miércoles, 10 de agosto de 2016

PILOTO 7

         Se despertó alrededor de las 18.15, no había dormido demasiado, pero notaba que había descansado muy bien. Su estado físico tampoco era algo que le preocupara en exceso, al iniciar la pretemporada más tarde que el resto del equipo, estaba de acuerdo con el míster en que su estado de forma no era el idóneo, así que habían resuelto que sólo jugaría unos veinte minutos para comenzar a coger ritmo de partido. La convocatoria solían hacerse en el 32, bar en el que se había establecido el local social del club, pero por tratarse del primer partido, y dadas las circunstancias especiales que lo rodeaban, esta vez tenían que presentarse directamente en el campo. Se dio una ducha rápida, y mientras se vestía viendo un concurso que ponían en la televisión autonómica, decidió que cogería su moto para llegar hasta el campo. La verdad es que sólo se encontraba a unos quince minutos a pie, pero el sol todavía calentaba, y el camino hasta el Jamargal no disponía de muchas sombras donde cobijarse. Cogió su casco, bajo las escaleras y tomó un zumo de naranja y un par de galletas antes de subir a su Harley y ponerse en camino hacia el primer partido de su nuevo equipo.



         Alrededor del campo ya se comenzaba a apreciar ambiente festivo: por los dos caminos que llegaban hasta él, se aproximaban distintos grupos de gente, la mayoría con la camiseta verde aceituna del C.F.Mogón. Muchos de ellos cargaban con neveras y paraban cada cierto tiempo para echar un trago. Durante la liga del medio día, le habían explicado que en el partido de presentación les permitían entrar con neveras en el campo como tradición, era algo que venían haciendo desde que el equipo se fundara en la categoría más baja del fútbol regional andaluz. 


         -Son insaciables, se nota que están en fiestas -pensó mientras entraba en el recinto deportivo.


         Llegó al vestuario cinco minutos antes de la hora prevista, pero aún así, el reto de la plantilla ya estaba terminando de vestirse de corto, impacientes por escuchar la charla técnica y salir al césped a calentar.

         La charla fue breve: explicó el sistema ( un 4-2-3-1 sin más complicaciones), recordó las estrategias a balón parado, alentó a sus jugadores a dar una buena imagen el primer partido de la temporada, pero para extrañeza de David, no habló en ningún momento del resultado, sólo de dar buena imagen y hacer disfrutar al público.

         Se escuchaban los cánticos antes de salir al campo. Unas cinco mil personas llenaban las gradas, algo digno de elogio tratándose de una población de poco más de tres mil habitantes. El número catorce se sorprendió mirando a su alrededor con admiración, sin duda, los turistas se volcaban con el equipo. Un tirón de la camiseta le trajo de nuevo a la realidad.


         -¡Me has prometido un gol! –le dijo Mario- Estaré detrás de aquella portería, ¿te he dicho que hago de recogepelotas?

         -Sí, pero dudo mucho que pueda marcar, sólo jugaré 20 minutos.

         -¡Tienes tiempo de sobra! –gritó el pequeño corriendo hacia su sitio-¡Acuérdate de dedicármelo, me he jugado un chicle con mi primo!




         El partido comenzó con los locales volcados, empujados por un animoso público que los llevaban en volandas, sin embargo, tras fallar  Chino (el delantero centro local) un par de oportunidades, el Real Jaén tomó el mando de partido. Los jugadores de la capital aprovechaban su mayor calidad y el rodaje que les daba el mes que llevaban entrenándose para conservar el balón y crear peligro a un equipo, que a medida que se acercaba el descanso, notaba la falta de frescura habitual a estas alturas de pretemporada. Cuando el árbitro señaló el final de la primera parte, el marcador reflejaba un cero a uno, resultado bastante justo tal y como habían transcurrido las cosas.


         En el descanso el discurso no varió en exceso. Después de felicitar el comportamiento de la primera parte, el míster intentó corregir algunos fallos puntuales y realizó cinco cambios con el fin de dotar al equipo de una mayor consistencia física. Insistió en que el orden era más importante que el resultado y que no debían tirar la buena imagen por la borda por irse a lo loco al ataque.

         Al volver a salir al campo la gente seguía cantando como al principio. Miró hacia la portería a la que tocaba atacar: Mario estaba junto al poste derecho y detrás de él dos pancartas llamaban la atención. En una se veía un extraño ser  junto a la inscripción “Los trabubus de las Villas”, en la otra se podía leer “Frente botellín”. En el momento en que el árbitro señaló el comienzo, Pelijas se giró y mandó a calentar a David y a otros dos compañeros. En el minuto diez, el Jaén hizo el segundo aprovechando un despiste defensivo y comenzó su propio carrusel de cambios. Ahora el Mogón tenía más el balón, y a pesar de estar algo desordenados en el centro del campo, compensaban esa anarquía con trabajo.


         -Ven David, entras ya.


         Se quitó el peto y cambió su camiseta. Después de ajustarse las espinilleras y besar la cruz de plata que colgaba de su cuello se acercó al míster y se la entregó esperando instrucciones.

         -Guárdamela, por favor

-Medio centro. Ya sé que no es tu sitio, pero tienes cualidades de sobra para jugar ahí. No te vuelvas loco y guía a tus compañeros: hace un rato que corremos más de la cuenta por estar mal colocados. No quiero que pierdas el sitio, juega y haz jugar a los demás. En los balones parados mandas tú. Tienes veintitrés minutos, pero ante cualquier molestia pide cambio. ¿Estamos de acuerdo?

-Completamente.


Durante los diez primeros minutos no se complicó mucho la vida, intentó no perder balones y se limitó a tocar en corto, sin arriesgar, y asegurar su posición en el centro del campo. Una buena jugada por banda provocó un córner a favor, marcó jugada y lo sacó fuerte y al primer palo, donde Jorge remató de cabeza al fondo de las mallas. El público se animó todavía más pidiendo un último esfuerzo y el equipo se contagió. Siempre le buscaban a la hora de organizar los ataques y eso le hizo coger confianza y arriesgar un poco más. De sus botas salió un buen pase interior que controló Kaki antes de ser derribado a unos cinco metros de la frontal. El catorce lo vio claro, así que cogió el esférico, lo plantó, tomó cuatro pasos de carrera y lanzó un zapatazo que se coló por la escuadra. El público estalló, y antes de darse cuenta, ya tenía a cinco compañeros encima, pero cuando ya volvían hacia su campo, se dio la vuelta, se dirigió al fondo y se abrazó a un pequeño recogepelotas. La sonrisa de Mario le proporciono mayor satisfacción que el propio gol.


De ahí al final poco más, ya que las fuerzas volvían a fallar, pero esta vez aguantaron ordenados hasta los tres pitidos del árbitro. Tras aplaudir al público y saludar a los rivales, David se sorprendió del tiempo que llevaba sin salir de un campo sonriendo.

-Lástima que el resto de la temporada no vaya a ser igual-se dijo en voz baja mientras alcanzaba el túnel de vestuarios y la sonrisa se le borraba de la cara.


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