viernes, 5 de agosto de 2016

PILOTO 6


Era el típico día de Agosto en el sur de España. David caminaba camino de “El Tuerto”, un bar que había justo en el centro de la localidad, disfrutando del sol de la mañana y del aire de la montaña. El pueblo era pequeño, pero al estar formado exclusivamente por casas, ocupaba más terreno que si existiesen bloques de pisos. Además, la distribución de estas en cinco barrios un poco separados, y los rodeos que había que dar para cruzar los puentes, hacía que su extensión pareciese mayor de la que realmente era.

Se paró sobre el puente del Molino. Era uno de los cuatro puentes que había en el pueblo, y a pesar de ser bastante estrecho, podían circular vehículos, aunque no tenía suficiente anchura como para que se cruzasen dos coches. Bajo el puente, una pequeña presa situada unos cincuenta metros río abajo, daba origen a un embalse de tamaño considerable que la gente de los alrededores aprovechaba para bañarse en el Aguascebas, un pequeño afluente de se juntaba con el Guadalquivir unos trescientos metros más abajo.


A un lado del río, una pequeña playa artificial situada entre la orilla y una pared que hacía de contrafuerte en un acantilado, hacía las delicias de niños y no tan niños que corrían por la arena o se tumbaban a tomar el sol. Al otro lado, un paseo situado unos tres metros sobre el nivel del agua y separado de esta por una franja de verde césped, recorría la orilla al igual que lo hacen los paseos marítimos en las grandes ciudades. Sendos parques infantiles situados al principio y al final del peculiar paseo, daban a la zona un aspecto ideal para pasar el día en familia.


Al mirar hacia atrás vio a un chico con camisa blanca y pantalón negro caminando apesadumbrado en su dirección. No era muy alto, y a pesar de no estar excesivamente musculado se apreciaba que estaba bastante fibrado. Lo reconoció en seguida, era uno de los chavales del equipo, no recordaba su nombre (siempre tenía ese problema al cambiar de club) pero estaba seguro porque era uno de los más folloneros en el vestuario.


-¿Tocas en la banda?-le preguntó David cuando lo tuvo lo suficientemente cerca para que le escuchase.

-Sí señor. La corneta. Desde que tenía nueve años y hasta que el cuerpo me lo permita –tenía aspecto de estar muy cansado- Estoy reventado, espero que acaben pronto las fiestas.

-¡Tampoco es para tanto! Los del pueblo sois muy blandos.

-Debe de ser eso, pero me gustaría verte en mi lugar: me acuesto un rato a eso de las cinco de la tarde, me levanto a las siete, y después entre la pretemporada, las fiesta y la banda, no puedo volver a dormir hasta la tarde del día siguiente. Encima hoy debutamos, menos mal que ya sólo queda un día para volver a la rutina.


En el fondo. A Miguel no le gustaba nada la rutina: despertador a las cinco de la mañana, ducha, café y al campo. Ahora estaban limpiando el olivar para facilitar la recogida cuando llegase el momento, pero entre eso, hacer suelos, sulfatarlas, recogerlas, etc.. tenía trabajo en el campo para todo el año. A las doce y media vuelta al pueblo, una cervecita en el bar hasta la hora de comer y después de una horita de siesta, a estudiar. No era buen estudiante, pero quería acabar el módulo de automoción que tenía a medias, no quería depender sólo del campo y esperaba, con el tiempo, montar su propio taller. Volvía al pueblo con el tiempo justo de entrenar, cenar y volver a coger la cama.


-La gente está muy preocupada con el partido de hoy ¿no? Por cierto, perdona pero no me acuerdo de tu nombre.

-¡Tanto cambio de equipo te va a dejar como Doris! Soy Miguel, y la gente no está preocupada por este partido, está ilusionada con el equipo y la nueva categoría. La gente del pueblo disfruta viendo a sus vecinos jugar bien al fútbol, y cuando no lo hacemos bien, disfrutan viendo como lo intentamos sin rendirnos. Lo tuyo es una excepción, nunca había venido alguien de tan lejos a formar parte de nuestra plantilla –le guiñó un ojo mientras decía- Sin duda tendrás que proporcionarnos el salto de calidad que necesitamos.

-No te creas Miguel, no soy lo que era. Estoy muy castigado.

-No te preocupes, alguien con tu experiencia tiene mucho que enseñar y aportar a un equipo de gente joven. Y verás como al final te sorprendes y demuestras que te quedan muchos minutos que disfrutar jugando.

Le dio una palmadita en la espalda y pareció recuperar la energía de la que hacía dos minutos estaba tan falto. Se giró para decirle:


-¡No te quedes ahí parado! Estamos convocados a las siete, a las cinco deberíamos estar echando una siestecita para descansar, así que nos quedan tres horitas y media para echar una buena liga. Vente de bares, a ver a quien nos encontramos por ahí.

