Sonaba
música clásica y todavía no tenía muy claro cómo había llegado a ese punto. Él,
rockero empedernido desde que tenía uso de razón, que incluso coqueteo con la
melena heavy durante su adolescencia, había aparcado su cerveza para abrir una
botella de vino blanco y escuchar a Mozart en lugar de a Extremoduro. No es que
hubiera dejado de gustarle el rock y la cerveza, simplemente habían empezado a
gustarle otras cosas.
De pequeño tenía
pavor a los animales y se comía las lentejas a regañadientes. Las lentejas.
Algo a priori sin demasiada importancia, fue lo que le hizo darse cuenta de que
las cosas cambian, a veces muy deprisa, y de que no siempre elegimos de forma
correcta. Su madre le insistía una y otra vez en lo buenas que eran y que tenían
mucho hierro. Para él eran una tortura, prefería las patatas fritas y la pasta,
o al menos así fue hasta que marchó a trabajar fuera de su ciudad. Por alguna
extraña razón, los viernes, cuando conducía de vuelta a casa, no podía dejar de
pensar en las lentejas que su madre estaría preparando. Un buen plato de
lentejas con chorizo, de ese que devoraría a sabiendas de que los ardores que
le iba provocar serían un cruel castigo. No le importaba. El placer que le
proporcionaba aquel plato compensaba con diferencia tener que pasar la tarde a
golpe de sales de fruta.
Y ahí
comenzó a darse cuenta de que tal vez la vida tenía más sorpresas escondidas.
Abrió sus sentidos al mundo y escuchó, miró, tocó, olió y saboreó todo lo que
tuvo a su alcance como si aquella fuera su última oportunidad de hacerlo. Entre
desengaño y desengaño (porque no nos engañemos, no todo fue de su agrado) su
abanico de experiencias se fue ampliando y aprendió a disfrutar haciendo cosas
que nunca había llegado a imaginar. Una carrera por la playa al atardecer, tres
días caminando por la montaña solo con su mochila, una copa de vino y un libro
con el sonido de un río de fondo… La vida estaba llena de platos de lentejas y
él había decidido indigestarse.
Notó su
olor y sintió su cuerpo apretarse junto al suyo en el banco de madera que vivía
pegado a la mesa del jardín. Ella había sido el mayor cambio en su vida y la
causante, o mejor dicho, la causa, de que ahora se hallara en aquella
situación. Allí, sentado con su copa de vino, sonriendo y escuchando una música
que nunca habría escuchado años atrás, miraba como el hijo que nunca habría
pensado tener jugaba con un perro que años atrás le habría dado pánico.
En mi vida como en la de tanta gente imagino, nos decantamos por sabores más evidentes, por sabores en percepción más exquisitos, por platos que por sí solos alimentan nada más verlos.
ResponderEliminarY un día te sientas en una mesa de tres estrellas Michelin, y la vida en forma de Chef te pone un plato de lentejas, un plato en apariencia de lo más sencillo y normal. Te preparas tu cuchara y empiezas a comer, a la primera cucharada notas que es un plato especial, elaborado con mimo, con ingredientes de primera calidad. Pruebas una segunda cucharada, son realmente increíbles. Tercera cuchara a la boca y sientes que jamás has probado nada tan exquisito. Tres citas con ese sabor, tan sorprendentemente especial para decidir que es el mejor plato que has comido hasta ahora.
David, al leer tu relato me han inspirado tus lentejas. Personalmente para mí especial relato, como dice el estribillo de aquella música de los noventa creo... “NO PARES, SIGUE SIGUE” con tus letras. Gracias.
Si te han inspirado mis lentejas, sí. Si es que hay platos que son adictivos!!
EliminarUn abrazo
Si miramos atrás nos sorprende constatar cuántas cosas han cambiado en cuanto a gustos y a comportamientos. Desde luego hay que abrirse al mundo y a nuevas experiencias, pues si no lo hacemos no sabremos las cosas buenas que nos perdemos. Ahora bien, eso de porbarlo todo en esta vida, yo no sé..., je,je.
ResponderEliminarUn abrazo.
Eso ya está en manos de cada uno!! Nos perdemos muchas cosas por no atrevernos o por prejuicios, pero cierto es que para todo hay un límite...
EliminarUn abrazo
En eso consiste crecer y madurar, en ir apreciando cada vez más de las sorpresas que nos depara la vida.
ResponderEliminarMe ha encantado tu relato. Mi mundo también está lleno de platos de lentejas que, poco a poco he ido sabiendo disfrutar.
Un beso.
También nos topamos con platos insulsos de vez en cuando pero es que la vida no siempre es perfecta!!!
EliminarUn beso
El tiempo nos cambia, aprendemos quizás a valorar como tu protagonista y metas que no nos fijábamos nos apetecen y las queremos. Como dice Rosa maduramos y aprendemos lo que real ente importa.
ResponderEliminarMuy tierno relato.
Besos
Gracias Conxita, un placer verte por aquí. Toca seguir cocinando!
EliminarPetonets!
A través de la simplicidad surge la claridad...
ResponderEliminarInteligentes palabras. Así suele suceder.
EliminarUn abrazo