Siempre me
llamó la atención el subconsciente humano y las distintas formas de sugestión.
Me gusta ayudar a la gente a ser feliz y aunque no es posible hacer realidad
los sueños de todo el mundo, hoy en día sí que es posible hacer que algunos los
cumplan.
Soy
diseñador de sueños. Suena bonito y durante un tiempo lo fue. Fueron años de
duro trabajo, en los que renuncié a parte de mi vida, pero al final lo
conseguimos. Cuando montamos nuestro negocio, la estancia en nuestra residencia
se convirtió en una de las sensaciones del momento porque ¿a quién no le
gustaría vivir la experiencia de su vida durante unos instantes? No os voy a
aburrir con divagaciones técnicas sobre cómo lo lográbamos, el caso es que tras
analizar la mente de cada cliente y sugestionando durante un tiempo variable
(dependiendo del sueño que quería vivir) colocábamos unos electrodos que
actuaban directamente sobre su cerebro. Una mezcla de tranquilizantes naturales
y relajantes musculares le ayudaban a quedar dormidos y a partir de ahí, las máquinas
y el subconsciente hacían el resto. Nuestros huéspedes salían felices,
asegurando que regresarían en cuanto les fuera posible.
No tardamos
en expandirnos. Lo que en principio era tan solo una pequeña residencia, se
transformó en cuatro complejos turísticos distribuidos por las principales
ciudades del país.
Mis
hermanas me regalaron un sueño para mi cuarenta cumpleaños.
−¡Te lo mereces!−me dijeron− Es un
fin de semana relajante. Llevas cuatro años sin descansar como es debido. Date
ese respiro.
Nunca
lo había hecho antes. Sabía cómo funcionaba todo, ya que se trataba de un pack
diseñado por el departamento de marketing de una de nuestros centros. No sabía
qué hora era, esa era una de las normas de la clínica. Después de un masaje
relajante, una buena comida me preparó para el plato fuerte. Tomé el brebaje y
dos cápsulas mientras los especialistas me ponían los electrodos que me unirían
a la máquina que había ayudado a crear. Poco a poco me fui dejando llevar.
Mi
entorno varió, se oscureció y la cómoda cama en la que estaba tumbado, se
transformó en arena de playa. Era una cálida noche de verano. Las olas mojaban
la arena a escasos metros de mí mientras una enorme luna llena iluminaba la
pequeña cala en la que me encontraba.
Escuché
su voz a mi espalda. Hacía años que la había perdido. Se fue cuando mi trabajo
me absorbió haciendo que todo lo que no tuviera que ver con mi gran proyecto
quedase en un segundo plano. Pero ahora estaba allí. Susurrándome al oído, besando
mis labios, acariciando mi cuello, pegando su cuerpo al mío. Hicimos el amor
como si fuese la última vez, posiblemente porque era consciente de que así
sería. Seguimos un rato abrazados, sin hablar, tumbados sobre la arena hasta
que un majestuoso amanecer llegó acompañado de la suave melodía de piano que
sonaba en el hilo musical.
Salí
del centro descansado pero desorientado. Había sido tan real, tan bonito, que
sentí miedo. Me prometí a mí mismo que
nunca lo volvería a hacer.
Todo
cambió el día que el Sol se negó a ocultarse. Nadie sabe por qué, los
astrólogos siguen locos años después, pero la Tierra dejó de girar sobre sí
misma provocando que en nuestra mitad del planeta la noche dejara de existir.
En un principio los humanos no lo llevábamos mal. Era curioso ver al resto de
animales desorientados, pero poco a poco aquello también terminó por
afectarnos. Las ciudades no dormían haciendo que el tráfico no cesase y que el
nivel de estrés aumentara a medida que la calidad del aire era cada vez peor.
Las clínicas del descanso, lugares a los que la gente iba a relajarse y
conciliar sueños reparadores, comenzaron a surgir por doquier, algunos incluso
ofrecían servicios similares a los nuestros con costes más reducidos. Surgieron
ensoñadores exprés, a domicilio y sin garantías de calidad o posibles efectos
secundarios sobre la mente de los clientes.
