Nunca pensó
que sobrevivir a la hecatombe que arrasó su poblado podría llegar a convertirse
en la pesadilla que estaba viviendo desde entonces.
La
“civilización” llegó sin avisar una noche de Junio y arrasó con todo aquel que
se interpuso en su camino sin tener en cuenta ni la edad ni el sexo de los
habitantes que, en su mayoría desarmados, intentaban huir despavoridos
preguntándose por qué esos soldados con armaduras y cascos se cebaban con ellos
sin motivo aparente. Él luchó con la rabia que proporciona ver como mataban a
su hijo en su huida hasta que cayó fruto de un fuerte golpe en la cabeza con la
duda de si su mujer habría llegado a escapar, pero con la certeza de que no
volvería a verla nunca.
No sabía
cuánto tiempo había pasado cuando despertó en una celda maloliente, rodeado de
más hombres que se encontraban en un estado similar. Las monturas de sus
captores recibían más cuidados que ellos, pero fugarse del cautiverio era una
misión imposible. El único que tuvo el arrojo (o la desesperación) suficiente
para intentarlo volvió arrastrando, atado a un caballo. Después de recibir una
treintena de latigazos permaneció atado a un poste de madera durante dos días a
modo de advertencia para el resto.
A partir de
ese momento, entrenamiento y disciplina se convirtieron en su único medio para
sobrevivir, porque a eso no se le podía llamar vivir. Se fue haciendo cada vez
más fuerte, más fiero, más despiadado, pero cuando llegaba la oscuridad,
todavía lloraba recordando los gritos de impotencia de su gente y la figura de
su hijo cayendo al suelo degollado. Nunca volvió a tener noticias de su amada.
Se prometió
a si mismo que no pararía hasta hacer que el culpable pagase con su vida por lo
que aquellos soldados habían hecho. Era consciente de que pisaba la arena por
última vez. Se presentó ante las autoridades con el resto de sus compañeros y
calculó la distancia que les separaba fijando su mirada en él. Mientras
agarraba su lanza con determinación, escuchó el juramento del resto de
gladiadores:
-
¡Ave, Cesar! Los que van a morir, te saludan.
Muy buen relato David, :)
ResponderEliminarMe recuerda a la película de Gladiator.
Un abrazo.
Gracias! El fondo de la historia es parecido.
EliminarUn abrazo.
Muy bueno David. Nos quedamos con esa última escena en la que todo indica que el gladiador va a cumplir su promesa de venganza.
ResponderEliminarEstupendo.
¡Un fuerte abrazo!
Por lo menos lo intentará aunque sabe que perderá la vida lo consiga o no.
EliminarMuchas gracias.
Otro abrazo para ti!
A veces, cuando la venganza es el único motivo que te mentiene vivo, alcanzarla es la muerte, pero una muerte en paz. Creo que tu prota logrará su propósito, aunque sea también su final. Irá a reunirse con los suyos :)
ResponderEliminarUn relato muy chulo, David. Me gustan las historia de gladiadores.
¡Un abrazo!
Gracias Julia!
EliminarBuen micro, David. Bebe de las aguas de Espartaco y Gladiator, pero lo haces tuyo sin esfuerzo, enganchándose hasta pedirte más.
ResponderEliminarUn saludo compañero.
Gracias Bruno! La verdad es que cualquier historia de gladiadores recuerda a estas dos por algún motivo.
EliminarUn saludo.