La noche en
que nació, las campanas de la iglesia resonaban por encima del fragor de la
tormenta. No era lo habitual. Nadie en
el pueblo recordaba una tormenta con semejante descarga eléctrica desde antes
de la guerra, sin embargo, aquella tarde de Marzo, las nubes comenzaron a
rodear la pequeña aldea para cerrarse sobre ella lentamente. Parecía que un
pequeño ojo de luz diurna se había centrado sobre el pueblo pero que poco a
poco, el cansancio causaba mella haciendo que cerrase sus párpados debilitados
para dar paso a una de las mayores oscuridades que el ser humano era capaz de
imaginar. Las sombras se cernieron sobre el valle antes de que la noche llegara
y, al poco rato, infinidad de relámpagos rasgaron el cielo mientras Amelia se
retorcía de dolor por las contracciones previas al parto. Una titilante vela
iluminaba la pequeña habitación ajena al temporal que azotaba las paredes
exteriores. Tan solo Azrael le hacía compañía observándola desde la esquina más
cercana.
Cuando
las campanas redoblaron, muchos vieron en eso un mal presagio. Que la llegada
de la tormenta solo podía ser una señal del cielo de que nada bueno podía suceder
aquella noche.
Sin
embargo una niña sana llegó al mundo trayendo de nuevo la alegría a aquella
humilde casa. No tenía que haber sido así, en eso estaba de acuerdo con el
resto del mundo,
pero eso era lo de menos. El padre era el elegido, el que la luna le indicó durante la noche de San Juan en la que su esplendor estaba en lo más alto y su circunferencia era perfecta. El embarazo había sido complicado, pero a pesar de llevarlo sola adelante, había cumplido con todos los pasos necesarios. Todas y cada una de las instrucciones se habían llevado a rajatabla, por eso en el momento que aquella niña de piel blanca y pelo rojo llegó al mundo, Amelia y el gato negro que le acompañaba sonrieron ampliamente sabedores de lo que acababa de suceder.
pero eso era lo de menos. El padre era el elegido, el que la luna le indicó durante la noche de San Juan en la que su esplendor estaba en lo más alto y su circunferencia era perfecta. El embarazo había sido complicado, pero a pesar de llevarlo sola adelante, había cumplido con todos los pasos necesarios. Todas y cada una de las instrucciones se habían llevado a rajatabla, por eso en el momento que aquella niña de piel blanca y pelo rojo llegó al mundo, Amelia y el gato negro que le acompañaba sonrieron ampliamente sabedores de lo que acababa de suceder.
No podía ser de otro modo David,... la enviada de Lucifer no podía venor al mundo de una manera discreta.
ResponderEliminar;)
Es lo que tiene!!! Un abrazo
EliminarComo dice Norte no podía llegar de manera discreta jajaja
ResponderEliminar¿Qué tendrán las pelirrojas?
Besos y feliz fin de semana
Son diferentes, simplemente. Es pelirroja más por supertición que por otra cosa!
EliminarGracias por tu visita.
¡Qué impresionante David! Bueno, estos cuentos estremecen. Muy bien narrado e interesante. Un abrazo David.
ResponderEliminarGracias Miry!!!
EliminarEspero que aún siendo poderosa, sea buena niña... sino estamos apañados, ;)
ResponderEliminarMuy buen relato, David.
Un beso, y feliz fin de semana.
El tiempo lo dirá!!! De momento el finde ha sido feliz que era lo que de verdad me interesaba ;)
EliminarBesito!!!