Aprovecho la entrada de esta semana para presentaros un proyecto de cara a fin de año. En el enlace adjunto encontraréis información sobre el proceso de financiación de un libro de relatos que, sin duda alguna, sería un buen regalo de cada a la navidades que tenemos a la vuelta de la esquina.
https://es.ulule.com/relatos-compulsivos/
Atardece en las montañas. Sentado en el porche inspiro profundamente el aroma de la taza de café que sostengo con una mano. Doy una calada a un cigarro y expulso con fuerza el humo que se diluye en el frío aire que me rodea. Es una bonita tarde de principios de noviembre en la que las laderas se pintan de mil colores. Entre los bosque de abetos aparecen, tiñendo de rojo el verde manto, árboles repletos de castañas. Pronto estarán cubiertos de blanco. En las zonas más elevadas, las primeras nieves ya brillan bajo los últimos rayos de un sol anaranjado que comienza a ocultarse tras los picos más altos. El cielo, despejado, anuncia una bonita y gélida noche. Hice bien en bajar el ganado un par de semanas atrás, ahora que comienzan las nevadas y el hielo empieza a hacerse dueño de parte del camino, el descenso habría sido más complicado.
Me
levanto y camino despacio hacia el establo. Hace tiempo que las flores
desaparecieron y solo hierba húmeda rodea el camino que me lleva hasta él. Al
otro lado del cercado de madera que protege la entrada del viejo edificio, un
montón de paja seca junto al pequeño abrevadero espera la compañía de alguna de
las reses que aguarda en el interior. La puerta chirría al abrirse pero los
animales, acostumbrados a mi presencia, siguen con lo que hacían. Alguna vaca
muge a modo de saludo. Rosita está en la parte más alejada. Le acaricio la
cabeza mientras abro la portezuela metálica que la mantiene encerrada. Lleva
años conmigo y su salud está muy deteriorada últimamente. Después del parto del
año pasado le cuesta moverse y parece que no tenga ganas de seguir con el resto
del rebaño. Atravieso la puerta caminando a su lado, hablándole como siempre
hice, como a un amigo fiel, a pesar de ser consciente de mi traición. Le
acompaño hasta el abrevadero y le dejo bebiendo antes de ver como se dirige a la
pared para intentar guarecerse ante la llegada de la noche.
Apenas
queda luz solar.
Vuelvo
al porche con una enorme sensación de culpa. Desde la primera aparición del
monstruo no he encontrado otro modo de tenerlo controlado. Recuerdo aquella
vez. Aquella mañana de septiembre en la que descubrí la mitad de mi ganado
malherido en el prado. La sensación de impotencia ante la crueldad mostrada por
esa bestia.
Empieza
a aparecer la luna. Esta noche brillará con fuerza. Debo irme; él está cerca.
Se
me empieza a erizar la piel, mi visión se desenfoca levemente y mi olfato se
agudiza. Desde aquí noto el olor a miedo de la ternera que, tranquila hasta hace
un momento, empieza a removerse inquieta sabedora de que la bestia no tardará
en llegar. Puedo escuchar cómo se acelera su respiración, cómo late su corazón.
Una lengua áspera relame mi hocico y unos colmillos que no dejan de crecer. Lentamente
me acerco a Rosita que, paralizada por el terror, fija su mirada en mis ojos sanguinolientos
pidiendo clemencia.
Hola David! este relato atraviesa tres fases. La primera parte es descriptiva, preciosista si quieres, donde parece que nos traes tan sólo la evocación de unos paisajes hermosos y la apacible vida en el campo. Todo cambia cuando entra en juego La Bestia, entonces empezamos a vislumbrar que hay algo más, que de algún modo el relato tomará otra dimensión. Y es en ese momento cuando introduces el giro final, inesperado y que cambia por completo la perspectiva de la historia. Una vuelta de tuerca magistral sin duda y que da valor a todo lo escrito con anterioridad. Tal vez, y esto es una opinión personal, lo único que sobraría es la última frase, una justificación innecesaria cuando en la frase anterior el desenlace había quedado claro, que a mi modo de ver resta fuerza a esa lapidaria frase anterior, pero como te digo es una opinión personal que en nada desmerece un relato brillante. Enhorabuena David. Un abrazo.
ResponderEliminarLas primeras frases y las últimas marcan mucho los relatos tan cortos. Es algo muy subjetivo, pero hay veces que me cuesta encontrarlas y, aun así, es complicado que estén a gusto de todo el mundo. Puede que con una de las dos últimas fuera suficiente, el siguiente comentario piensa algo parecido pero le gusta más la última que la penúltima!!!
EliminarUn abrazo y gracias por la visita ;)
Excepto el crudo final, todo el relato rezuma un depurado estilo bucólico para describir el entorno, el escenario. Luego, la paz y el sosiego de lo que, aparentemente, envuelve la vida del protagonista, se transforma, de repente, en una realidad muy distinta, revelando su verdadera naturaleza. Me ha gustado mucho el desenlace que solo he intuído muy al final.
ResponderEliminarHe leído el comentario de Jorge Valín y, puestos a sugerir un retoque, yo sería, en cambio, más partidario de eliminar la penúltima frase, la que evidencia con claridad la transformación física, jeje.
Estupendo relato, David.
Un abrazo.
Estoy por hacer un corta pega con mi respuesta a Jorge!!! Cuesta encontrar finales redondos, pero seguiré trabajando en ello.
EliminarGracias por tu visita ;)
Un abarazo
Hola, David.
ResponderEliminarComo el resto de compañeros opino que el final es magistral, en ningún momento del relato he podido vislumbrar lo que más tarde iba a suceder, y eso es me ha sorprendido y encantado.
Bien podría sugerir un día de trabajo normal y harmonioso, pero no.
Muy bueno de verdad.
Sobre el proyecto, ya hice mi aportación hace un tiempo; y estoy deseando que se cumpla y poder recibirlo, ;)
Un beso.
Gracias por el comentario, la visita y la aportación! Por cierto, se cumple, ayer llegamos al importe necesario así que para estas navidades tendré relatos en papel por duplicado (uno de ellos lo compartimos, no?)
EliminarUn beso!
No, David, ;) Yo os compraré y leeré. Qué bien, como me alegro por vosotros. ¡Felicidades!!!
EliminarNo me has entendido!! Me refiero a que en el libro del tintero compartimos autoría! ;)
Eliminarja, ja, ja Sííí, te había entendido. Y no, tampoco formo parte del libro del tintero, ya me gustaría, ya.
EliminarUn besote.
Siempre creí que las leyendas, por muy descabelladas que parezcan, rezuman realidad,... y es que todos llevamos nuestra pequeña bestia dentro!
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