Despertó
sin saber exactamente donde se encontraba, pero un momento después reconoció el
techo de su habitación. Notaba en la boca un sabor amargo, estómago parecía una
hormigonera y algo dentro de su cabeza no paraba de golpearle las sienes una y
otra vez. Estaba tirado sobre la cama completamente desnudo, pero la ropa que
normalmente dejaba colocada sobre la silla, se podía ver amontanada en el suelo.
Unos finos rayos de luz se colaban por los agujeros de la persiana, pero la
ventana se encontraba cerrada y el aire acondicionado conectado.
-¡Vaya
castaña!, menos mal que dejé el aire en marcha antes de irme. Que desastre,
menos mal que aquí era donde iba a empezar a sentar la cabeza.
Buscó a
tientas la botella de agua que solía dejar junto a la cama y le dio un par de
sorbos cortos. A pesar de estar sediento, tenía miedo de que el estómago
comenzase a centrifugar el agua y le provocara vómitos, sin embargo y a pesar
de no estar fresca, los traguitos parecieron sentarle bien. Se volvió a estirar
en la cama. La noche había sido realmente dura, la cena del equipo una al
último día de fiestas, había provocado un estado de comunión entre la plantilla
y la afición. Un gran número de personas se habían dirigido a él para
felicitarle por el gol y animarle a que siguiese trabajando como en el partido
de ayer, pero apenas podía recordar dos o tres nombres. Tenía lagunas en su
mente, aunque recordaba con claridad que el míster les había dado dos días de
fiesta (menos mal, porque hoy no habría podido entrenar a buen ritmo), la
sonrisa de una sensual pelirroja tras la barra del 32 y que después de una
larga charla y un buen número de chupitos, acompañó a Ana a la puerta de su
casa y se despidió de ella con un tórrido beso. Cualquier otro día habría
intentado algo más, pero no estaba en condiciones de llegar más allá en su
juego de seducción, de hecho, al doblar la siguiente esquina vomitó entre los
arbustos de un parque.
Miró la
hora en el móvil: la una y media.
-Parece
que aguanto bien el agua. Descansaré otro poco y comeré algo antes de seguir
durmiendo –se dijo en voz alta-Si luego me levanto en condiciones trotaré un
rato antes de cenar.
Volvió a
coger el agua, sacó un ibuprofeno de la mesita de noche y se lo tomó con un
largo trago. Puso el despertador a las dos y media, se dio media vuelta en la
cama y cerró los ojos respirando profundamente.
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