Se despertó alrededor de las 18.15, no
había dormido demasiado, pero notaba que había descansado muy bien. Su estado
físico tampoco era algo que le preocupara en exceso, al iniciar la pretemporada
más tarde que el resto del equipo, estaba de acuerdo con el míster en que su
estado de forma no era el idóneo, así que habían resuelto que sólo jugaría unos
veinte minutos para comenzar a coger ritmo de partido. La convocatoria solían
hacerse en el 32, bar en el que se había establecido el local social del club,
pero por tratarse del primer partido, y dadas las circunstancias especiales que
lo rodeaban, esta vez tenían que presentarse directamente en el campo. Se dio
una ducha rápida, y mientras se vestía viendo un concurso que ponían en la
televisión autonómica, decidió que cogería su moto para llegar hasta el campo.
La verdad es que sólo se encontraba a unos quince minutos a pie, pero el sol
todavía calentaba, y el camino hasta el Jamargal no disponía de muchas sombras
donde cobijarse. Cogió su casco, bajo las escaleras y tomó un zumo de naranja y
un par de galletas antes de subir a su Harley y ponerse en camino hacia el
primer partido de su nuevo equipo.
Alrededor del campo ya se comenzaba a
apreciar ambiente festivo: por los dos caminos que llegaban hasta él, se
aproximaban distintos grupos de gente, la mayoría con la camiseta verde
aceituna del C.F.Mogón. Muchos de ellos cargaban con neveras y paraban cada
cierto tiempo para echar un trago. Durante la liga del medio día, le habían
explicado que en el partido de presentación les permitían entrar con neveras en
el campo como tradición, era algo que venían haciendo desde que el equipo se
fundara en la categoría más baja del fútbol regional andaluz.
-Son insaciables, se nota que están en
fiestas -pensó mientras entraba en el recinto deportivo.
Llegó al vestuario cinco minutos antes
de la hora prevista, pero aún así, el reto de la plantilla ya estaba terminando
de vestirse de corto, impacientes por escuchar la charla técnica y salir al
césped a calentar.
La charla fue breve: explicó el sistema
( un 4-2-3-1 sin más complicaciones), recordó las estrategias a balón parado,
alentó a sus jugadores a dar una buena imagen el primer partido de la
temporada, pero para extrañeza de David, no habló en ningún momento del
resultado, sólo de dar buena imagen y hacer disfrutar al público.
Se escuchaban los cánticos antes de
salir al campo. Unas cinco mil personas llenaban las gradas, algo digno de
elogio tratándose de una población de poco más de tres mil habitantes. El
número catorce se sorprendió mirando a su alrededor con admiración, sin duda,
los turistas se volcaban con el equipo. Un tirón de la camiseta le trajo de
nuevo a la realidad.
-¡Me has prometido un gol! –le dijo
Mario- Estaré detrás de aquella portería, ¿te he dicho que hago de
recogepelotas?
-Sí, pero dudo mucho que pueda marcar,
sólo jugaré 20 minutos.
-¡Tienes tiempo de sobra! –gritó el
pequeño corriendo hacia su sitio-¡Acuérdate de dedicármelo, me he jugado un
chicle con mi primo!
El partido comenzó con los locales
volcados, empujados por un animoso público que los llevaban en volandas, sin
embargo, tras fallar Chino (el delantero
centro local) un par de oportunidades, el Real Jaén tomó el mando de partido.
Los jugadores de la capital aprovechaban su mayor calidad y el rodaje que les
daba el mes que llevaban entrenándose para conservar el balón y crear peligro a
un equipo, que a medida que se acercaba el descanso, notaba la falta de
frescura habitual a estas alturas de pretemporada. Cuando el árbitro señaló el
final de la primera parte, el marcador reflejaba un cero a uno, resultado
bastante justo tal y como habían transcurrido las cosas.
En el descanso el discurso no varió en
exceso. Después de felicitar el comportamiento de la primera parte, el míster
intentó corregir algunos fallos puntuales y realizó cinco cambios con el fin de
dotar al equipo de una mayor consistencia física. Insistió en que el orden era
más importante que el resultado y que no debían tirar la buena imagen por la
borda por irse a lo loco al ataque.
Al volver a salir al campo la gente
seguía cantando como al principio. Miró hacia la portería a la que tocaba
atacar: Mario estaba junto al poste derecho y detrás de él dos pancartas
llamaban la atención. En una se veía un extraño ser junto a la inscripción “Los trabubus de las
Villas”, en la otra se podía leer “Frente botellín”. En el momento en que el
árbitro señaló el comienzo, Pelijas se giró y mandó a calentar a David y a
otros dos compañeros. En el minuto diez, el Jaén hizo el segundo aprovechando
un despiste defensivo y comenzó su propio carrusel de cambios. Ahora el Mogón
tenía más el balón, y a pesar de estar algo desordenados en el centro del
campo, compensaban esa anarquía con trabajo.
-Ven David, entras ya.
Se quitó el peto y cambió su camiseta.
Después de ajustarse las espinilleras y besar la cruz de plata que colgaba de
su cuello se acercó al míster y se la entregó esperando instrucciones.
-Guárdamela, por favor
-Medio
centro. Ya sé que no es tu sitio, pero tienes cualidades de sobra para jugar
ahí. No te vuelvas loco y guía a tus compañeros: hace un rato que corremos más
de la cuenta por estar mal colocados. No quiero que pierdas el sitio, juega y
haz jugar a los demás. En los balones parados mandas tú. Tienes veintitrés
minutos, pero ante cualquier molestia pide cambio. ¿Estamos de acuerdo?
-Completamente.
Durante
los diez primeros minutos no se complicó mucho la vida, intentó no perder
balones y se limitó a tocar en corto, sin arriesgar, y asegurar su posición en
el centro del campo. Una buena jugada por banda provocó un córner a favor,
marcó jugada y lo sacó fuerte y al primer palo, donde Jorge remató de cabeza al
fondo de las mallas. El público se animó todavía más pidiendo un último
esfuerzo y el equipo se contagió. Siempre le buscaban a la hora de organizar
los ataques y eso le hizo coger confianza y arriesgar un poco más. De sus botas
salió un buen pase interior que controló Kaki antes de ser derribado a unos
cinco metros de la frontal. El catorce lo vio claro, así que cogió el esférico,
lo plantó, tomó cuatro pasos de carrera y lanzó un zapatazo que se coló por la
escuadra. El público estalló, y antes de darse cuenta, ya tenía a cinco
compañeros encima, pero cuando ya volvían hacia su campo, se dio la vuelta, se
dirigió al fondo y se abrazó a un pequeño recogepelotas. La sonrisa de Mario le
proporciono mayor satisfacción que el propio gol.
De ahí al
final poco más, ya que las fuerzas volvían a fallar, pero esta vez aguantaron
ordenados hasta los tres pitidos del árbitro. Tras aplaudir al público y
saludar a los rivales, David se sorprendió del tiempo que llevaba sin salir de
un campo sonriendo.
-Lástima
que el resto de la temporada no vaya a ser igual-se dijo en voz baja mientras
alcanzaba el túnel de vestuarios y la sonrisa se le borraba de la cara.
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