Las campanas tocaban a muerto. En las ciudades la gente pasa por delante de los tanatorios sin preguntarse si quiera quién habrá dentro, conscientes de que es muy difícil que alguno de los difuntos forme parte de su círculo más cercano. En el campo todo el mundo sabe por quién doblan las campanas desde antes de que lo hagan. Las noticias vuelan de barrio en barrio, de calle en calle, de casa en casa, sobre todo si son malas, y la pérdida de un vecino en un pueblo pequeño, en el que todo el mundo se conoce, siempre es motivo de tristeza.
Para mí, las campanas de hoy eran un paso más hacia el abismo. Desde que llegamos, me costó acostumbrarme a esta vida, aunque sabía que era la única opción que nos quedaba. Perder mi trabajo fue un frenazo para nuestra economía, que David perdiera el suyo, comenzó a resultar preocupante; pero que meses después ni él ni yo hubiéramos logrado conseguir uno nuevo, convirtió nuestro día a día en un vivero de problemas. Recortes obligados por la falta de ingresos, nervios que llevan al mal humor y a reproches tan absurdos como innecesarios… a veces tener demasiado tiempo para pensar provoca que la mente te juegue malas pasadas y la convivencia, plácida en épocas de bonanza, se convierta en algo parecido a un infierno.
Un día llegó a casa con la cara iluminada. Le había llamado un amigo del pueblo de sus padres que necesitaba ayuda con su empresa. No era un trabajo que le gustase en exceso ni estaba bien remunerado, pero era un trabajo. Allí teníamos la vieja casa de su familia que podíamos convertir en un hogar con pocos retoques, y si alquilábamos el piso en el que vivíamos, la hipoteca dejaría de ser un problema, ya que se iría pagando con el dinero de los inquilinos.
Y así, un mes de septiembre, comenzamos nuestra nueva vida…
Lo que económicamente fue una solución, se convirtió en un duro golpe para mí. Al principio me entretenía haciendo arreglos en casa, pero poco a poco, el hastío fue adueñándose de mi día a día. Alejada de mis amigas y acostumbrada a otro ritmo de vida, la rutina me hundía cada vez más. Nada que hacer. Ni cines, ni teatros, ni chicas con preocupaciones similares a las mías con las que tener charlas interesantes. Mi timidez tampoco ayudaba, así que las jornadas se sucedían cada vez más aburridas, esperando la llegada de David, que cansado después de muchas horas de trabajo y demasiados kilómetros recorridos, solo llegaba a casa pensando en descansar. Después de una breve conversación, se iba a dormir dejándome con una copa vino en una mano y un libro en la otra como única ayuda para combatir la soledad.
Una mañana conocí a Encarna. Era una mujer mayor, de la edad que ahora tendría mi madre, que comenzó a alegrarme las frías tardes que a partir de noviembre castigaban el pueblo. Sus batallitas junto a la chimenea me llevaron a otro pueblo muy lejano en el tiempo, en el que la gente no necesitaba mucho para ser feliz. Se le iluminaba la cara hablando de sus nietos y recordando los veranos en que David, todavía niño, pasaba el día haciendo trastadas con sus hijos.
El 20 de diciembre me levanté mareada y vomité incluso antes de desayunar. Poco después, la hija de Encarna llamó a nuestra puerta pidiendo ayuda: su madre no despertaba. Las náuseas me acompañaron durante todo el día y esta mañana, durante el sepelio, a duras penas pude aguantar en el interior de la iglesia durante la misa que el párroco ofreció en su memoria. Al salir de la iglesia, las lágrimas habían cesado pero los nervios seguían atenazándome el estómago. Es domingo, por lo que el centro de salud no abriría (otro inconveniente, solo teníamos asistencia médica dos días por semana). David me convenció para pasar por la farmacia antes de volver a casa. Estaba cerrada, pero esta vez no fue un problema ya que aquí la mayoría de vecinos que tienen negocios viven en la planta de encima de sus locales. Cuando estábamos a punto de marchar, escuchamos a nuestra espalda la voz de la vieja farmacéutica que llegaba a casa. A pesar de que hacía años que su hijo se encargaba de la farmacia, ella seguía viviendo allí. Nos abrió la puerta renegando por el triste final de su amiga Encarna y me preguntó que me pasaba.
-Creo que es la ansiedad y los nervios por la muerte de mi vecina. Se había convertido en alguien importante para mi y el golpe ha sido más duro de lo que esperaba.
Me escuchó asintiendo, sin dejar de mirarme a los ojos antes de perderse en el interior de la rebotica para salir poco después con una caja alargada que dejó sobre el mostrador.
-Utilízalo en cuanto llegues a casa y si no da
el resultado que yo espero, no es necesario que me lo pagues. Eso sí, funcione o
no funcione, no dejes de pasar por la visita del doctor esta semana.- Me aconsejó vistiendo su rostro con una amplia sonrisa.
Marchamos de allí contrariados, pero ahora, ya en casa, somos nosotros los que sonreimos al ver el test de embarazo teñirse de rosa.
Gracias, David, por participar con este relato en el homenaje a Charles Dickens y Cuento de Navidad. Un abrazo y suerte!
