Los vivos dicen que los fantasmas son el alma de seres atormentados. Personas que dejaron cosas sin resolver en el mundo que habitaban y que se aferran a él con la única misión de solventarlos para poder descansar en paz.
El último día que latió mi corazón fue un domingo de diciembre. Hacía años que estaba enfermo y aunque nunca hablé de ello con mi gente, tenía claro que no había vuelta atrás. No sé si fue un penúltimo guiño del destino o la dosis de morfina, pero aquel día me encontraba extrañamente bien. Como cada domingo desde que comenzaron a independizarse, vinieron todos a comer a casa. Fue una comida amena: mi hijo y yo nos metimos con el marido de mi hija hablando de fútbol, nos contaron las batallitas de la semana con los niños y cuando después del café me senté en el sillón, dejaron al pequeño en mi regazo. Apenas tenía seis meses y la misma cara que su hermana mayor, que no le soltaba la mano en ningún momento.
Pero llegó la noche y se acabó la tregua. El dolor se convirtió en algo insoportable hasta el punto que cuando escuché la ambulancia fui consciente de que allí terminaba todo. Me dejé ir en una camilla del hospital. Me habían sedado y tan solo abrí los ojos un instante para ver a la mujer de mi vida junto a mis hijos agarrando mis manos.
Y si tenía alguna duda, ahí desapareció: “yo me quedo aquí” me dije mientras algo intentaba alejarme de mi cuerpo.
Desde aquel día han pasado muchos años y he disfrutado y sufrido a partes iguales. He estado al lado de mis hijos en muy buenos momento y algunos malos, que estar solo en los buenos es fácil, y aunque supongo que la mayoría creerán que su vida es normal, para mí han logrado cosas excepcionales. Se han tropezado, han caído, se han levantdo y se han vuelto a tropezar (a veces con la misma piedra, ellos siguen siendo humanos) pero han seguido avanzando y poco a poco, y con mucho trabajo, han conseguido la mayoría de sus metas. Son muy tozudos, no sé a quién habrán salido.
Mis nietos ya son mayores de edad. Los he visto crecer poco a poco y me han hecho sentir orgulloso de cada uno de sus pasos. Chicos inteligentes y cariñosos, todo un logro en el mundo que les ha tocado vivir.
Hoy es domingo y, como siempre desde que se independizaron, han venido a comer a casa. Ella sigue cocinando más de la cuenta, como siempre que la visitan. Han hablado de todo un poco, trabajo, el pueblo, médicos y mi hijo ha discutido de fútbol con sus sobrinos (no conseguimos que fueran seguidores de nuestro equipo, nadie es perfecto). Han reído. Sobre todo han reído y la han hecho reír.
Cuando se ha quedado sola, se ha sentado en el sofá mirando una serie y dormitando. Me he sentado a su lado y al posar mi mano sobre la suya, ha sonreído levemente y aunque sé que es imposible, he notado latir mi corazón. Estoy seguro de que nota mi presencia, o tal vez sean imaginaciones mías, pero hasta que dentro de muchos años volvamos a reunirnos, yo seguiré cuidándola como cuando éramos críos y jugábamos en las calles del pueblo.
Los vivos dicen que los fantasmas somos el alma de seres atormentados. Personas que dejamos cosas sin resolver en el mundo que habitábamos y que nos aferramos a él con la única misión de solventarlos para poder descansar en paz. En muchos casos es así y tal vez yo sea un bicho raro, único en mi especie, pero mi motivo es otro. Si sigo aquí es porque creo que es imposible imaginar un lugar en el que pueda encontrar más paz y ser más feliz que rodeado de los míos. El cielo puede esperar.
Hola David, ¡qué bonito! Qué bien descrito, tierno y entrañable, hasta la muerte del protagonista narrada muy bien y el final perfecto. Un relato redondo, te felicito por él.
ResponderEliminarMuchas gracias por participar en el reto.
Un abrazo. :)
Precioso, David. Un relato lleno de dulzura que deja una sensación muy agradable. Me ha encantado este fantasmita que no quiere todavía marchar al cielo.
ResponderEliminarMuy bonito y tierno. Más vale malo conocido , y di encima no es malo, ¿ donde vas a estar mejor?
ResponderEliminarAbra oo y suerte
No, David. Los fantasmas, puede ser que estén atormentados, pero nos los espíritus buenos, pues son seres de luz. Comonlos ángeles que velan por nosotros 💐
ResponderEliminarMucha razón tiene el protagonista.
ResponderEliminar¿Qué mejor lugar que ese, en que está? Que el cielo espera.
Saludos.
Que bonito tu relato, la historia de un espíritu pacífico, que no tiene ningún tema pendiente. Solo quiere quedarse con los suyos, pase lo que pase! No todos los espíritus iban a ser tortuosos! Je, je! Un abrazote y mucha suerte en el concurso!
