martes, 22 de octubre de 2019

El concertino


     El camerino estaba acordonado. En esa zona del teatro no existían cámaras que pudieran arrojar algo de luz sobre lo que allí había sucedido. No se apreciaban signos de lucha, lo único que quebrantaba el orden habitual era el cuerpo de Kate, el concertino de la orquesta, tumbada sobre un enorme charco de sangre. Un corte fino y profundo le cruzaba el cuello de lado a lado, justo por encima de un suntuoso collar de diamantes que el asesino ni se había molestado en tocar. No faltaba nada, pero tampoco había rastro del arma del crimen.






     En cuanto se descubrió el cuerpo la policía tomó el control del lugar. Algunos de ellos ya se encontraban entre el público, conscientes de la transcendencia del recital de aquella noche y las amenazas que Kate había recibido durante los últimos meses. Hacía tiempo que las viejas organizaciones xenófobas no paraban de sumar adeptos en los estados sureños y muchos no veían con buenos ojos que una violinista afroamericana se hubiese convertido en la estrella de la Orquesta Nacional de Estados Unidos; un honor tradicionalmente reservado para los que ellos denominaban “americanos puros”. Lo cierto es que no era solo ella, Ángela, otro de los primeros violines, que lloraba desconsolada en el pasillo, también había recibido amenazas por su origen mejicano.






     Hablaron con la seguridad del evento para confirmar que nadie ajeno a la organización había tenido acceso a la zona de camerinos. La lista era larga, pero parecía que nadie había visto ni oído nada fuera de lo normal.






     El director fue el último en verla con vida. Confesó haberla notado nerviosa, atemorizada por las amenazas. Intentó tranquilizarla asegurándole que era imposible que alguien cruzase el cordón de seguridad sin autorización. Faltaba casi una hora para que comenzase el recital, así que le aconsejó que se relajara. Solía escuchar música heavy antes de salir a escena. No era normal en este tipo de músicos, pero ella no era normal, era la mejor violinista de la historia.






     Después de una entrevista más o menos rápida con los presentes, tomaron sus datos para tener otra charla más exhaustiva en comisaría. Todavía quedaban agentes buscando huellas o cualquier pista que les pudieran llevar al posible culpable de un homicidio que aparentemente no tenía más motivo que el color de su piel. Una patrulla pasaría por la habitación de hotel de la víctima, allí guardaba algunas de las cartas amenazantes que había recibido.






     Ángela se comprometía a entregar las que ella había recibido. Pareció sentirse aliviada cuando, al entregarle la funda con su violín, el oficial al mando le confirmó que dos agentes le acompañarían al hotel y harían guardia en la puerta de su habitación.






-Gracias –su voz era un susurro tembloroso. Desde luego tenía miedo de lo que podría suceder después de esto- No podré dormir, pero por lo menos estaré tranquila.










     Ángela salió del teatro escoltada por la policía, abrazando su violín. Acababa de ver el cadáver de una compañera, un espejo en el que mirarse, su mayor rival en la carrera al estrellato. Sin ella, no tardarían en nombrarla primer violín. Nadie se percató del brillo de sus ojos al cerciorarse de que no habían descubierto lo afilada que estaba la parte trasera del arco que guardaba en la funda.





 






8 comentarios:

  1. Vaya, vaya. Hasta dónde puede llegar la rivalidad y la ambición. Aquí no vale ni el compañerismo ni la amistad. Todo vale para llegar a lo más alto. El fin justifica los medios. Y es que no te puedes fiar ni de tu sombra. Muy buen relato de intriga.
    Un abrazo.

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  2. Una inteligente estrategia para eliminar rivales. No queda claro si las amenazas eran reales y Ángela las aprovechó o si las pergeñó ella misma, pero tampoco importa. Ahí entra la imaginación del lector y su granito de arena.
    Un beso.

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    1. Hay gente capaz de todo con tal de eliminar competencia.
      Un beso

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  3. Hola, David.
    Está claro que aprovechó las amenazas de otros para ella poder escalar en su profesión. Ni compañerismo, ni humanidad.
    Muy buen relato, miedo da pensar lo que uno es capaz de hacer para ganar.
    Un beso, y feliz fin de semana.

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    1. Nos guste o no, hay mucha gente capaz de pisar a quien haga falta para lograr sus objetivos.

      Un beso.

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  4. La envidia es desde luego uno de los clásicos motivos para asesinar, y no sé por qué, pero siempre me han resultado sospechoso ver a alguien con la funda de un instrumento musical. Un estupendo relato detectivesco, bien pensado y ejecutado. Un abrazo!

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    1. Las metralletas de la mafia dentro de fundas de violines han hecho mucho daño!! Sobre todo a los amantes de la novela negra.

      Un abrazo

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