Lo
recuerdo como si fuera ayer. Mi decisión de cambiar de trabajo había acarreado
también un cambio de residencia que nunca antes me había planteado. Nueva
ciudad y a empezar de cero, dejando lejos familia, amigos y otras cosas en las
que prefería no pensar.
El
primer día en la nueva empresa estaba nervioso. Ni siquiera tenía muy claro
donde estaban las oficinas ya que apuré el traslado al día de antes, así que decidí
salir con tiempo de sobra. Después de tres cuartos de hora en transporte
público, todavía me presenté ante el edificio acristalado que acogía la sede
central casi una hora antes de lo necesario. Como apenas había desayunado, caminé
por los alrededores buscando un bar en el que tomarme un café para hacer tiempo
y acabar de activarme.
Aposté
por una pequeña cafetería acertando de pleno. Me recibió con un intenso olor a
café mezclado con el de naranja y canela que emanaba de una gran variedad de
bollería recién hecha. Sonaba muy suave una sucesión de canciones pop-rock
español de los años noventa que me trasladó mentalmente a casa de mis padres,
con mis hermanas mayores cantando temas de Mecano, Hombres G o Duncan Dhu a
medida que sonaban en nuestro viejo radio-casette.
Al
levantar la mirada la vi. Era una chica aparentemente normal. Estatura media,
delgada y con una melena morena que enmarcaba los dos ojos azules más bonitos que había visto en mi vida. Tartamudeé un poco al pedirle un café y la risita que soltó
terminó de hacer el resto. Mientras jugaba con el papel del azucarillo pensé
que sería genial que esa chica y su sonrisa me dieran el primer café de la
mañana durante el resto de mi vida.
Seguí
visitando ese local durante mucho tiempo, ¡incluso los fines de semana cogía
tren y dos líneas de metro para desayunar allí! Lo de que la chica me hiciera
el primer café el resto de mis días se convirtió en algo imposible, pero esos
dos trocitos de cielo me miran desde la almohada cada mañana, sonriendo, al
verme entrar en nuestra habitación con dos cafés recién hechos.
Tienes un fin especial para estos relatos de corte románticos. Atraes al lector sin caer en la sensiblería barata de película de sesión de tarde.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias!!!! :)
ResponderEliminar¡Qué bonito David!!! :)
ResponderEliminarNo solo cambió de trabajo, sino que el amor también le sonrío, eso es precioso.
Un abrazo.