Había
dejado de llover. Tan solo había sido una tormenta de verano y ahora podíamos
disfrutar de un enorme manto de estrellas cubriendo el cielo. Caminaba cogiendo
su mano, como siempre que podía, cuando al pasar junto a la casa del alcalde se
detuvo y me miró.
−
¿Nos damos un baño?
Me resultó imposible decir que no. Esos ojos,
esa sonrisa, tenían el poder de anular mi voluntad. Saltamos la tapia y nos
acercamos a la piscina entre risas ahogadas. Había luz en el salón, seguro que
estaban viendo algún programa de famoseo antes de irse a dormir. Eso hacía la
situación todavía más morbosa.
No lo dudó ni un instante, se desnudó
amontonando toda su ropa en una hamaca cercana al lugar por el que nos habíamos
colado, se sentó en el borde de la piscina y se descolgó lentamente para no
hacer mucho ruido al entrar. Mi ropa quedó junto a la suya aunque yo entré
bastante más rápido con la intención de disimular mi incipiente erección.
Fue un
intento banal. En cuanto estuvimos en el agua se acercó y me susurró al oído lo
mucho que me deseaba. Noté sus labios rozando mi cuello y justo cuando me
disponía a besarle, hundió mi cabeza y se alejó nadando mientras intentaba
silenciar una sonora carcajada en una tentativa absurda de no romper el silencio.
Volví a flote entre toses y chapoteos en el mismo momento en el que la luz del
porche iluminaba parte del jardín. Nadé lo más rápido que pude hasta alcanzar
el borde de la piscina y salí cuando ella ya corría hacia la valla con la ropa
de los dos en las manos.
Lanzamos la
ropa al otro lado y saltamos mientras los insultos nos llovían desde el
interior de la propiedad. Se enfundó el vestido entre risas mientras corríamos
a escondernos en un bosque cercano. Todavía se escuchaban los gritos de aquel anciano
cuando nos detuvimos a recuperar el aliento, aun excitados por la situación.
El vestido vaporoso se pegaba a su cuerpo
mojado marcando el movimiento que la respiración agitada provocaba en sus
pechos. Noté como la erección volvía justo cuando mis manos comenzaban a perderse
bajo esa fina tela y atraían su cuerpo hacia el mío. La besé. Cierto que no era
nuestro primer beso, pero cada vez con ella era especial, como si fuera la
primera, como si pudiera ser la última…
No llegamos a desnudarnos. Antes de darme
cuenta estábamos en el suelo. Cabalgaba sobre mí con sus piernas apretadas
contra mi costado y las uñas marcando mi cuerpo. La Luna llena nos observaba
desde el cielo intentando competir con el brillo de sus ojos en el momento de
llegar al éxtasis.
Se derrumbó abrazándome.
Nuestra respiración, ya más calmada y profunda,
hacía que se balanceara mientras sus dedos jugueteaban con el bello de mi
pecho.
−Estamos
locos− sentenció con esa sonrisa imposible de no adorar.
−¿Sabes que
estás especialmente guapa después de hacer el amor?
−¡Veinticinco
años juntos y sigues igual de halagador que el primer día! Vamos para casa, que
aunque sea nuestro aniversario quiero estar allí cuando los niños vuelvan de la
discoteca, que últimamente están muy descarriados. ¿Crees que mi padre nos
habrá reconocido?
Qué maravilloso final. Es lo que se llama "otra vuelta de tuerca". Primero, los veinticinco años de matrimonio impensables en tanto ardor y pasión, y luego, lo del padre... genial.
ResponderEliminarUn beso.
La vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida... Difícil, pero consiguen que el fuego siga encendido!
EliminarFantástico David, con ese final inesperado por partida doble!
ResponderEliminar;) gracias!!
EliminarEstaba esperando alguna sorpresa y ahí está, justo en el último párrafo, je,je.
ResponderEliminarNo solo tiene un gran mérito esa fogosidad incontenible tras 25 de vida en común, sino también, o más, esa agilidad para saltar tapias, ja,ja,ja.
Un abrazo.
Siempre intento que haya alguna! Ejercicio, Josep, es importante. La edad no es tanto impedimento como la voluntad de hacer las cosas.
EliminarUn abrazo.
Un relato atrapante con un final de lo más sorprendente! Jaja
ResponderEliminarUn abrazo
Entonces misión cumplida!!!
EliminarUn abrazo
me ha gustado muchisimo ! . una relación digna de envidia , y¡ ni que hablar de su agilidad!
ResponderEliminarQuién pillara las dos cosas!!!!
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