ResponderEliminarHola, David. Un cuento que comienza con la dureza del desempleo y acaba con todo un final feliz de esperanza por el futuro nacimiento de un hijo. Nos has llevado del mundo de la ciudad al rural en pocos párrafos y del desencanto y dolor por la pérdida de su amiga hasta el recibimiento de buenas noticias al final. En menos de 900 palabras nos has mostrado el ciclo de la vida. Felicidades. Suerte. Saludos.
ResponderEliminarHola, David: Un rosario de situaciones dolorosas y un inesperado final feliz. Imagino el alma sociable y amorosa de Encarna, negociando en el cielo este regalo de Navidad, tan especial.Felicidades para vos.
ResponderEliminarBueno, David: No sé si se perdió mi comentario por un "error de dedo", o por alguna configuración de tu blog (aunque no hubo ninguna notificación al respecto). Por si no se manifiesta en un lapso aceptable, reitero mis aplausos por tu historia, tan humana, con caídas y levantadas inesperadas. Me encantó el ambiente sereno y amistoso del pueblo.
ResponderEliminarMuchas felicidades.
Hola David. Un relato teñido de rosa en su etapa final, y a pesar del clamor de campanas tocando a muerto, el corazón de la mujer de tu cuento tocaba a rebato de pura alegría.
ResponderEliminarUn cuento con esperanza de, como reza el título, un nuevo comienzo.
Un abrazo, compañero
Por fin una buena noticia que compensará la tristeza de la pérdida de la nueva amiga. Qué mejor regalo que un bebé que alegrará la vida y acabará con la soledad de la joven y seguramente afianzará la relacion de pareja.
ResponderEliminarUna historia tan bonita como real.
Un abrazo.
Muy adecuado tu relato. Me gusta mucho lo que comentas al principio de los tanatorios. Es verdad, que para Los Humanos, La Muerte es algo que le pasa a Otros. pero La Amiguita de La Guadaña sigue peregrinando y haríamos bien en tener la humildad de no olvidarlo. Estupendo pues, este cuento articulado por un contraste buenísimo : Empieza con Lo Luctuoso, y acaba con La Vida, y entonces la satisfacción es ciclópea.
ResponderEliminar¡Vivan Las Navidades!
Una bonita historia navideña de esperanza. la felicidad y el equilibrio se pueden encontrar donde menos se imagina. Mucha suerte en el concurso.
ResponderEliminarUn beso.
Yo creo que nos nacera una hermosa niña . Sera pues como su nombre lo dice Encarna que vuelve a estar con nosotros.
ResponderEliminarHola, David. Me he sentido como en casa, o en mi pueblo, pero de cuando era pequeño y estábamos tan asilados como tus protas. Vaya relato más triste, pero con un final lleno de esperanza, la vida se abre camino y eso es lo más maravilloso de ella.
ResponderEliminarUn abrazo y feliz Navidad!
Hola David, tu relato nos hace acompañar a esta joven pareja en sus infortunios pero también en el regalo navideño mas hermoso que pueden tener, que es el arribo de un nuevo integrante a su familia. Hay un montón de cosas para la reflexión en tu relato. Me ha gustado mucho. Un abrazo.
ResponderEliminarSerá una niña tierna y poderosa como Encarna, como las mujeres de hoy y de siempre.
ResponderEliminarFeliz Navidad!!!
Bonito cuento muy bien dramatizado en primera persona que nos trae las dificultades de la adaptación a cualquier entorno nuevo. ¡Felicidades!
ResponderEliminarBonito cuento que ansia la llegada del bebé. Un placer leerte. Abrazos y feliz Navidad
ResponderEliminarUna historia que comienza con toda la dureza que conlleva la falta de trabajo. El final es agridulce, una vida que se va y otra que llega. Con la tristeza y la esperanza a flor de piel. Muy bueno, David.
ResponderEliminarUn abrazo
Un final muy esperanzador para una historia que refleja muy bien las condiciones de vida del mundo rural y los estragos de la incertidumbre económica. Muy buen relato, David. Mucha suerte.
ResponderEliminarUna historia triste que se llena de esperanza con la venida de esa bebé que llega un nuevo comienzo. Suerte en el tintero. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, David. Mira qué vista la de la farmacéutica retirada. Más sabe el diablo por viejo que por diablo. Este embarazo es la esperanza y esperanza lo es todo cuando se ha tocado fondo en los pesares. Hs plasmado muy bien la realidad la desazón de quien creía que lo tenía todo y se queda sin nada. Al menos la salida del pueblo siempre está ahí. Es lo que igual tenemos que hacer muchos. Me ha gustado este relato triste y con luz al final del túnel. Un abrazo.
ResponderEliminarQue buena historia, un relato de la vida misma, adaptarse a los cambios siempre es duro y más si pierdes a la gente que te alegra el día. Menos mal que la vida continúa y da alegrías de vez en cuando.
ResponderEliminarUn saludo y Felices Fiestas.
