La celda era fría. Llevaba cuatro horas tumbado en un duro
catre, pero no había pegado ojo. Sus contactos dentro del cuerpo no le habían
servido de nada esta vez. La brigada antivicio había llegado de la capital y
actuado sin informar a las autoridades locales. Unos cuantos agentes de paisano
llevaban un par de horas dentro del club, pero nadie les prestó atención hasta
que se identificaron tras la entrada del resto de la brigada. Toni se
encontraba en uno de los reservados con sus socios, dos chicas bailando para
ellos, tres gramos de cocaína sobre una bandeja y otros quince en el bolsillo
de su americana. Lo llevaron al cuartelillo, y mientras le interrogaban, le
informaron de que acababan de solicitar una orden de registro. Eso suponía un
auténtico problema, sobre todo teniendo en cuenta que dos días antes había
recibido el material para la venta del próximo mes: si encontraban la trampilla
(y estaba seguro que la encontrarían) el quilo y medio de farlopa que hallarían
en su interior le iba a enviar una larga temporada a prisión. Nunca había
tenido que preocuparse de la policía excesivamente, los numerosos contactos que
tenía en el cuerpo le proporcionaba la seguridad suficiente para guardar la
mercancía en su propia vivienda a pesar de que sabía lo que eso podría suponer.
-No pasa nada. La peso y en
un par de días la tenéis, os la lleváis y me la quito de encima- le había dicho
alguna vez a uno de sus distribuidores finales.
A pesar de todo, sabía que tenía que haber sido más cuidadoso.
Seguro que los de narcóticos habían seguido el rastro de la droga desde su
entrada por Galicia, y esta vez, habían preferido romper la red de distribución
antes que detener a los importadores. Por suerte no tenía antecedentes, así que
le caerían de 8 a 10 años, y con buena conducta, tal vez en 4 volvería a estar
en la calle.
La crónica estaba lista. No había sido un partido bonito, no
había que engañarse: ni el rival era sencillo, ni el campo ayudaba, y la
tensión acumulada por no haber conseguido ninguna victoria hacía que muchas
veces los jugadores se precipitaran demasiado. Seguían supliendo las carencias
con sacrificio y ayudas continuas, y lo más importante, se comportaban como un
bloque.
Tenía que hablar con David de cara a la semana siguiente. Desde
el diario le habían pedido que comenzase su colaboración la próxima jornada, y
como el Mogón jugaba fuera, les sería complicado desplazarse. Si el jugador se
involucraba le podía venir bien, porque su conocimiento del fútbol y de los
equipos rivales, le podría ayudar a redactar previas más precisas.
Todavía era pronto para que la gente llegase al bar, pero sabía
que a partir de las doce comenzaría a llegar gente.
-¿Necesitas ayuda dentro?-
preguntó asomándose a la cocina
Su madre trasteaba los fogones preparando algunas de las tapas
que tendrían que servir después. El paso de los años había ido dejando huella
en su rostro, pero se apreciaba en sus rasgos que había sido una mujer hermosa.
Se movía con soltura, y al girarse para hablar con su hija, un mechón rojo se
escapó del gorro blanco que utilizaba cuando iba por faena.
-El panadero todavía no ha
pasado. Escápate un momento al horno y traes unas cuantas barras para que no
nos pille el toro.
En ese momento, el claxon de un coche sonó en el exterior del
bar.
-Me ahorro el paseo –sonrió
Marta- Te lo entro en un minuto y te echo una mano para ir preparando todo.
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