Siempre
había pensado que era una leyenda urbana. Desde crío había escuchado que cuando
alguien está a las puertas de la muerte, veía pasar por su mente su vida a
cámara rápida. Decían que todos los recuerdos (buenos y malos) y todas las
personas importantes surgían del subconsciente, incluso gente que creías que no
lo eran y ahí te dabas cuenta de lo equivocado que estabas.
Yo no lo
creía. ¿Cómo vamos a saber lo que ve alguien que está a punto de morir? Nadie
que lo haya visto ha vuelto para contarlo, y si alguno había vuelto, lo había
hecho sin recuerdos de su vida anterior. Sin embargo, mientras caía al vacío me
daba cuenta de que era verdad.
Llevaba
cuatro años haciendo escalada libre. Sí, es un deporte arriesgado, pero la
sensación de estar a trescientos o cuatrocientos metros de altura sabiendo que
sólo tus manos te mantienen pegado a la pared, aferrado a este mundo, era algo
difícil de explicar. La sensación de que el pie resbala y la mano no consigue
sujetarte, es algo todavía más complicado de describir, pero era lo que me
había sucedido.
Mi cuerpo
descendía cogiendo velocidad, y tenían razón, mi vida comenzaba a pasar como si
de una película excesivamente revolucionada se tratase. Alguna imagen de la
infancia, excursiones del cole, la familia… y de repente la vi. Nos conocimos
de casualidad, cuando sólo éramos unos adolescentes, y desde ese momento,
aparecía en todos los momentos que resultaban ser importantes para mi
subconsciente. Desde aquella noche tonta en que nublados por el alcohol
acabamos besándonos, a la mañana lluviosa en que enterramos a mi padre. Cientos
de situaciones, a priori olvidadas, en las que siempre estaba a mi lado. En los
buenos y en los malos momentos. Era ella. Toda la vida buscando a alguien que
había tenido tan cerca y que no había sabido ver.
A pocos
metros del suelo tomé la decisión de volver a buscarla. Si
realmente existía la reencarnación, me resultaría imposible olvidar las últimas
imágenes vistas en mi actual vida y convertido en otro ser la reconocería y disfrutaría cada segundo
a su lado como si fuese el último. Como si fuese el que estaba viviendo en ese
momento.
Del dolor
del golpe inicial pasé a la extraña sensación de estar flotando. Abrí los ojos
y me vi en el fondo de lo que parecía un río rodeado de peces y pensando en
ella. “¿Qué hago aquí? Soy un pez! No puede ser, tengo que seguir recordando
a…..” “¿Qué era lo que tenía que hacer?” “uyyyyy, qué buena pinta tiene ese
placton!.“
Muy buena escritura. Felicitaciones.
ResponderEliminarUuuuY. ¡Qué resolución original!¡Qué poca constancia para los propósitos, caballero! Me encantó especialmente la escena de la caída libre.
Gracias Beba!!! Se que tus comentarios son siempre completamente sinceros, por eso los aprecio tanto.
EliminarLa reencarnación no se controla y los peces... dejémoslo en que no andan muy bien de memoria!
El hombre propone... Nunca he sabido por qué se supone que los peces no tienen ni pizca de memoria. Pero si tenemos que atenernos a tu relato, está claro que así es, jeje. Qué pena que tu portagonista no haya podido reencarnarse como deseaba, pero eso es algo que, si existe, seguramente que no podemos controlar. También cabía la posibilidad de haberse reencarnado en un ser humano pero de sexo femenino y enonces tampoco habría podido ver cumplido totalmente su deseo. Así que quizá sea mejor que no recuerde nada, jajaja.
ResponderEliminarUn abrazo y te deseo suerte en el concurso.
Creo que a él le daba un poco igual en que reencarnarse siempre que no la olvidara. Tal vez todos pasamos por pez antes de volver a ser personas, eso explicaría muchas cosas!
EliminarJeje, qué bueno! Me encanta ese final. Mucha suerte en el Tintero, David.
ResponderEliminarEmpiezas el comentario riendo!!! Me gusta! No se me da muy bien hacer reir, me alegro de haberlo conseguido esta vez.
