Amor a primera vista
Recuerdo
como si fuera ayer la primera vez que me fijé en ella. Por aquel entonces yo
era poco más que un niño y lo que más me llamó la atención fue que contagiaba
felicidad a los que estaban a su alrededor. Creo que fue en aquel preciso
instante, una calurosa mañana de Julio, cuando decidí que aquel verano no
pasaría sin que mis labios la rozasen…
Y
así fue.
A
nuestro primer encuentro furtivo le siguieron un segundo y un tercero. Todos
diferentes, pero siempre logrando hacerme sentir bien. A medida que fui
creciendo me resultó cada vez más difícil no pensar en el instante en que
podría volver a disfrutar de su cuerpo, a veces tomándolo a poquitos, otras
volcando en ella todas mis ansias. Siempre estaba ahí, siempre dispuesta;
acompañándome en los buenos momentos y ayudándome, a su manera, cuando las
cosas no me iban bien. Fundiéndose conmigo en los momentos oportunos e incluso
haciéndome ver las cosas desde otro punto de vista.
Con
el paso de los años he aprendido a disfrutar con ella de otro modo. El ansia,
la pasión de la juventud, ha dado paso a una serenidad calmada que no por eso
impide que los momentos a su lado, aunque sean menos habituales, sean mejores.
Porque con el paso del tiempo, intentamos alargar los minutos en vez de
devorarlos y siempre es un placer alargar el tiempo con mi rubia. Porque hay algunos
instantes, con una cerveza entre las manos, que no querríamos que terminase
jamás.
Esta vez no me has pillado. No sé por qué me lo imaginé enseguida. Tal vez por la imagen que adjuntas. Un buen relato con un buen equívoco.
ResponderEliminarUn beso.
Jajaja vaya con ese primer amor. Me has pillado David.
ResponderEliminarUn beso y a disfrutar con la rubia
Jajaja,... jamás hubiese imaginado ese final..., aunque tengo que confesarte que a mi me gustan las rubias un poco malteadas,... que no de malta.
ResponderEliminar;-)
Anda ya, que vas a cambiar una por lo atra, y mira que yo me quedo con la burbujeante, jeje. Abrazos
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