miércoles, 3 de agosto de 2016

EL EMBARCADERO

Es un lugar mágico. Un pequeño embarcadero de madera se adentra en el lago como si de un puente inacabado se tratase. No es perfecto, algunos tablones, castigados por los años y la humedad, advierten con su aspecto que cualquier sobrepeso puede terminar con alguien en el fondo de la laguna. Sólo los grandes troncos que mantienen la estructura sobre el agua dan sensación de estabilidad. Sin embargo es imposible verlo y no querer caminar por él hasta sentarse en el borde a ver atardecer.



                Los últimos rayos del Sol arrancan reflejos de unas aguas calmadas y un innumerable abanico de tonalidades marrones y amarillas cubren los bosques que rodean el pequeño lago. Las sombras del ocaso se alargan sobre la superficie cristalina mientras, a lo lejos, un grupo de patos alza el vuelo y se eleva hacia el cielo.





Cuando tengo un mal día, me traslado allí al llegar a casa. Me tumbo en el colchón poniendo la almohada a los pies y pienso que estoy en ese precioso lugar representado en el cuadro que adorna la pared que hay tras la cabecera de mi cama.

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