Esta era una de las costumbres del pueblo a la que más rápidamente se había adaptado. La cervecita del mediodía era obligatoria, pero sentarse en los bares a tomar cerveza los fines de semana era de las pocas cosas que se podían hacer en el pueblo, así que se había convertido prácticamente en una tradición. No era extraño ver a la misma mesa a chavales de 17 años jugando al domino o discutiendo sobre quien iba a ganar la liga con abuelos de más de 70. En el tiempo que transcurría desde que acababa la misa de las doce, hasta las tres y medía, la gran mayoría de la población de Mogón se concentraba en sus bares. La sana costumbre de poner una tapita con cada cerveza que se tomaba, ayudaba a los clientes a seguir consumiendo, y los más jóvenes, salían derechitos a tumbarse a dormir la siesta después de completar la serie de cervezas y tapas. Con un café y un par de copas. Tomando la segunda tapa, David hablaba con el hermano de Miguel sobre lo curioso de la diferencia entre los bares de España. Comentaba como según la zona, se estilaba más el barril que la botella, al botellín se le llamaba quinto, o a lo que era una mediana en Cataluña, pasaba a denominarse tercio en el resto del país.

-Aquí les llamamos “mochas”-dijo Dani- Aunque a lo de tercio también estamos bastante acostumbrados.


Comenzaban a debatir sobre porque a los habitantes de una zona siempre les gusta más la cerveza más extendida en su comarca (David siempre había defendido que eso era como todo, a lo que te acostumbras desde pequeño) cuando Miguel les metió prisa.


-Vamos al bar del Víctor, que seguro que los de la peña están allí.



Salían del “Molino Viejo”, uno de los bares con más solera del pueblo, bien situado junto al puente en el que se habían encontrado David y Miguel, debía su nombre a que durante los años de la guerra civil, allí tenía su ubicación el único molino de la comarca. Sin embargo, y a pesar de tener muchos parroquianos asiduos, la gente joven del pueblo sólo estaba allí de paso, preferían el Tuerto, el bar de Víctor o en su mayoría, el “32”.


El bar de Víctor estaba situado en los bajos de la casa de su dueño, que por supuesto, se llamaba Víctor. Era la primera vez que David entraba allí, y le llamaron la atención tres cosas de sobremanera:
El sonido ambiente era bastante más alto, la gente joven reía con intensidad, algunos incluso cantaban, así que para hacerte oír tenías que elevar el tono de voz. La segunda que le llamó la atención (muy gratamente, todo hay que decirlo) fue el sabor y la generosidad de sus tapas. Mientras observaba los dos huevos de codorniz fritos que descansaban en un lecho de bacon y una rodraja de tomate, todo colocado en una rebanada de pan tostado, decidió que saldría de allí comido y listo para dormir. En la barra nunca faltaban platillos con aceitunas.


         -Tenemos que aprovechar ahora que hay turistas para enseñarles lo mejor de nuestra tierra-solía decir Víctor.


         Pero sin duda, lo que centró en interés de David fueron las curvas de Ana, la hija de Víctor, que no paraba de salir de la cocina cargada de tapas. Aunque en su cara se notaban los estragos de las fiestas, no perdía su buen humor, y en su cara se dibujaba una sonrisa preciosa en todo momento.

         Salieron de allí cantando, aproximadamente a las tres, y se encaminaron hacia el Tuerto. Era un pequeño bar situado junto a la iglesia, justo antes de un precioso puente colgante de tablas que cruzaba el Guadalquivir, y en el que los días de “liga recia” (así llamaban a los días en que las tres o cuatro cervecitas se convertían en una docena) la cantidad de gente  concentrada te obligaba a estar permanentemente de pie, en ocasiones incluso tenías que salir fuera del bar. Se sorprendió al ver al míster apoyado en la barra con el Pelijas, sobre todo al apreciar que varios miembros más del equipo se encontraban en el local. Les saludo levantando la mano y fué a situarse en la otra esquina de la barra (aunque realmente sólo se encontraba a unos pocos metros de ellos). No había hablado demasiado con el cuerpo técnico, pero tenía que reconocer que era un grupo peculiar y que le habían acogido como a uno más de la plantilla desde el primer momento.


         La cosa se fue animando durante la siguiente hora, pero en un momento dado, se escuchó al preparador físico decir:


         -Señores, vale de momento. Todos a descansar un rato y esta noche, más.


         Se escuchó alguna queja, sobretodo de los más jóvenes, pero todos accedieron sin dudarlo, algo que David agradeció porque empezaba a notarse algo mareadillo.



         Al salir a la calle el sol calentaba con fuerza, rondarían los cuarenta grados. Comenzó a caminar por un asfalto que en ocasiones se mostraba incluso pegajoso pensando en el camino que le quedaba por delante y en la habitación con aire acondicionado que le esperaba al final (gran invento, como lo agradecería cuando se tumbase en la cama). Su mente se trasladó por un instante al bar de Víctor y las curvas de Ana volvieron a su memoria. Le recordaba vagamente a una prostituta que conoció en un bar de carretera cercano a Logroño, cuando comenzaba su declive futbolístico, pero tuvo que reconocer que la mogonera tenía una de las caras más bonitas que había visto en su vida. Le había gustado esa chica, la verdad es que el pueblo tenía cada vez mejor pinta.


         Llegó al hostal y subió directamente a su habitación. Podía descansar dos horitas antes de la convocatoria, y aunque sabía que esa tarde apenas iba a jugar, reconoció que le iban a venir muy bien. Puso la alarma del teléfono móvil, y se echó a dormir.




4 comentarios:

  1. Bigotes!! Bravo, que faceta más bonita la tuya! Te felicito, me ha entretenido mucho!
    Salut company!!!

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  2. Bigotes!! Bravo, que faceta más bonita la tuya! Te felicito, me ha entretenido mucho!
    Salut company!!!

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