Estaba terminando de comer la pechuga de pollo a la plancha que
Rosa le había preparado. El menú los días de partido siempre era el mismo:
pasta cocida (preferiblemente spaghetti) con salsa boloñesa aparte y pechuga de
pollo a la plancha con puré de patatas, una pequeña ensalada para ir picando y
un par de piezas de fruta de postre. Seguía dándole vueltas a cómo afrontar su
conversación con Ana para no quedar como un cabrón cuando escuchó a Mario
entrar en el comedor. Llevaba la mochila a la espalda, y por la cara de cansado
que traía, el partido había sido bastante duro.
-¿Cómo ha ido?
-Igualado, pero no hemos podido con ellos-dejó la mochila en el
suelo y se sentó en la mesa con él- Tenían un año más que nosotros, nos han
ganado por fuerza.
-¿Sólo por fuerza? ¿Cómo habéis quedado?
-Tres a uno. Van los primeros, ahora nos sacan cuatro puntos,
pero seguro que ganan la liga.
-Solamente con fuerza no se hace un campeón –David había
comenzado a pelar un plátano- Si tienes fuerza, pero no tienes la pelota,
difícilmente ganarás un título. Puedes ganar muchos partidos, pero para quedar
primero tienes que tener más cosas. Aunque la fuerza es importante.
-Hoy vas convocado, ¿jugarás?
-No creo, no tengo ritmo. La verdad es que no se por qué quiere
que me vista.
-Porque te necesitamos, está claro.
La respuesta fue tan breve y contundente que dejó a David sin
palabras. La verdad es que no había pensado demasiado ni en el partido ni en
el equipo, pero la sinceridad del niño le había descolocado. Recordó la
pretemporada y la pasión con que el público se había volcado con el equipo,
pero después de su lesión, se dedicó a verlo todo desde fuera, sin involucrarse
ni sentirse parte de lo que sucedía. Recordó la sonrisa de Mario al dedicarle
el gol y la comparó con la cara de abatimiento que ahora apagaba su rostro.
-Necesitamos alguien que sostenga el equipo desde el centro, y
tú eres el único capaz de hacerlo.
-Mario, ¿alguna vez has pensado en ser entrenador? –se lo dejó
caer entre risas, divertido por la claridad con la que el pequeño parecía ver
las cosas.
-Tal vez. Después de defender la roja, jugaré mi último año en
el Mogón. Luego es posible que me saque el carné de entrenador.
El comentario provocó tal carcajada a David, que casi se
atraganta con el último bocado de plátano.
-¿De qué te ríes?-la cara de Mario le hizo ver que el pequeño
hablaba completamente en serio.
-¿Hacemos un trato? Si sigues bien con tus estudios y después de
los dieciséis años me demuestras que tienes buen nivel con el balón, yo mismo
me encargaré de conseguirte una prueba con el fútbol base de algún equipo
profesional.
-¿De verdad?
-Casi nunca doy mi palabra, pero siempre que puedo cumplo con
mis tratos, ¿o acaso no te dediqué el gol?
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