Una suave
luz, poco más que un punto, rompe la oscuridad que me rodea. Acabo de despertar
y me encuentro completamente desorientado. A mí alrededor, la nada lóbrega y húmeda
que se va adueñando de mí de forma inexorable lo envuelve todo.
Y
la veo ahí. Lejos pero a mi alcance. Fuente de salud y calor que me permitirá
salir de este ostracismo y volver a mi feliz existencia. ¡A mi vida! Me dirijo
a ella sin preocupaciones, como tantas veces había hecho con anterioridad,
convencido de que cerca de ella todo será más bonito, más esperanzador. El
mundo será mejor…
En
el jardín de Andrea suena un chisporroteo cuando otro mosquito muere atraído
por la luz ultravioleta que emite la lámpara atrapa insectos.
Ay, pobre mosquito. No hay que fiarse de las luces brillantes.
ResponderEliminarBonito relato.
Un beso.
Bonito corto David,... ellos también tienen su corazoncito...
ResponderEliminarMenudo giro da la historia, relato corto pero muy original. A partir de ahora cuando me levante de la siesta intentaré no mirar a la luz. Saludos
ResponderEliminar¿Luz terapéutica? Será para Andrea, porque para el pobre mosquito es más bien una eutanasia activa, ja,ja,ja.
ResponderEliminarUn abrazo.