EliminarAunque al parecer ya está desmontado el mito de la poca memoria de los peces, el título le va genial a tu relato David.
ResponderEliminarMe ha gustado como describes la sensación de escalar “sabiendo que solo tus manos te mantienen pegado a la pared, aferrado a este mundo”. Supongo que escalar te abre un mundo de adrenalina solo degustable para los afectos al deporte de riesgo. Mi hijo escala, bucea y surfea, le comenté esta frase y me dijo que, efectivamente, es así como se siente.
Bueno David, espero que tu prota no termine en alguna sartén ;)
Nunca hice escalada ni otro tipo de deportes de riesgo pero me gusta ponerme en situaciones como esa e imaginar. De hecho, me gusta imaginar en cualquier situación!!!
EliminarA mi tampoco me gustaría que acabase en una sarten, sobre todo porque está escrito en primera persona!!!
Me ha gustado tu relato David,... esa reercanación en un ser vivo del que por todos es conocida su ausencia de memoria, es muy buena, también el texto.
ResponderEliminarGracias Norte!! Tengo un poco abandonado el "mundo blog", espero volver a estar 100% operativo y preparado para viajar contigo en breve.
EliminarUn abrazo
¡Vaya jugarreta! Mala suerte la de nuestro protagonista; jamás hubiera pensado que se reencarnaría en una especie de Dory pero... sí que tiene buena pinta ese plancton. Je, je, je.
ResponderEliminarMucha suerte en el Tintero, David.
¡jajaja! Ese final tan divertido rompe toda la tensión del relato.
ResponderEliminarUn abrazo, David.
Gracias, David, por participar con este relato en EL TINTERO DE ORO. Un abrazo y suerte!!
ResponderEliminarDavid has escrito un relato divertido a pesar de lo que piensa alguien que está apunto de morir. Reencarnarse es un pez es buena acción y un buen final. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Qué bueno, David! Has acabado con un ingenioso toque de humor un relato que hasta ese momento trataba de un tema trascendente, vaya que sí, y el reto te ha quedado redondo.
ResponderEliminarTe deseo mucha suerte en EL TINTERO DE ORO.
Un fuerte abrazo.
¡Menuda faena reencarnarse en un pez con su consabida mala memoria! Mucho me temo que lo de volver al lado de la chica va a ser complicado, pero quién sabe si en una de sus muchas vueltas el destino no hace una pirueta... El final me ha hecho sonreir :)
ResponderEliminarUn abrazo y mucha suerte en el Tintero.
Un final trágico-cómico. Que bien que te quedó la historia. Por cierto, ese plancton si parece sabroso sí ¿Qué te estaba diciendo?
ResponderEliminarSuerte y abrazos.
Hola David
ResponderEliminarSorprendente final que te deja a boca abierta. Me parece original y divertido.
Un abrazo y suerte
Desde luego, puestos a recordar la vida anterior el pez es el menos indicado. Una historia bien contada con un final divertido. Mucha Suerte en el Tintero de Oro. Un abrazo, David.
ResponderEliminarBuen relato, David. Suerte en el Tintero
ResponderEliminarUn personaje contradictorio y paradójico. Es una propuesta arriesgada, aunque bien contada. Buena despedida al Tintero. Un abrazo
ResponderEliminarHola David, vaya ¿un pez? siempre han dicho que no tienen mucha memoria jeje es por eso que... Por otro lado, el riesgo de muerte que conlleva ese deporte me imagino que es estar entre el cielo y la tierra, el más allá y la reencarnación. Un abrazo
ResponderEliminarVerdadera mala suerte reencarnarse en un pez, quizás en la próxima reencarnación tenga más suerte. Me ha gustado tu relato y el giro que toma en el último párrafo, convirtiendo en comedia lo que apuntaba a tragedia. Un saludo y suerte en el tintero.
ResponderEliminarGenial el giro final, David. Un relato muy bien narrado, con ese tono nostálgico de quién encuentra por fin el amor y sabe que ya no puede estar con él y luego...¿a qué ha venido yo a este blog?... ;-)
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