lunes, 1 de octubre de 2018

EL HOMBRE DEL FARO


     Desde el acantilado podía divisar las velas de un navío que surcaba el mar alejado de la costa. El sol brillaba con fuerza arrancando destellos plateados de una superficie que comenzaba a erizarse. Había despertado el viento del norte. Vivía solo en aquella maldita isla. Años atrás decidió dejar su profesión y redimirse encargándose del faro que desde aquel islote gobernaba y guiaba a la mayoría de bajeles que cruzaba aquella peligrosa zona del océano. Era una función importante: los arrecifes eran afilados y, si algún barco buscaba refugio en la noche o durante la tormenta, la potente luz le indicaba el camino adecuado para superar los escollos.










     El viento soplo con más fuerza inundándolo todo con un profundo olor a agua salada. Oscuros nubarrones fueron cubriendo el cielo a la vez que el sol se batía en retirada por el horizonte. Esa noche no habría luna. A lo lejos, las velas del barco se aproximaban; el capitán, consciente de la tormenta que se avecinaba, había virado hacia tierra para ponerse a buen recaudo. Llegaría a la costa de noche cerrada. Steven giró sobre sus talones y caminó hacia el edificio que habitaba.







     Al llegar a la puerta comenzaban a caer las primeras gotas. Azotaron su rostro con fuerza, como tantas veces habían hecho cuando surcaba los siete mares a bordo de una de las embarcaciones piratas más temidas y luchaba contra los envites de las olas en altamar. Atrancó la puerta tras cruzarla y ascendió por la larga y estrecha escalera de caracol que le llevaría a la sala acristalada en la que se encontraba la enorme linterna.







     Nunca se dedicó a la piratería por necesidad, disfrutaba siendo así. La vida en el mar, peleas y escaramuzas en sus incursiones en tierra, saquear y matar sin piedad a personas, a veces inocentes, con el miedo del que sabía que no podría escapar a la parca reflejado en la cara. Pero los años no pasaban en balde y llegó un momento en el que se comenzó a preocupar en exceso por su vida durante cada reyerta: era el momento de cambiar.







     Llegó a un acuerdo con el gobernador inglés para conseguir su inmunidad y un trabajo como farero a cambio de entregar su navío con la tripulación incluida. No lo dudó. Jamás tuvo remordimientos, pero no podía evitar añorar los días en que era realmente libre.





     Al llegar a lo alto del faro se sentó a mirar a través de los cristales. La oscuridad cubría el océano en el que tan solo se apreciaban las briznas de espuma que algún relámpago esporádico hacía visibles. El barco se acercaba a la costa zarandeado por los envites de enormes olas haciendo cada vez más difícil mantener el rumbo adecuado.








     Estos eran los pocos momentos que hacían que la vida en ese rincón del mundo mereciese la pena. No pensaba encender el faro hasta que fuera imposible la vuelta atrás. La tripulación vería la luz justo en el momento de estrellarse contra las rocas.







     Imaginó la cara de terror de los navegantes y una cruel sonrisa se dibujó en su rostro.

8 comentarios:

  1. La maldad se lleva en las venas. El ex pirata sigue siendo lo que era aunque haya cubierto su naturaleza de lobo cazador con piel de oveja.
    Solo espero que algún día esa argucia se descubra y reciba su merecido.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Aunque a veces dude, soy de los que piensa que el tiempo pone a cada uno en su sitio!!!
      Un abrazo

      Eliminar
  2. Sigo el hilo del comentario de Josep Maria, también lo creo, el que es malo, lo es. No importa las oportunidades que tenga para cambiar o reconducirse, su esencia y base seguirá siendo esa.
    Muy buen relato, David.
    Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Monstruos vestidos de humanos. Demasiados en tiempos pasados y demasiados en la sociedad acutal.

      Un beso

      Eliminar
  3. Menudo "negocio" hizo el gobernador,... jajaja. Fuera bromas,... la maldad latente reaparece de cuando en vez!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Supongo que no contaba con eso y que un accidente de ese tipo en creible de cuando en vez!

      Eliminar
  4. Es triste pensar que la maldad siempre está ahí, esperando para aparecer de nuevo.
    Espero como dicen los compañeros que reciba su merecido.
    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El tiempo pone a cada uno en su sitio, pero además de malo, parece listo el jodido.

      Petonets!!!

      Eliminar