miércoles, 11 de septiembre de 2019

MANERAS DE VIVIR


     La puerta se cierra detrás de mí al entrar al lavabo amortiguando el punteo de guitarra de Slash en November Rain. El suelo esta encharcado, como siempre, y el fuerte olor a orín disimula incluso el de algún que otro cigarrito de la risa. Me acerco al urinario. Se llama así, lo juro, me lo dijo google la mañana posterior a una noche como la de hoy, cuando tumbado junto a Eva nos reíamos borrachos sin querer ceder al cansancio acumulado. Siempre lo había llamado meadero, pero desde aquel día utilizo su nombre siempre que puedo.




     Echo de menos aquellos años. La echo de menos.






Mientras apremiado por la presión del exceso de cerveza me desabrocho los pantalones, aprecio alguna mota de polvo blanco sobre la porcelana. Hay cosas que con el paso de los años me cuesta entender cada vez más, pero seguro que a quien haya dejado esos restos de cocaína también le cuesta entender mi transformación cuando me ve durante la semana.


 No parezco yo.


 Traje y corbata, coche familiar (a pesar de no tener familia) barba arreglada y pelo impecablemente engominado. Todo un respetable director de banco.  Poco queda de aquel chico de barrio con tejanos ajustados y pelo largo que se volvía loco tocando la batería en el garaje de Carlos. Tan solo la sombra que ahora veo frente a mí, reflejada en el espejo y que vuelve cada fin de semana al mismo antro para no olvidar sus raíces. Cuando tengo que meter barriga para poder abrocharme los tejanos desgastados me doy cuenta una vez más de lo lejos que queda aquel chaval.





     Suena Leño: "no sé si estoy en lo cierto, lo cierto es que estoy aquí"




     Vuelvo a levantar la cabeza y reconozco el brillo de la mirada de aquel adolescente en la mía. Rosendo tiene razón, son solo maneras de vivir.



2 comentarios:

  1. El tiempo pasa, David. Buen relato en el que muchos nos podemos ver identificados. En realidad, creo que todos. Aunque como dijo aquel: "los viejos roqueros nunca mueren". Un abrazo!!

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    1. Cierto! A pesar de evolucionar (o involucionar en algunos casos) dificilmente olvidamos el niño que llevamos dentro.

      Un abrazo

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