Solo
han hecho falta unos años para que la luz diurna cambie por completo nuestra
sociedad. Los sueños inducidos se han convertido en la mayor de las adicciones.
Algunas de las personas mejor situadas económicamente pierden sus fortunas
empeñados en vivir un sueño eterno, alejándose cada vez más de una realidad que
poco les aporta. En los barrios bajos, la gente mata por unas monedas que les
permitan pasar media hora volando entre las nubes o disfrutando de un revolcón
con su estrella de cine favorita. Muchos ya no distinguen ficción de realidad.
Hasta yo empiezo a dudar que todo esto sea cierto…
Yo me inclino a pensar qe todavía está viviendo el sueño inducido, je,je. De ser así, ojalá despierte pronto, pues una vida sin descanso no es vida, está condenada a la muerte cerebral.
ResponderEliminarMuy buen relato en torno a la necesidad de ser feliz por unos momentos, aunque sea gracias a la tecnología. Unos momentos virtuales que sustituyen a la realidad.
Un abrazo.
Todos tenemos la necesidad de evadirnos de vez en cuando, eso sí, si perdemos de vista la realidad, estamos jodidos.
EliminarUn abrazo.
La verdad es que a veces la noche y la oscuridad despiertan nuestros fantasmas más temidos, pero aun así, esas horas de descanso y paz son tan necesarias como las de sol y actividad.
ResponderEliminarYo también pensé tras leer el relato, como Josep María, que tu personaje no ha salido aún de su sueño inducido que, por algún fallo, se ha convertido en una pesadilla. Tal vez porque se niega a despertar y encontrarse de nuevo con la realidad, aunque hay sueños que son peores aún.
Un beso.
La oscuridad despierta nuestros fantasmas pero ¿prefieres un día eterno o una noche eterna?. Yo creo que 24 horas al día de luz llevaría a nuestra sociedad a estar despierta durante esas 24 horas. La calidad del descanso no sería la misma.
EliminarEn cuanto a sueño o realidad, hay gente que vive sus sueños y gente que sueña su vida!
Un beso
No voy a comentar nada sobre el relato, permíteme el descaro por favor. Sólo quiero transmitirte el deseo de que no dejes de escribir, que sigas con tu trabajo literario por mucho tiempo. Hace muy poco que me han hablado de tí y me encanta tu literatura. Quien sabe si algún día nos conocemos... Saludos
ResponderEliminarDescaro permitido! Un placer que te guste y que me lo digas, este tipo de comentarios me ayuda a seguir. Si algún día llegamos a conocernos tienes una cerveza pagada, que lo sepas (pero solo una, que la crisis aprieta).
EliminarSea como sea, bienvenido a mi embarcadero.
Un abrazo
¡Hola, David! Jo, ¡qué historia! Casi diría que bien podría ser el argumento de una novela de ciencia ficción o una película. Con ese giro en cuanto al sol has abordado este tema de la confusión del sueño y la realidad tenga otra dimensión. Sin duda un estupendo relato que crece conforme avanza. Un abrazo!!
ResponderEliminarNo se si novela, pero si tengo en mente hacer crecer la historia. Ahora me hace falta encontrar tiempo para darle forma.
EliminarUn abrazo
Hola, David.
ResponderEliminarQuizás todas andemos dormidos a la espera de un despertar que aligere las cargas, como en tu relato con ese toque de ciencia-ficción, en el que siempre aspira a encontrar algo para mejorar, y al final no deja de pensar que de algún modo u otro la sociedad se ve envuelta en otro tipo de droga. Y la diferencia económica-social, es la que podrá llegar o no a ese estado. Es un gran relato.
Un beso.
Y seguro que muchos deseen dormir para encontrar un sueño que aligere sus cargas! Siempre es un placer verte por aquí.
EliminarUn abrazo.