Era
una calurosa noche del Agosto de 1994. Ese año, había viajado solo al pueblo.
Mis padres llegarían dos semanas después, así que tenía unos días para
disfrutar con total libertad. Estábamos en la terraza de “La ruta” hablando de
historias de fantasmas y apariciones, cuando envalentonado, tal vez por la
cerveza, tal vez por la presencia de algunas de las chicas más bonitas que
conocía, solté que a mí no me daría miedo ir al cementerio solo, aunque fuese
de noche.
-No hay huevos
La
voz de Marcos sonó retadora y, entre el ofrecimiento de pagarme dos copas si
subía y la mirada expectante de Inma, ni pude, ni quise decir que no.
El
cementerio estaba a unos veinte minutos del bar, en una ladera de las afueras
del pueblo. Junto a él, la vieja iglesia que medio derruida controlaba mi
camino bajo el brillo de una perfecta Luna llena. Miles de estrellas salpicaban
un cielo despejado, de esos que es imposible ver en la ciudad. La oxidada
puerta se abría con el sencillo movimiento de un cerrojo y al hacerlo, mostró
su descontento con un chirrido que por primera vez me provocó un escalofrío.
Cogí una piedra antes de entrar, no por miedo a lo que pudiera hallar allí
dentro, sino porque no me fiaba de que los chicos vinieran a gastarme alguna
broma pesada.
Me
recibió un ambiente sorprendentemente denso y una imagen muy alejada de la que
estaba acostumbrado a ver. El lugar no
habría desentonado en cualquier película de terror. Un recinto pequeño, repleto
de tumbas antiguas de mármol que reflejaban una luz cada vez más escasa. De la
nada habían aparecido enormes nubes negras que comenzaban a cubrir el cielo
sobre mi cabeza. En la pared más alejada habían comenzado las obras encargadas
de construir los primeros nichos. La gente del pueblo no estaba muy de acuerdo,
pero el campo santo era limitado y la media de edad de los habitantes aumentaba
año tras año.
Decidí
coger un ramillete de flores secas de una de las tumbas más cercanas a la
puerta como prueba de que había estado allí y marcharme lo antes posible. No
tenía miedo, pero la sensación de inquietud aumentaba a medida que el cielo se
tapaba y la extraña certeza de que alguien me observaba me convenció de no
alargar más un reto que ya estaba cumplido. Al apoderarme de las flores, algo
llamó mi atención. Con las obras se había descubierto una antigua fosa común y
a escasos metros de donde me encontraba, restos de huesos humanos se
amontonaban a la espera de volver a tomar sepultura.
Aún
hoy no sé por qué lo hice.
Caminé
lentamente con la mirada fija en una mandíbula con no más de dos o tres dientes
y la sujeté entre mis manos hasta que un relámpago me devolvió a la realidad
mostrando miles de sombras rodeándome. El trueno que le siguió me hizo temblar
un momento antes de salir corriendo hacia la puerta. Me pareció escuchar ruidos
detrás de mí pero ni me planteé parar a mirar. Corrí todo lo rápido que pude y
no me detuve hasta llegar al pueblo. Recuperé el aliento al volver a entrar en
el bar y allí fue donde me di cuenta de que las piernas me seguían temblando. En
mi mano derecha llevaba un ramo de flores secas y en la izquierda, una
mandíbula humana.
En
el bar se sorprendieron al verme y sobre todo al ver las pruebas que llevaba
conmigo. Seguía sintiendo escalofríos y al darme cuenta de que Inma había
marchado antes de mi regreso pensé que me había comportado como un crío
inconsciente para nada. Desde luego, no sería así como la impresionaría, pero un
par de copas me ayudaron a templar los
nervios y volver a relajarme.
Seguía
nublado cuando, camino a casa, tiré las flores y la mandíbula en la cuneta del
carril que llevaba al cortijo de mis padres.
Desperté
a media noche con la misma sensación de que alguien me observaba. Encendí la
luz sobre saltado. Nada. Estaba solo en la enorme habitación. Me pareció
escuchar ruido fuera justo en el momento en que mil agujas atravesaran mis
encías. Un horrible dolor de muelas sacudió la parte de mí que no había sido
paralizada por el miedo. Intenté dormir otra vez, pero entre escalofríos de
pánico y espasmos de dolor me resultó imposible. Solo fui capaz de encogerme
bajo la protección de la fina sábana sudando y esperando lo peor, inmovilizado
por el miedo a lo desconocido. Justo antes de que la luz del día se comenzara a
filtrar por los agujeros de la persiana, unos golpes secos en la puerta de la
calle y un trueno ensordecedor helaron la sangre en mis venas. Después el
silencio lo envolvió todo.
Salí
a la puerta armado con un chuchillo y con ese maldito dolor taladrándome el
cerebro. Caminé por el carril bajo una fina lluvia hasta llegar al lugar en el
que me esperaban las pruebas de mi excursión nocturna. No me detuve hasta subir
la cuesta del cementerio. La vieja iglesia me miraba acusadora mientras
atravesaba la misma puerta que había quedado abierta tras mi precipitada huida.
Deposité
las flores sobre la tumba y los restos del que en otra época fuera paisano de
mi bisabuelo, donde los había encontrado.
Durante
mi regreso volví a sentirme observado, pero esta vez no sentí miedo. Además el
Sol se abría paso entre las nubes insinuando el comienzo de un bonito día.
Mi
dolor de muelas, desapareció.
Hay cosas con las que es mejor no jugar, por si acaso, y eso de llevarse souvenirs de un cementerio, no parece prudente. Suerte que tu protagonista salió bien parado del lance.
ResponderEliminar¡Buen relato, David! Con la dosis justa de suspense y misterio.
Un saludo y feliz finde :))
Lo de bien parado no se yo... Pasó una noche un poquito movida.
EliminarGracias Julia.
Un abrazo
interesante tu texto me ha atraido gracias
ResponderEliminarGracias a ti por la visita y el comentario!
EliminarMuy interesante David.
ResponderEliminarGracias!!! Bienvenido a mi embarcadero!
EliminarUn abrazo
Todos los ingredientes para cometer una tontería,... por suerte nuestro protagonista tuvo un ramalazo de cordura. Buen finde!
ResponderEliminarSi es que hay edades en las que no sabemos decir que no...
EliminarIgualmente! Un abrazo
Ay la de "retos" y tonterías que se hacen para impresionar, pero a los muertos mejor dejarlos descansar en paz. Creo que a tu protagonista eso le ha quedado claro.
ResponderEliminarMuy intrigante
Besos
Creo que sí, pero cuando sacan la maldita frasecita a pasear todo lo anterior se olvida!!!
EliminarGracias por la visita
Petonets!
A vida tudo era inqueta.e as árvores são enbaladas pelo vento.o tempo correm rápido.e os anos se arastam passo apasso.Lita santos.
ResponderEliminarOnde tudo poderia ser diferente.nem sempre a solidão. é o destino previsto.a paciência é o olhar dando significados a Luz.ao despertar de um dia. O jardim da minha casa.a roseira não da espinho.onde existe ser inucente. Lita santos.
ResponderEliminarDavid, he de reconocer que me ha gustado tu relato, porque pese a desarrollarse en un cementerio y ser la consecuencia de un absurdo reto,me ha dejado buen sabor de boca. Tal vez, a parte de nuestro organismo existan otras envolturas que nuestros ojos no pueden ver. Ahí lo dejo. Me gustó que se te pasara el dolor de muelas cuando devolviste lo que no era tuyo. Saludos
ResponderEliminar