jueves, 14 de febrero de 2019

Mi séptima vida



     Poca gente sabe de nuestra existencia, aunque para ser sincero, a día de hoy tendría que hablar solo de mi existencia. En otra época, los seres como yo abundábamos en la Luna. Sí, esa Luna que los humanos veis cada noche y de la que presumís haber pisado como gran logro. Pues cuando llegasteis, yo ya estaba allí. Antes de que el hombre comenzara a erguirse y dar sus primeros pasos, yo ya estaba allí.





     Mi raza es algo que escaparía a vuestros razonamientos. Somos seres gaseosos que vagamos por la superficie lunar con poco más que hacer que observar a nuestros vecinos terrestres. Porque sí, desde aquí somos capaces de ver con claridad la aguja que hace años tu abuela perdió en el pajar de la casa del pueblo. En circunstancias normales somos inmortales, aunque el aburrimiento nos mate. Ha sido precisamente ese aburrimiento lo que ha provocado que yo sea el único de mi especie que sigue con vida. Podemos bajar a la Tierra durante la luna roja y, si queremos, transformarnos en el ser vivo que queramos para sentir y vivir formando parte de vuestro entorno. Hasta siete veces tenemos la oportunidad de habitar fuera de nuestro planeta, pero cuando el ser que elegimos para nuestra séptima vida fallece, nuestra existencia termina de forma definitiva. Todos mis congéneres agotaron sus vidas antes del renacimiento, por lo que ahora más que nunca, paso los días y sobre todo las noches, mirando ese planeta que en un tiempo fue marrón, verde y azul y que ahora se vuelve cada vez más gris, más oscuro.




     Durante mis seis vidas anteriores solo en una ocasión fui humano, suficiente para no querer repetir. Disfruté más siendo mariposa (hasta que un coleccionista me diseco) o árbol (hasta que un leñador me separó de mis raíces) que siendo persona. Sin normas, sin la obligación de convivir ni aparentar, tan solo disfrutando de cada minuto.





     Hace meses, cuando las nubes y la contaminación lo permite, paso largos periodos de tiempo observándola. Es una de las criaturas más bellas que he podido ver desde mi privilegiada atalaya. La veo sentada en la terraza de su casa durante las noches de verano, leyendo y saltando de un párrafo a otro mientras su imaginación le ayuda a evadirse de un mundo con el que no está de acuerdo pero del que intenta disfrutar. Le encantan los animales. Hasta hace poco tenía un perrito de aguas que le hacía compañía pero le producía una extraña alergia, así que terminó por regalárselo a sus vecinos. Cada tarde juega un rato con él y si el tiempo lo permite, lo saca a pasear por la playa cercana. Los picores que producen esos breves roces, quedan de sobra compensados con un simple movimiento de rabo. Cada vez lo tengo más claro, mi última vida la pasaré a su lado.

  

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     Ronroneo mientras me acaricia. Está sentada junto a la mesa de la terraza devorando el último libro que ha caído en sus manos. Una taza humea sobre la mesa y al seguir el vapor con la mirada, mis ojos se clavan en el que fue mi hogar. Enorme, redonda, brillante como pocas veces se puede disfrutar desde aquí, me observa en los que sabe que son mis últimos años. Los más felices de mi existencia.

8 comentarios:

  1. Desde ahora miraré a los gatos con otros ojos, jeje.
    Original historia que quién sabe si encierra alguna verdad.
    Un abrazo.

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    1. Realmente sabemos algo con certeza? Ultimamente dudo de todo...

      Un abrazo!

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  2. Qué bonito, David, sobre todo para una amante incondicional de los gatos como yo.
    A nadie se le oculta que leo mucho, pues bien, una gran parte de ese tiempo que paso leyendo, tengo sobre mis rodillas, echo una bola adorable, a mi querido gato Sheldon. No sé cuántas vidas habrá vivido ya. Puede que esté en la primera porque es tan adorable y carece de maldad hasta tal punto que poco contacto con humanos ha debido de tener. Aunque igual es porque en la luna no hay humanos.
    Un beso.

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    1. Sheldon me recuerda a The Big Bang Theory y me resulta imposible considerar adorable a alguien así!!!!
      Gracias por la visita! Un beso

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  3. Bonita historia. Me gustó la imagen de la aguja perdida de la abuela. ¡Pobres luneros, con razón están lunáticos!Reconforta saber que tenemos una dinámica que nos hace deseables, aunque nosotros mismos nos estamos reemplazando por gatos y perros en vez de acompañarnos mutuamente y proyectarnos en hijos.

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    1. No nos ha tocado vivir en la mejor época en lo que al contacto humano se refiere. Lo reemplazamos por gatos y perros o lo que es peor, por redes sociales.
      Tendremos que aprender a disfrutar nuestra época.

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  4. Muy original David, siempre he escuchado lo de las 7 vidas que tienen los gatos pero nunca se me hubiera ocurrido mirarlo como tú lo has hecho.
    Como dice Josep Ma, los que no somos muy gatunos miraremos a los gatos de forma distinta.
    Besos y buen finde

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    1. Los gatunos seguireis disfrutando de ellos como hasta ahora, como mucho, un poquito más cada día!

      Petonets

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