Escucho
pasitos en la sala de estar, el sonido de la televisión y una risa infantil que
intenta no ser escandalosa. Hasta hace nada, no tenía ni idea que existían
canales de dibujos animados que emitían las veinticuatro horas, ahora me
costaría dormir sin ese suave murmullo de fondo.
Todo
comenzó un cálido verano en el que dejé mi pequeño apartamento para mudarme a
una casa a las afueras. Era una casa antigua, pero muy bien conservada. Las
tres habitaciones, la cocina y los dos baños ocupaban una sola planta junto a
un enorme salón comedor. No tenía muchos muebles, pero sí que traje lo que para
mí eran dos piezas fundamentales. Una enorme televisión y ese viejo, pero
todavía cómodo sofá, que me había acompañado durante gran parte de mi vida.
Terminé de
colocar las cosas a última hora de la tarde. Tras una cena ligera, me encaminé
al dormitorio para pernoctar por primera vez en el que tenía que convertirse en
mi nuevo hogar.
Cuando
estaba a punto de quedarme dormido, me pareció escuchar pasos en el salón.
Pensé que eran imaginaciones, pero el sonido de la televisión hizo que me
incorporase como un resorte. Cogí el despertador a modo de arma arrojadiza y
avancé en silencio por el pasillo mientras sonaba la música de un programa
infantil. La risita ahogada de una niña fue lo último que escuché antes de
irrumpir amenazante en la sala.
Estaba
vacía.
En la caja
tonta se podía ver uno de esos canales infantiles que emiten dibujos animados.
El reloj marcaba las 00.37 cuando el televisor se apagó.
Pasé todo
el día inquieto, pero llegué a la conclusión que habría sido algún fallo a la
hora de programar el temporizador, al fin y al cabo, siempre he sido muy torpe
con las nuevas tecnologías. Volví de trabajar tarde y muy cansado. No tardé en
dormirme.
No tenía
claro si estaba despierto o seguía durmiendo, pero una risa familiar llegó
hasta mi oído haciéndome abrir los ojos. La televisión sonaba con la misma
cantinela de la noche anterior, el volumen no era muy alto así que la risa de
una niña, aunque queda, llegaba con claridad hasta mi habitación. Decidí actuar
con más rapidez que la noche anterior y, al coger el despertador, el silencio
lo volvió a envolver todo. Eran las 00.37.
La
tercera noche también resultó imposible dormir. Decidí desenchufar la
televisión para ver qué pasaba. El resultado fue una noche peor que las dos
anteriores. Un llanto desconsolado que duró algo más de media hora en la sala,
pero toda la noche en mi cabeza, me mantuvo petrificado bajo las sábanas.
Durante el día siguiente los sollozos siguieron martilleando mi mente haciendo
complicado que me concentrase en mis tareas diarias y provocando errores
laborales que no me podía permitir. En el tren de vuelta ya tenía la decisión
tomada. Al llegar a casa volvía a enchufar el aparato de televisión y así lo
dejé al dirigirme al dormitorio.
Estaba
casi dormido cuando escuché ruido en el salón. Primero unos pasitos y poco
después, el sonido de los dibujos animados.
El
invierno ha llegado pero las puertas de mi habitación siguen abiertas cuando me
tumbo envuelto en un aura de felicidad. Me resulta agradable quedarme dormido arropado
por risas inocentes, aunque no sepa de
quien son…
Un relato intrigante de una experiencia paranormal con un final parcialmente feliz. Yo hubiera preferido contactar y conocer a esa niña. De este modo, la compañía sería más completa y, tratándose de una niña inocente, sin ánimos de dañar, casi podríamos hablar de una familia virtual, jeje.
ResponderEliminarUn saludo.
Yo creo que me habría cambiado de casa directamente!!!!
EliminarUn abrazo
Una habitante inesperada en la casa que, lejos de traer horror y desasosiego para el nuevo dueño, se convierte en una dulce compañía. Me gusta ese giro que has dado al relato para sorprendernos y cambiar radicalmente las tornas de lo que podríamos esparar. Muy original, David :)
ResponderEliminar¡Un abrazo!
Gracias Julia!!! Cada cual hace su "vida", aunque compartan espacios.
EliminarUn abrazo
Me ha gustado y el final sorprende.
ResponderEliminarYo tal vez hubiera puesto: "aunque no sepa de quien son...", porque está claro que fueron de alguien, pero ¿son ahora aunque desde otro plano? Uf! Mejor acabo.
Un abrazo
Toda la razón!! De hecho justo después de leer tu comentario, modifique esa frase. La prefiero así.
EliminarUn abrazo y gracias.
Uyyy al menos no lo asustan, me has recordado una imagen de una película que en su momento me pareció terrorífica con esa niña delante del televisor.
ResponderEliminarMuy original el relato y el final.
Besos
Tenemos inculcado que son terrorificos, pero no tienen porqué. El miedo a lo desconocido suele poder con nosotros.
EliminarGracies i petonets!!
Un poco inquietante eso de convivir a diario con un fenómeno paranormal. Yo no creo que pondría tierra de por medio jajaja.
ResponderEliminarComo es obvio,.... quería decir que pondría tierra de por medio, ;)
ResponderEliminarYo también lo haría!!!
EliminarMejor así que estar petrificado bajos las sábanas por el martilleo de los sollozos. Y al final tu fantasma y tú os coordináis estupendamente. No sé si pedírtelo prestado para poder dormir con esa placidez.
ResponderEliminarSaludos, David
JAJAJAJAJAJAJA!!!! El ruido de fondo me ayuda a desconectar, pero prefiero que sea la tele o la radio que una risa inesperada.
EliminarUn abrazo
guau!!! bueno...que los hay los hay...jajaja...
ResponderEliminarPor todas partes!! Aunque los peores fantasmas son los que están vivos
EliminarUn abrazo
Uy!! gran relato, tiene mucho de esos elementos que a mí me enloquecen: fantasmas que se vuelven compañías, inocencia, casa a las afueras y todo con un tono y narrativa preciosos.
ResponderEliminarTodo un placer leerte David :)
Abrazo grande!
Todo un placer saber que lo haces.
EliminarUn abrazo
Hola David, un relato donde un fantasma te da la confianza para dormir, ay lo que puede hacer la sonrisa de una niña, aunque sea transparente. Me gustó mucho. Un abrazo
ResponderEliminarGracias mil por tu comentario. El título y la idea para otro relato ha nacido de él. "La sonrisa transparente"
EliminarUn abrazo.
Si hay gente que se acostumbra al estrés de una ciudad ¿Cómo no acostumbrarse a un dulce fantasma inocente? Me ha parecido muy tierno el relato.
ResponderEliminarMuchas gracias Tali!!!! No te había visto por aquí, pasa cuando quieras.
EliminarUn abrazo