La
puerta se cierra detrás de mí al entrar al lavabo amortiguando el punteo de
guitarra de Slash en November Rain. El suelo esta encharcado, como siempre, y
el fuerte olor a orín disimula incluso el de algún que otro cigarrito de la
risa. Me acerco al urinario. Se llama así, lo juro, me lo dijo google la
mañana posterior a una noche como la de hoy, cuando tumbado junto a Eva nos
reíamos borrachos sin querer ceder al cansancio acumulado. Siempre lo había
llamado meadero, pero desde aquel día utilizo su nombre siempre que puedo.
Echo
de menos aquellos años. La echo de menos.
Mientras apremiado
por la presión del exceso de cerveza me desabrocho los pantalones, aprecio
alguna mota de polvo blanco sobre la porcelana. Hay cosas que con el paso de
los años me cuesta entender cada vez más, pero seguro que a quien haya dejado
esos restos de cocaína también le cuesta entender mi transformación cuando me ve durante la semana.
No parezco
yo.
Traje y corbata, coche familiar (a pesar de no tener familia) barba
arreglada y pelo impecablemente engominado. Todo un respetable director de
banco. Poco
queda de aquel chico de barrio con tejanos ajustados y pelo largo que se volvía
loco tocando la batería en el garaje de Carlos. Tan solo la sombra que ahora
veo frente a mí, reflejada en el espejo y que vuelve cada fin de semana al
mismo antro para no olvidar sus raíces. Cuando tengo que meter barriga para poder
abrocharme los tejanos desgastados me doy cuenta una vez más de lo lejos que
queda aquel chaval.
Suena Leño: "no sé si estoy en lo cierto, lo cierto es que estoy aquí"
Vuelvo
a levantar la cabeza y reconozco el brillo de la mirada de aquel adolescente en
la mía. Rosendo tiene razón, son solo maneras de vivir.
El tiempo pasa, David. Buen relato en el que muchos nos podemos ver identificados. En realidad, creo que todos. Aunque como dijo aquel: "los viejos roqueros nunca mueren". Un abrazo!!
ResponderEliminarCierto! A pesar de evolucionar (o involucionar en algunos casos) dificilmente olvidamos el niño que llevamos dentro.
EliminarUn abrazo