El partido comenzó como siempre, con un Mogón volcado e
intentando tener el balón la mayor parte del tiempo. Su rival se limitaba a
defenderse en su campo, pero la falta de imaginación de los locales en los
metros finales provocaba que simplemente con una buena organización defensiva
las embestidas de los verdes no llegasen a buen puerto. A medida que la primera
parte avanzaba, el cansancio comenzaba a provocar falta de precisión en los
pases, y dos balones perdidos en la medular, provocaron dos peligrosos
contraataques que a punto estuvieron de costar muy caro. Sin embargo, a pesar
de los sustos, el árbitro señaló el camino de los vestuarios cuando el marcador
todavía señalaba el cero a cero inicial.
Durante el descanso había comenzado a lloviznear, y al pitar el
colegiado el inicio de la segunda mitad, una fuerte tormenta caía sobre el estadio.
Sólo duró veinte minutos, pero fueron suficientes para dejar muy pesado el
terreno de juego, lo que unido al cansancio acumulado por el desgaste de la
primera parte, provocó que el Mogón fuese cediendo el balón y el control del
partido de forma paulatina.
-Chino, Jota y David, a calentar.
Chino y Jota salieron disparados hacia la banda, pero David se
quedó mirando a su entrenador. Cuando estaba a punto de recordarle su
conversación de antes del partido, el Colorao se giró hacia él para apremiarle.
-Espabila, que aunque no juegues, te vendrá bien trabajar un
poco en la banda.
Al salir del banquillo, una pequeña ovación que llegó desde la
grada, le provocó un ligero cosquilleo. La gente recordaba el partido de ferias
y le veía la principal baza para reflotar el equipo. El partido seguía intenso,
y cuando las piernas flojeaban, desde el fondo de la portería visitante
llegaban ánimos acompañados de un continuo golpe de tambor, que al igual que a
los reos en galeras, invitaba a los jugadores a apretar los dientes y seguir
trabajando. Llamaron al Chino, y verlo venir de frente, la tensión de sus ojos
le hizo hablar.
-Chino –le dijo cuando se cruzó con él- Te has pasado con el
perfume: apestas a gol.
Hacía mucho, un veterano se lo dijo antes de saltar al campo, y
no sabía por qué, pero la frase había salido sola de su boca. El Chino se fue
con una sonrisa en los labios, y cuando faltando siete minutos su lanzamiento
entró pegado al palo, continuó la carrera hacia la banda y se tiró sobre el
catorce. Antes de darse cuenta, se encontraba debajo de la montonera que el
resto del equipo había formado sobre ellos. De ahí al final, unos eternos
minutos de sufrimiento hasta que los tres silbidos decretaron el final del
encuentro.
Salió del campo cansado, más por la tensión que por el trabajo
realizado, pero le gustaba la sensación. Habían quedado en el bar del
presidente para tomar un par de quintos, y aunque se le había pasado por la
cabeza ir a visitar a Jelena, decidió que seguir a los demás al 32 era la mejor
opción. Al fin y al cabo, el Águila Negra no se iba a mover de allí, y la
primera victoria del año, bien merecía una celebración.
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