ResponderEliminar¡Qué precioso relato, David! Tiene razón el protagonista, Creemos que los fantasmas son el alma de seres atormentados. Personas que dejan cosas sin resolver en el mundo que habitaban y que se aferran a él con la única misión de solventarlos para poder descansar en paz. Pero no siempre es así, hay casos en los que el que se va no tiene cuentas pendientes, sino deseos de permanecer en el sitio que más ama, al lado de sus seres queridos. Porque, desde luego, el cielo puede esperar.
ResponderEliminarUn abrazo.
Marlen.
Tanto tiempo sin leer nada tuyo! Esto ha sido un regalo precioso en todos los sentidos. Por supuesto está muy bien escrito, por supuesto es una bella historia, por supuesto la sensibilidad del autor no tiene precio. Gracias otra vez. Un gran. gran abrazo
ResponderEliminarCreo recordar que el título de tu relato coincide con el de una película, no la he visto nunca y no se si el tema tiene que ver. Pero tu relato delicioso y reconfortante. Enhorabuena.
ResponderEliminarUn texto realmente hermoso, y quién sabe si esos fantasmas amorosos son quienes nos cuidaron en vida, seguramente sí.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy original responder al reto desde el otro lado. Genial.
ResponderEliminarSAludos.
Hola David un placer visitar tu blog y que buena manera leyendo este relato tuyo. Qué tiernos reconfortantes ver como el protagonista ha podido acompañar a su familia durante los años me ha gustado mucho el relato que tengas mucha suerte un saludo.
ResponderEliminarMuy doméstico, diferente. Enhorabuena, y suerte.
ResponderEliminarQué cosa más entrañablemente deliciosa has escrito !!! Tan de verdad q parece real , aunq no lo sea, esencialmente porque si fuera así no te estaría escribiendo, todos los textos tienen algo de autobiográfico, consciente o inconscientemente somos lo q escribimos, me ha gustado mucho lo q trasciende de ti en tus letras , eso sí espero, deseo y ruego q no haya dolor en tu vida. Enhorabuena!! un verdadero placer !!!
ResponderEliminarHola David,
ResponderEliminarEl cielo puede seguir esperando, la felicidad no se busca se la encuentra en los seres que amamos, un relato emotivo y entrañable. Quiero pensar que los seres que nos han dejado siguen ahí cuando de nosotros, que nos se han ido del todo.
Un abrazo y suerte!!
¡Qué bonita historia de amor!
ResponderEliminarUna historia de lo cotidiano, pero tremendamente emotiva. Muy bien contada.
Un placer leerte.
¡Suerte en el Tintero!
Un abrazo enoooooooorme.
Que bonita historia, y que bien contada David. Que bien describes todas las escenas cotidianas contadas por él que ya no está ,pero que si está a su lado viendo pasar el tiempo hasta que los dos se reúnan en la otra dimensión.
ResponderEliminarUn gusto leer tu texto, rezuma tranquilidad y sosiego.
Un abrazo
Puri
Hola, David. Además de lo que acabo de leer en otros comentarios, me atrevo a destacar la naturalidad con que tratas el tema de la muerte, lejos de visiones oscuras o melodramáticas. Es un proceso natural, y así lo tratas. También, por otra parte, la coherencia del alma de tu protagonista: sigue siendo él, sigue siendo un hombre familiar, sencillo y buena persona. No le han colgado cadenas cuando salió de ese presunto túnel, ni le ha salido una malignidad imposible que no llevaba dentro, ni se levanta de su tumba por piezas para ponerse a comer cerebros. Es DEFINITIVAMENTE HUMANO, y si así es nuestra alma antes de morir, y así debería ser después en caso de que exista ese otro mundo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un relato precioso, David. Lleno de ternura y de humanidad, escrito con pausa y acierto. Ese «ellos siguen siendo humanos» me ha arrancado una carcajada. Enhorabuena. Un abrazo.
ResponderEliminarCuanta ternura y más viniendo de un espíritu. Me ha encantado porque aquí el protagonista es ese espíritu que se empeña en seguir siendo humano, bondadoso y protector de los suyos; como lo fue en vida. Qué bien elegida esa voz, hace grande al relato,
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola, David, un relato precioso, lleno de ternura. La verdad es que cuesta dejar a los seres queridos atrás, como bien dices, que espere el cielo. Un abrazo.
ResponderEliminarHola, David, muy buen aporte al reto, en este caso no es con el miedo por bandera, sino con el amor, la ternura y el anhelo de una vida en familia.
ResponderEliminarMe encantó.
Un abrazo
Hola, David. Has tocado el tema de la transición de la vida al otro barrio y la has continuado como algo de lo más normal. Creo que ese es el punto fuerte de tu historia, la naturalidad de como el protagonista sigue con la rutina familiar dentro de sus limitadas posibilidades, igual esperando a que su compañera le llegue el momento y entonces si tomen el camino de la eternidad juntos.
ResponderEliminarBuen aporte y más por el tono conciliador de una situación de la que ni Dios se ava a librar.
Saludos y suerte.
Hola, David. Qué hermoso mensaje tiene tu relato. Cuánta ternura transmite! Me encantó.
ResponderEliminarUn abrazo