Los
amigos de Toni resultaron ser bastante parecidos a él, y la cena se compuso de
unas latas de aceitunas rellenas, distintas variedades de patatas fritas de
bolsa y cerveza fría en cantidades industriales. Al comenzar la segunda parte,
la cara de algunos de los presentes fue tensándose de manera sospechosa, pero
ninguno consumió drogas en presencia de David. Una botella de wisky de malta y
un par de horas de poker completaron la velada. La verdad es que n se le dio
mal, terminó ganando unos 80 euros y aceptando la propuesta de tomar la
penúltima copa en el Águila Negra.
El Águila
Negra era un club de alterne, de los muchos que iluminan con sus neones las
carreteras nacionales del Sur de de nuestro país. Los guardias de seguridad
saludaron a Toni con la naturalidad que proporcionaban sus frecuentes visitas
nocturnas al local.
-Pide lo
que quieras Catorce –estaban tomando por costumbre llamar a David por el número
de su camiseta, y la verdad, a él no le disgustaba- Tengo algunos negocios con
los dueños, así que el dinero no es problema. Disfruta del ambiente mientras
hablo con mis socios, no tardaré demasiado.
La luz
del local era bastante tenue. Una barra, en la que tres señoritas abordaban a
los clientes que allí se encontraban, ocupaba la esquina más cercana a la
puerta principal. Una pista de baile en la que otras cinco chicas se movían de
forma sugerente daba paso a dos reservados y a una puerta abierta tras que se
podían ver unas escaleras. Las cortinas de los reservados no estaban echadas,
por lo que no era difícil de imaginar lo que solía suceder tras ellas: un
pequeño escenario redondo, con una barra vertical, ocupaba el centro del
habitáculo, y a su alrededor, asientos de piel con capacidad para grupos de
cinco o seis personas. Los bailes privados deberían de ser una constante de las
fiestas durante los fines de semana.
Se sentía
mareado, sin duda la ingesta de alcohol había vuelto a ser mayor de lo
aconsejable, pero entre las luces, la música y el humo del local, decidió
dejarse llevar y pidió un tequila. Sabía que estaba mezclando más de la cuenta,
pero n tardo mucho en dejar de pensar. Notó unos pechos apretándose contra su
espalda mientras una voz le susurraba al oído algo que no llegó a comprender.
Antes de poder reaccionar, unas manos comenzaron a recorrer su pecho bajando
desde los hombros mientras los labios que antes le susurraban, ahora le
acariciaban la nuca haciendo que un escalofrío le recorriera la columna
vertebral de punta a punta.
-Cariño,
¿me invitas a una copita de de champagne? ¿o prefieres que no perdamos más el
tiempo?
-Pues la
verdad es que ya somos mayorcitos para tonterías ¿no crees? Me tomo el tequila
y soy todo tuyo.
-No
cariño –le volvió a susurrar al oído- Cuando te tomes esa copa, yo seré toda
tuya.
En ese
momento fue cuando conoció a Jelena. Una larga y lacia cabellera rubia
enmarcaba una cara de rasgos eslavos. Ojos verdes y unos carnosos labios rojos
a los que la chica acababa de llevarse uno de los dedos de David atraían la
atención de cualquiera, pero el resto del cuerpo era todavía más espectacular
que la cara. Se sacó el dedo de la boca sin dejar de mirar a los ojos del
catorce y lo espolvoreó con sal. Después de chupar la sal y tomarse el chupito,
ella estaba esperando con un trozo de limón entre los labios, esos labios que
tal y como él se imaginaba, le iban a proporcionar muchos momentos agradables.
Antes de darse cuenta, subía por unas estrechas escaleras con los ojos clavados
en una faldita de colegiala que se balanceaba a cada escalón que subían. Al
final de las escaleras, un cartel anunciaba que había llegado a algo parecido
al paraíso:
“EL
SEPTIMO CIELO”
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