La
observo mientras baila sonriente, con el pelo alborotado y un movimiento de
caderas que me vuelve loco.
Solía
coincidir con ella en la estación de tren. Era una de esas personas que no
conoces, pero que después de cruzarte con ella una y otra vez, terminas por
saludar. Solo se trataba de un gesto educado, aunque me sintiese atraído por
ella la primera vez que la vi. Me llamaron la atención dos cosas: esos enormes y
expresivos ojos claros, y sus calcetines. Solía llevar, o al menos así era
siempre que alcanzaba a verlos, calcetines de colores alegres, a pesar de que
no siempre quedasen bien con resto de su indumentaria.
Me
pregunto de qué color serán sus calcetines esta noche. Es nuestra tercera cita
y, en la segunda, habíamos tenido una curiosa charla sobre ese tema. Aquel día
llevaba unos calcetines naranjas, bastante gorditos. Me explicó lo importante
que eran para ella cuando le dije que los de nuestra anterior cita (unos a
rayas de mil colores, a cual más estridente) me habían robado una sonrisa nada
más verlos.
−Esa era mi
intención, necesitaba sentirme graciosa. Para mi alguien capaz de hacerme reír
tiene mucho ganado y esos calcetines me transmiten su alegría. Hacen que pierda
la timidez y me dan ese puntito de desparpajo que necesito para poder bromear
con alguien y hacer según que comentarios. Estos naranjitas que llevo me
aportan calor. Me dan la luminosidad que hoy le falta al Sol para poder sonreír y
recordarme que hasta en los días más oscuros encontraremos cosas que nos
aporten la fuerza suficiente para seguir caminando.
Me
resultó curioso que el día en el que decidí proponerle tomar un café los
llevase verdes. Se encontraba sola en la cafetería de la estación, leyendo
mientras una taza humeante descansaba a su lado. Le pregunté si le importaba
que me sentase en su mesa y allí comenzó todo.
Esa
tarde venía de una reunión importante que resultó ser un éxito. Se puso los
calcetines verdes para que el optimismo y la esperanza le acompañasen todo el día.
El broche perfecto, había llevado a aquel chico que le solía sonreír desde la
distancia y al que esperaba ver en el tren de vuelta, a sentarse junto a ella y
compartir capuccino y conversación mientras los trenes partían uno tras otro de
la estación.
Se
acerca bailando sensualmente y pega su cuerpo al mío. Mientras su mano
izquierda acaricia mi nuca, sus labios rozan el lóbulo de mi oreja antes de
susurrarme:
−Que sepas que hoy llevo calcetines
rojos.
Qué bonito relato David, te pinta una sonrisa y me encanta esa manera de jugar con los colores y el estado de ánimo. Espero que la cita de rojo sea de lo más apasionada.
ResponderEliminarBesos
Mi protagonista también lo espera!!!
EliminarPetonets
Precioso, David. Me encantan los calcetines de colores y rayas y cuadros y todo tipo de dibujitos... pero no me atrevo a ponérmelos porque no suelen quedar bien. Tu personaje me ha dado toda una lección.
ResponderEliminarUn beso.
Yo suelo llevarlos negros, soy muy soso a la hora de vestir, pero me pasa como a ti: me gustan y suelo fijarme en ellos.
EliminarUn beso
¡Qué bueno, David! Conozco a gente que cambia de perfume o de color de barra de labios según su estado de ánimo, pero no que use los calcetines de esa forma. Me ha parecido un detalle muy original y divertido. Por cierto, ese rojo promete... ¡Bien por tu prota! :))
ResponderEliminarUn abrazo.
Pues todo surgió de unos calcetines naranjas y calentitos!!!
EliminarGracia por tu visita.
Un abrazo.
Qué bonita historia has creado, David.
ResponderEliminarPreciosa de verdad y con mensajes muy valiosos, del que me has arrancado una sonrisa.
Un beso, y feliz semana.
Siempre es un placer hacer sonreir a la gente!!!
EliminarUn beso y feliz juernes!