Hola, David. Un cuento navideño el tuyo con muchos visos de ser una realidad por desgracia cotidiana. Como se suele decir unos se van para dejar sitio a los que llegan como ley de vida. Lo positivo para mi en tu relato es que si te adaptas puedes salir adelante y continuar con otra vida que a la larga puede resultar más gratificante. Saludos y suerte. 🖐🏼🎅🏼
ResponderEliminarHola, David. La vida sigue su curso, y al entierro de la querida Encarna le sigue la noticia de una nueva criatura en el mundo.
ResponderEliminarMuy bien tratado ese abismo ¿infranqueable? que hay entre el mundo rural y la ciudad. Es complicado habituarse a una vida menos desenfrenada, sobre todo para una pareja joven, pero seguro que la nueva vida que la protagonista lleva dentro ayudará mucho.
Muy buen trabajo, como siempre. Te felicito.
Un abrazo enorme.
La vida sigue ,aunque no igual. La farmacéutica sabía pas por vieja que por farmCeuitica; en cuanto le puso el ojo Encima, diagnosticó con precisión. Ojo clínico.
ResponderEliminarMuy bien sguantado el final hasta el último segundo.
Saludosss y suerte
Hola David, que relato más enternecedor me a gustado mucho tu relato en cuanto a la veracidad, en las que nos pone la vida aveces, pero como se suele decir "Dios aprieta, pero no ahoga" esperemos que a esta joven pareja le vaya todo bien con esa nueva vida que está por llegar a sus vidas, te deseo mucha suerte en tu relato con el tintero de oro, saludos de flor.
ResponderEliminarUn relato realista sobre la vida atcutal. Lo que hace años hicieron los abuelos, irse de los pueblos para buscarse la vida en las ciudades, hoy se da a la inversa: son los jóvenes los que regresan a esas casas vacías buscando una vida más desahogada. La estructura con ese comienzo tocando la campanas a muerto y el final tan enternecedor, que no por esperado deja de sorprendernos, me ha gustado mucho.
ResponderEliminar¡Felicidades; David y suerte en el Tintero!
Muy bonito. Esa vida de quien deja la ciudad es aburrida. Aquí un embarazo es la solución, pero Encarna fue quien llenó las tardes de la narradora. Buen relato.
ResponderEliminarUn abrazo, y mucha suerte.
Hola, David, en tu buen relato negocias con la muerte y su sentir diferente tanto en los pueblos como en las ciudades. En el ámbito rural siempre pierdes a alguien más o menos conocido, más o menos cercano, alguien que comenzará a formar parte de exclusivamente los frágiles recuerdos. La psicología de la protagonista en su adaptación al cambio de medio está muy bien conseguida. Además la acumulación de situaciones negativas y pesares, tiñen de gris el cuento hasta el final esperanzador que ilumina el embarazo de la protagonista. Me ha gustado tu cuento de navidad.
ResponderEliminarUn abrazo, suerte en el tintero y feliz navidad.
Hola, David. Buen relato donde con una muerte, se abre paso una vida que cambiará, a su vez, por completo la de la pareja protagonista. Me ha gustado. Un saludo y suerte en el tintero.
ResponderEliminarHola David. Un relato que empieza con muerte y acaba con vida y esperanza. Pones de manifiesto los contrastes entre la vida en la ciudad y los pueblos que cada vez se van quedando mas vacíos, ya casi solo habitados por ancianos; aprecio también cierta denuncia del abandono del rural por parte de las autoridades, solo dos días de consulta médica a la semana, aunque suplido como buenamente pueden por los vecinos con los que se puede contar a cualquier hora. El final nos trae un poco de esperanza con el alumbramiento de una nueva vida. Un abrazo y suerte.
ResponderEliminar"Unos que vienen y otros que se van"...La vida sigue igual; que diría nuestro sempiterno Julio Iglesias.
ResponderEliminarLa verdad que esta pareja va a tener su regalo de navidad tan inesperado y que la futura mamá no va a aburrirse a partir de ahora.
La vida rural no siempre es tan gratificante como nos la pintan; pero cuando la necesidad aprieta.
Un abrazo.
Un relato con un final fantástico, esa vecina que se fue la cambiará por ese hijo que está por llegar.
ResponderEliminarBonito texto David
Un abrazo
Puri
¡Ay, qué susto!, pensé que tendría un final trágico, pero resultó ser una muy tierno y esperanzador. Debo decir que es de las vueltas de tuercas más impredecibles que he leído. Felicitaciones por eso.
ResponderEliminarMuy lindo relato.
Un saludo y suerte en el concurso.
Un final donde nos muestra que después de la tormenta viene la calma, o nuevos motivos para seguir viviendo. Abrazos virtuales desde Venezuela.
ResponderEliminarHola David, un buen relato en el que se pone de manifiesto una realidad, los que se van por los que llegan, los problemas de nuestro mundo actual, con el trabajo, la presión de mantener una relación en un situación difícil el abandono de los pueblos que solo se ve compensado por la solidaridad de los vecinos, y tras todo esto ese final esperanzador, que ilumina una sonrisa, me gustó tu propuesta, y tu forma de narrarla. Saludos, felices fiestas, y suerte en el tintero¡¡
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