Ando
despacio. Hace frío, pero me importa poco, de hecho, no me importa nada. La
tranquilidad, el exceso de copas, la luna que baña el pueblo después de la
tormenta, todo eso conduce a caminar con calma y disfrutar del momento. Es la
primera noche que paso aquí después de ocho meses sin visitarlo y la primera
noche siempre tiene algo especial. Saludos, cervezas; abrazos, copas;
confidencias, chupitos… una rutina que se agradece no vivir muy a menudo, pero
que es necesaria en ciertas ocasiones. Me doy cuenta de que hay gente que está
conmigo todo el año. Aunque no los vea y cientos de kilómetros nos separen
se que si los necesito están ahí. Que a pesar del tiempo alejados, ha
bastado un abrazo y un botellín para volver al punto en el que todo había
quedado. Buena gente.
No se prevé
buen tiempo, pero eso tampoco importa. Pasaremos las horas hablando y riendo,
de bar en bar, preparando excursiones que posiblemente nunca llegaremos a
hacer, recordando tiempo pasados, para algunos mejores, para otros peores, pero
para todos ya pasados.
Me detengo
sobre el puente. Las farolas iluminan el pequeño embalse permitiendo a los
árboles reflejarse en él. Verdes. Siempre asocio el pueblo al color verde y al
agua. El verde de sus tomateras y de sus sierras, de los árboles que escoltan
el paso de los ríos. El verde del mar de olivos que proporciona vida a esta
pequeña isla durante la época en que los “forasteros” son otros y no vienen de
vacaciones. El agua de sus ríos, sus canales de riego y sus tormentas de
verano. Ahora cubre con sutileza el camino de vuelta a mi casa. Puede parecer
exagerado, pero en noches como esta, en las que las nubes han descargado y
huido amparadas en las sombras, cuento más estrellas en un charco de las que
puedo ver en todo el cielo de mi ciudad.
El olor a tierra mojada me acompaña
hasta la puerta. Espero que descanséis tanto como yo lo pienso hacer. Buenas
noches.
La vuelta al lugar de cada uno siempre tiene algo de mágico. Yo también vuelvo a mi sitio de vez en cuando. Mucho más frecuentemente que tú o tu personaje. Allí veo a gente a la que abrazo y con la que tomo vinos por el Barrio Húmedo. es una ciudad, no es un pueblo, pero la forma de vivirla es distinta a la de la ciudad donde habito normalmente. Y sí, también las estrellas son mucho más numerosas.
ResponderEliminarPrecioso relato y tan sencillo...
Un beso.
La vida puede ser tan sencilla como el relato, pero nos empeñamos en complicarla.
EliminarUn beso.
Reencontrarse, volver a las raíces, renovarse,... una necesidad para muchos,...
ResponderEliminarTe agradezco la serenidad que aporta tu magnífico relato. Por cierto me ha encantado …"cuento más estrellas en un charco de las que puedo ver en todo el cielo de mi ciudad."
Buenas noches!
Esa frase, además de bonita, es real. Posiblemente el día a día allí me saturaría, pero lo necesito a sorbitos pequeños.
EliminarUn abrazo.
Un relato intimista con tintes nostálgicos. El regreso al lugar de origen, aunque solo sea por poco tiempo, siempre nos reaviva los recuerdos. Y si el tiempo de ausencia transcurrido ha sido muy largo parece como si el reencuentro fuera irreal como un sueño.
ResponderEliminarALgo parecido me ocurrió cuando decidí un día recorrer el barrio de mi infancia al que no había vuelto en muchos años.
Un abrazo.
Lo curioso es que yo no nací allí, pero veraneo desde que tenía meses. Bueno, ahora veraneo y cuando puedo también me escapo fuera de verano.
EliminarUna desconexión necesaria.
Un abrazo
Ese volver a las raices, allí dónde nos sentimos en paz con no mismo y con el entorno y aquellos que nos acompañan lo hacen aún cuando no se los vea.
ResponderEliminarUn entrañable relato David.
Un abrazo
Gracias Conxita. La verdad es que ahora mismo tengo ganas de pueblo.
EliminarPetonets.