Arrastro los pies por el césped mojado. No tengo muy claro hacia dónde voy, pero qué más
da, tampoco me importa. La lluvia que hace rato me empapó la sudadera sigue
cayendo sobre mí mojándome el pelo, resbalando por la descuidada barba que cubre
mi cara. No me preocupa. Nada me preocupa ya. El olor a hierba mojada que en
otro tiempo me llenaba de vida, tan solo me produce arcadas. Piso los charcos y
los dejo atrás. No los esquivo, tan solo los ignoro. Lejos quedaron aquellos
paseos nocturnos cogidos de la mano. Las noches en que sus ojos iluminaban la
tormenta y su risa se escuchaba por encima de los truenos. Ya no habrá más
saltos en los enormes charcos de Central Park ni más carreras para alcanzarla y
robarle un beso en los días de luna llena. Ya no está.
Entro
en el edificio de apartamentos con la cabeza baja y me dirijo al ascensor sin
contestar al saludo del conserje. Pulso el botón del ático. Gotas de lluvia que
caen de mil partes de mi cuerpo mojan el suelo del elevador mientras a mi boca
sigue llegando un sabor salado, amargo, mezcla de culpabilidad, arrepentimiento
y lágrimas descontroladas que no dejan de brotar de lo más profundo de mi alma.
Abro
la puerta. Dispersos por el salón se pueden ver los bocetos que hace
prácticamente un mes están preparados para la reunión de mañana. No tiene
sentido. Mi futuro en la publicidad depende de esa reunión, ¿pero para qué?
Desde que ella no está el futuro no tiene sentido. El presente no tiene
sentido. La vida…
Recuerdo
perfectamente el momento en que se fue. Después de estar toda la noche juntos
discutimos por un día de vacaciones. Algo tan banal como pasar un día de
vacaciones en casa de sus padres. Recuerdo perfectamente el portazo al salir.
Tenía que haberlo evitado. Estaba cansada y demasiado nerviosa para conducir.
Tenía que haberle abrazado y reorganizar las vacaciones, pero no lo hice. El
accidente fue culpa mía.
Sobre
la mesa de la terraza siguen estando la botella de bourbon y los somníferos. La
lluvia, silenciosa, cae desde un cielo oscuro. No quiero seguir así. Cierro los
ojos y algo me sorprende. Noto algo. Veo el brillo de una estrella. Al abrir
los ojos la tormenta está arreciando pero una estrella titila en el cielo
desafiando a las nubes, brillando por encima de los relámpagos. No sé si la veo
o simplemente quiero ver su sonrisa en esa luz. Me sirvo una copa sin dejar de
admirar su belleza y la apuro en tres tragos mientras el temporal amaina. Noto
su aliento, sus caricias, sus susurros, su paz…
Entro
al cuarto de baño y veo en el espejo a alguien que está muy lejos de ser el
hombre que ella quiso. Estoy seguro de que no le gustaría verme así. Respiro
hondo y comienzo a afeitarme. Mañana tengo una reunión importante.
Precioso relato David, lleno de esperanza. Cuando pensábamos que todo estaba perdido para este hombre algo hace que reaccione y vuelve a la vida.
ResponderEliminarEncantador.
Un fuerte abrazo.
Gracias Ziortza!!! :)
EliminarUn relato de desamparo por un cruel destino. Considero que otorgar segundas oportunidades es lo acertado.
ResponderEliminarUn abrazo literario.
Gracias y bienvenida a mi rinconcito!!!
EliminarLa vida te golpea, te machaca, te hunde. Pero todo pasa. El dolor no desaparece pero aprendemos a vivir con él, como cuando notamos que nuestra vista es cada vez peor y necesitamos más y más dioptrias. Siempre amanece, y tras la tormenta siempre asomará el sol otra vez. Eso es así, aunque no signifique que sea fácil. Un estupendo relato, David, en el que asistimos a ese momento en el que el protagonista tras la caída vuelve a levantarse. Saludos!!
ResponderEliminarHay que seguir caminando sin olvidar lo bueno que dejamos atrás, pero sin dejar que nos llegue a obsesionar. Gracias por tu comentario.
EliminarUn abrazo!!
David lo acaba de decir muy bien,... siempre amanece tras la tormenta. Estupendo relato!
ResponderEliminarUn relato cargado de dolor y realidad y... esperanza. La calma detrás de la tormenta, la vida después del dolor y la culpa más profunda.
ResponderEliminarBuen relato, David.
Gracias Bruno!!!
EliminarUn relato que cuando la vida parece que te hunde,una estrella aparece para decirte que debes de cambiar y que hay esperanza. Muy buen relato David. Un abrazo
ResponderEliminarSiempre hay que seguir caminando Maria del Carmen.
EliminarMuchas gracias!!
Hola: Muy buena tu presentación de las emociones encontradas; y excelente el mensaje de esperanza. Me gustó.
ResponderEliminarHola Beba!!!
EliminarMe encantó que te gustase.
:)
La vida muchas veces es cruel, no podemos culpabilizarnos de los sucesos, ni pensar en qué habría pasado, cuando ya no existe solución para ello. Tu protagonista tuvo la surte de ver su reflejo e intentar mejorarlo, siempre tenemos que seguir.
ResponderEliminarUn abrazo.
Siempre adelante...
EliminarUn abrazo Irene!
Ante la adversidad siempre se cuela un rayo de esperanza. Besitos
ResponderEliminarSiempre hay lugar para la esperanza.
EliminarUn abrazo y gracias.