El sol
comenzaba a hundirse en el pacífico cuando salió a pasear. Notó el calor de la arena bajo sus pisadas,
jugueteando entre sus dedos a medida que caminaba hacia la orilla para mojarse
los pies descalzos. Le encantaba el olor a mar y caminar sobre la arena mojada hasta ver como las olas, que
cansadas de su largo viaje se
rendían al llegar a la playa, borraban
las huellas que iba dejando tras de si. Era curioso, toda la vida se había
dedicado a borrar su rastro y le resultaba paradójico observar la facilidad con
la que el océano lo hacía desaparecer.
El agua no estaba tan fría como en el
Atlántico, pero no tenía nada que ver con su mar. Sabía que el trabajo para el
que había nacido tenía sus inconvenientes. Tenía que reconocer que conocía cada
rincón del planeta, pero solo, siempre solo. Viajar de país en país sin llegar
a echar raíces nunca, sin formar esa familia de la que solía hablar de joven,
mientras abrazaba a su chica a orillas del Mediterráneo, fue el precio a pagar.
Todo eso quedó atrás en el momento en el que decidió su profesión.
Se tumbó y
fijó su vista en las nubes que se transformaban sobre su cabeza. Dejaba su
mente en blanco y admiraba las figuras que formaban en distintos tonos de
grises. Un coche descapotable se desfiguraba lentamente hasta parecer un cohete
espacial y de ahí pasaba a mariposa de grandes alas. Sabía cómo terminaría
aquello, siempre lo hacía igual. Las dos alas se unían poco a poco y comenzaba
a intuirse algo que para él era un rostro humano. Sucedía continuamente. A
veces creía cruzarse con ellas, otras, aparecían en sus sueños y también había
momentos como este, en el que tumbado sobre la blanca arena, sentía una mirada acusadora que le juzgaba desde el cielo.
La decisión
estaba tomada. Recuperaría su verdadera identidad y volvería al lugar donde
nació. Quería volver a tener una vida normal, aunque era consciente que el
recuerdo de sus víctimas le perseguiría durante el resto de sus días.
Grandioso texto
ResponderEliminarhas logrado dejar en nosotros ese halo de.....
Brindar con champaña los momentos
Gracias!!!
EliminarQué final más inquietante.
ResponderEliminarAl principio cuando he leído lo que volvería al lugar donde nació, he pensado, uno siempre termina por regresar al lugar al que llamó o sintió su hogar. Pero no esperaba esa sombra que dejas, :O ¡Miedo!
Un beso, y feliz fin de semana.
Gracias Irene!! Es una profesión, nos guste o no... Por suerte parece que habrá uno menos por el que preocuparse.
EliminarUn beso
Inquietante relato y sorprendente final, David.
ResponderEliminarEsperemos que deje su "profesión" y que disfrute de la paz del Mediterráneo. Un abrazo.
Pocas cosas pueden mejorar la paz del Mediterraneo!!! Si es que tierra tira mucho ;)
EliminarUn beso
Bueno. Aunque coincido mejor el final. Algo inesperado. Pensar que lo que parecia un sueño era una huida. Saludos
ResponderEliminarGracias Gustavo... y bienvenido a mi embarcadero!!!
EliminarUn saludo
Menudo final. Me ha gustado mucho. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarGracias a ti por pasarte y leerlo!!
EliminarUn abrazo