El Sol ya
estaba comenzando su declive cuando Marta arrancó a correr río arriba. Hacía
tiempo que se había acostumbrado a trotar, primero para mantenerse en forma,
pero poco a poco se fue dando cuenta de que era una buena forma de quemar
adrenalina y desestresarse. Cuando estudiaba en la ciudad solía correr por un
parque cercano a su casa, pero una vez en el pueblo, el camino que se dirigía a
la sierra por el valle del río era ideal: los árboles propiciaban largos tramos
de sombra y el murmullo del agua unido al canto de los pájaros hacía el paraje
especialmente relajante. Los fines de semana o en la temporada de aceituna
solía cruzarse con el coche de bañistas que bajaban de la sierra o de algunos
jornaleros rezagados, pero entre semana el tráfico era inexistente. Ese día,
Domingo después de feria, la vida social del pueblo se limitaba a sentarse en
alguna terraza a partir de las doce de la noche, así que, aunque después le
tocaría abrir el bar, ahora podía hacer tranquilamente su recorrido habitual.
Por fin habían terminado las fiestas, eso significaba que las cosas poco a poco
iban a volver a la normalidad. A lo largo de la semana siguiente los
veraneantes regresarían escalonadamente a sus domicilios habituales, y a final
de mes, muchos de los jóvenes del pueblo empezarían a desaparecer entre semana
para ir a trabajar o estudiar a la ciudad. Tendría que buscarse alguna
actividad de lunes a viernes, porque el bar le dejaría demasiadas horas libres
y sólo los fines de semana serían realmente agitados. A pesar de todo,
necesitaba unos días para recuperar sueño y relajarse después de una semana
dura en la que apenas había podido descansar.
Decidió
dar la vuelta. Llevaba unos veinte minutos trotando y el paisaje había cambiado
visiblemente. El olivar se transformaba en bosque de pinos, la distancia entre
las montañas que custodiaban el río se hacía cada vez menor y la carretera se
convertía en un repecho cada vez más
duro a medida que se iba adentrando en la Sierra de las Villas. La verdad es
que las fiestas habían sido muy divertidas, aunque había echado de menos la
visita de algunos amigos que solían aparecer en esas fechas. A diferencia de la
mayoría de chicas del pueblo, que aprovechaban esos días para desinhibirse y
ligar con forasteros, ella seguía buscando alguien que le hiciera olvidar a
Dani, pero nunca creyó en eso de “un clavo con otro se quita”, y aunque no le
habían faltado pretendientes, ninguno le había llegado a llamar la atención.
Se
extrañó de ver a alguien corriendo en su dirección, y todavía más al reconocer
a David. Le saludo al cruzarse en él, pero ninguno de los dos se detuvo.
-Hizo un
buen partido –pensó- Pero pensaba que hoy no se podría mover después de la
torta que pilló ayer.
Le recordaba
bebiendo cerveza con el resto del equipo en su bar, y después en la caseta
municipal, tomando copas con Ana hasta que se fue con ella cuando comenzaba a
despuntar el Sol. Marta aguantó hasta el final y se fue a desayunar, pero no
había bebido ni la cuarta parte que él.
Cuando
volvió a pisar las calles del pueblo, aflojó el ritmo y decidió que la próxima
vez que saliese a correr, llevaría con ella su MP4.
Se ajustó las zapatillas de deporte y
cogió su MP3 antes de comenzar a trotar sin rumbo fijo. Al cruzar el primer
puente decidió girar a la derecha y seguir el curso del río en dirección
inversa a la que llevaba el agua. Era una carretera estrecha y el asfalto que
alguna vez la cubrió, brillaba por su ausencia, convirtiéndola más en un camino
de carros que en una verdadera carretera. Le habían contado que prácticamente
todos los años tenían que parchear las carreteras de la zona con más tránsito,
ya que durante la temporada de recogida de aceituna, los tractores y demás
vehículos acababan por destrozar la calzada. El hecho de que el camino que
había tomado no llevase a ninguna población (sólo unos cuantos cortijos se
encontraban en esa dirección) había contribuido al olvido del ayuntamiento a la
hora de destinar fondos para arreglar algo que nadie iba a aprovechar. Sin
embargo el camino, entre olivos al principio, y acercándose a la sierra ahora,
tenía su encanto.
No la vio hasta que no la tuvo a 5
metros, y saludó más por cortesía que por otra cosa.
-“¿Es la hija del
presi?”- se preguntó a si mismo antes de sorprenderse girando la cabeza para
mirarle el culo – “¡Joder! Además de ser guapa tiene un cuerpo impresionante.
Bonitas piernas”
El comentario de las piernas le trajo a
la mente lo sucedido con Ana. Llevaba un vestido corto y la verdad es que las
piernas parecían estar duras. ¿Lo parecían?. ¡Que va!. Recordó que entre beso y
beso, su mano se deslizó un par de veces debajo de la tela blanca que cubría su
cuerpo y pudo comprobar que no es que pareciesen duras, es que lo estaban.
También es verdad que el estado en el que se encontraba la noche anterior no
proporcionaba una gran credibilidad a sus recuerdos, pero de que la chica era
guapa, estaba seguro, porque la había visto durante la liga y esos recuerdos sí
que eran fiables. No sabía si le había dado su teléfono, pero no le
preocupaba:” Se dónde encontrarte” se dijo con una sonrisa en la cara “pero
será mañana, esta noche estoy demasiado cansado.” Dio la vuelta y puso rumbo al
pueblo. No le apetecía correr de noche y el Sol ya se estaba ocultando.
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