelo. Así me siento cuando la veo, como una gota a la deriva que se
precipita hacia el vacío sin poder hacer nada para remediarlo. Tal vez sea la
escasa luz, tal vez la copa de más que llevo encima o tal vez mi vista no me
engañe y realmente este perfecta esta noche. No llama la atención. Es una chica
discreta que viste tejanos, botas de tacón bajo y camiseta azul celeste, pero
cuando veo su sonrisa, me resulta imposible apartar la mirada. Apenas hemos
hablado un par de veces. Creo que me saluda sin tener muy claro si me conoce o simplemente
lo hace por costumbre, por verme cada fin de semana en su local favorito
disfrutando del ambiente como ella hace.
Un
amigo me pasa un chupito de tequila. Me pongo sal en el dorso de la mano y cojo
un trozo de limón. Oigo su risa. Es imposible. La música está alta, pero me
parece oír como ríe por encima del regeatton, por encima de la tormenta. Chupo,
bebo, muerdo y cierro los ojos…
-Sé
que te puede parecer una locura, pero si pudiera, esta noche sería realmente
especial. Vámonos. Salgamos y paseemos hasta la playa bajo la lluvia. Quiero
que hagamos el amor en la arena mientras el cielo entero se precipita sobre
nosotros. Que los relámpagos iluminen cada gota que se deslice por tu cuerpo
desnudo. Quiero que los truenos silencien nuestros gemidos o que nuestros
gritos venzan su estruendo. Llegar a mi casa empapados y dejar un rastro de
ropa húmeda desde el recibidor al baño. Comenzar a empañar la mampara antes que
el vapor del agua caliente termine de hacerlo mientras nos desgastamos a besos.
Acariciarte y que me acaricies; usarnos de esponjas y caminar hasta la cama
metidos en el mismo albornoz. Quiero que veas el cielo estrellado en el techo
de mi habitación. Relajados. Sintiendo la tormenta al otro lado de la ventana
mientras una paz difícil de medir se apodera de nosotros. Tu cabeza sobre mí.
Tu melena alborotada dibujándose sobre mi pecho. Quiero que nuestras
respiraciones marquen el mismo ritmo y nos durmamos escuchando un solo latido…