Como cada mañana, Alberto entró al
edificio de oficinas y se dispuso a
coger el ascensor que le trasladase a la planta trece. Su empresa se había
trasladado allí hacía años y cuando le ofrecieron un puesto de mayor responsabilidad,
lo único que le hizo dudar fue saber que tendría que subir cada día hasta allí
arriba. Una mujer con un abrigo de piel que no paraba de aconsejar a una chica
más joven que aguantaba educadamente el chaparrón y un par de hombres con
trajes baratos, entraron con él cuando el elevador quedó vacío. Se ubicó al
fondo, apoyado en un rincón, y respiró hondo mientras las puertas se cerraban.
Comenzó el ascenso y se concentró en
la música clásica que sonaba y en su propia respiración tal como le había
aconsejado el terapeuta. A escasa distancia, la mujer seguía hablando con una
voz aguda hasta el punto de ser molesta en su intento de concentrarse.
Una sacudida y se detuvo el ascensor.
Las luces parpadearon antes de apagarse. Cerró los ojos y se intentó abstraer
de todo. “Uno, dos, tres…” contaba a medida que respiraba, pero la mujer
hablaba cada vez en un tono más alto. Alguien pulsó la alarma justo antes de
que las palabras se convirtiesen en gritos de socorro. “Uno, dos, tres…”. Se
trasladó a otra época. Los gritos de esa mujer se transformaron en los de su
madre. Los golpes en la puerta, en los que su padrastro, ebrio y enajenado,
proporcionaba a su progenitora sin piedad ni motivo. El pequeño Alberto,
escondido en el fondo del armario, notaba como le faltaba el aire mientras
lágrimas amargas rodaban por sus mejillas…
La vuelta de la luz y la sacudida que
puso el ascensor en movimiento le sorprendieron acurrucado en el suelo, en el
mismo rincón que pisaba hacía escasos minutos. Salió del ascensor luchando con
viejos fantasmas y se dirigió rápidamente a su despacho. Tras abrir la ventana,
aspiró el frío aire de noviembre que le hizo tiritar dentro de una camisa
empapada en sudor. Respiró profundamente intentado recuperar el control: “Uno,
dos, tres…”
1,2,3 bonito no es!!! Pero consigues transmitir angustia y desesperación...Podría haber saltado por la ventana...jajajajajaja...1,2,3 haber quien llega antes al suelo????
ResponderEliminarSi transmite angustia y desesperación, misión cumplida. Ni salta, ni deja de saltar, el siguiente paso queda al gusto del consumidor. :)
EliminarMe ha gustado mucho David. Provoca congoja e incertidumbre por lo que pueda pasar. ¡Qué difícil es superar los traumas del pasado...!
ResponderEliminarGracias!!! Los pasados y los presentes, pero mañana será un bonito día. :)
EliminarMuy bueno. Te hace esperar atento el fin, que pueden ser varios !!
EliminarGracias Marta!!!!
EliminarMe ha gustado trasmite, angustia y claustrofobia. Y a la vez le trae el recuerdo su niñez que no lo pasó nada bien con el maltrato de su padrastro. Un abrazo David.
ResponderEliminarGracias Maria del Carmen!!! Otro abrazo para ti. :)
ResponderEliminarHola, David
ResponderEliminarQue buen relato, psicológicamente aterrador con un gran final. El personaje pasa por un episodio traumático, preso de un ahogo brutalmente asfixiante.
Me ha fascinado tu blog. Si deseas podemos leernos: https://yessykan.blogspot.com/
Saludos
Gracias!!!! En el blog hay mucho que mejorar, espero encontrar tiempo. Te pienso leer.
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