La mañana del sábado despertó con mal
sabor de boca. El reloj marcaba las once, pero cuando se marchó de casa de Toni
comenzaban a insinuarse los primeros rayos de un Sol, que a principios de
Septiembre, seguía calentando con fuerza mientras se encontraba en el cielo.
Ese fin de semana jugaban la primera jornada de liga, pero una contractura
sufrida durante el entrenamiento del jueves anterior le iba a impedir debutar.
La verdad es que la veía venir, pero cuando Jelena se le puso a tiro y le dijo
que aquella noche pagaba la casa, lo último que se le pasó por la cabeza fue el
fútbol. Aunque el pueblo ya estaba casi vacío (los turistas habían vuelto a sus
lugares de origen) la costumbre del club de las tres cervecitas del sábado
continuaba en vigor, así que se levantó para darse una ducha y desayunar antes
de poner rumbo al 32. Tras beber unos sorbos de agua, una arcada con regusto
amargo la hizo correr al lavabo.
-Falsa alarma –se dijo a sí mismo-
Espero que el desayuno me arregle el cuerpo.
Bajó las escaleras tras la ducha,
convencido de que todo lo que fuera más consistente que un zumo de naranja
terminaría haciéndole vomitar.
El cuerpo técnico del Mogón C.F. se
encontraba en el 32 desde bastante antes de que comenzasen a llegar jugadores.
El sábado por la mañana, Pelijas y el Colorao tenían por costumbre reunirse
para acabar de concretar los detalles del partido después de concederse un buen
homenaje en forma de huevos, patatas fritas, chorizo y panceta, todo regado con
una botella de vino de Rioja. Después del café, comentaban como habían ido los
entrenamientos semanales (rendimientos, jugadores con molestias o lesionados)
así como la plantilla del equipo al que habían de enfrentarse, y con eso,
terminaban eligiendo el equipo titular para el partido. Después de eso, concretar
la posición de cada jugador en las acciones de estrategia era una simple
cuestión de lógica. Sin darse cuenta, el mediodía se acercaba, y con él
comenzaron a entrar al bar los primeros miembros de la plantilla.
Marta se preparaba para el ritual:
siempre eran tres rondas de botellines que se abrían cada veinte minutos a
partir de la llegada del último jugados. Ya tenía preparadas las tapas.
Normalmente ponían lo que se le antojaba a su madre (la cocinera) dependiendo
de el número de cervezas que llevase el cliente, pero tratándose del equipo,
los técnicos las elegían por la mañana. También tenía preparado el esquema de
cómo sería el primer número de su gaceta. La comenzaría con un resumen de la
pretemporada y un análisis de los fichajes para completarla con el resumen del
encuentro y un avance del equipo al que se enfrentarían la semana siguiente.
Por desgracia, el primer partido lo jugaban como visitantes y ella no podía
asistir, ya que coincidía con el derby entre el Real Madrid y el Atleti y el
bar estaría lleno. Se dirigió al Colorao para ver si estaba de acuerdo con
hacerle un resumen de la primera jornada.
-¿Ya tenéis la alineación decidida? –se
dirigió a él sabiendo que la respuesta era sí, pero creía mejor entablar una
conversación que pedir el favor directamente- Tienen que ser competitivos, es
nuestro primer partido en Andaluza.
-¿Qué quieres diablilla? –una sonrisa
iluminó la cara de un Colorao que hacía mucho que conocía a Marta- Sabes de
sobra que serán competitivos, y que se la alineación pero no te la voy a dar.
¿Era sólo eso, o necesitas algo más?
-Hay algo más –aprovechaba la
conversación para pasar un trapo y secar el mostrador- Me va a ser imposible
viajar mañana y necesito una crónica del partido para la página web del club.
De momento no había hablado con nadie
de su pequeño proyecto, así si no le gustaba el primer ejemplar, no haría falta
que viera la luz.
-Si quieres saber lo que realmente pase
en el partido, mejor que no te lo cuente yo. ¡Me tiran demasiado los colores!
–mientras contestaba señaló una foto colgada en la pared en la que aparecía con
la camiseta del club y haciendo ondear una bufanda en la celebración del
ascenso- Será mejor que te busques a alguien más imparcial. Prueba con alguno
de los descartes, tal vez no sean se sangre tan caliente como yo.
-Tienes razón, ¿quién se queda fuera?
Si es que me lo puedes adelantar…. –el último comentario volvió a hacer sonreír
al preparador físico.
-Carlos por decisión técnica y David
por lesión. A Carlos no lo veo escribiendo crónicas, pero tú misma. ¡Y ves
abriendo botellines, que ya estamos todos!
Tenía razón. Carlos era un hombre muy
trabajador, tanto en el campo de fútbol como en su huerta, pero sus
conocimientos futbolísticos eran justitos. Se había quedado en la plantilla
como premio a su trayectoria, pero su calidad no era la apropiada para la
categoría. A pesar de ello, quería colgar las botas esa temporada y todos
estuvieron de acuerdo en que fuese en el club al que había consagrado su vida
deportiva. Sin embargo, en la escuela no fue nunca tan trabajador como fuera de
ella y su forma de explicarse y un vocabulario más que limitado, hacían que la
opinión de Marta fuese la misma que la del Colorao. Tendría que hablar con
David, pero ahora no era el momento, como acababan de decirle, tenía
veinticinco botellines por servir.
-¡Ya era hora! Venga nene, que nos
tienes secos –el capi estaba junto a la puerta de entrada controlando que los
jugadores llegaran de forma puntual- Venga pasa, que ya estamos todos.
Y la verdad es que tenía razón. A pesar
de que había llegado siete minutos antes de la hora acordada, el 32 presentaba
un aspecto inmejorable y todos sus compañeros se encontraban ya en el interior
del bar. Eso era otra cosa que los jugadores tenían por costumbre y que a él le
costaba asumir: tanto en los entrenamientos como en los partidos, solían llegar
bastante antes de la hora fijada por el cuerpo técnico. De hecho cuando él
llegaba a los entrenos, prácticamente la totalidad de la plantilla se
encontraba vestida de corto y realizando estiramientos o trabajos de
musculación en el pequeño gimnasio de que disponían en la zona deportiva. La
fisonomía del bar había sufrido una pequeña modificación, y la clientela
habitual respetaba el rincón de la barra al que habían acercados tres grandes
barriles a modo de mesas y del que las sillas y los taburetes habían
desaparecido. Muy a su pesar, porque nada le habría gustado más que sentarse a
tomar las cervecitas de rigor, tendía que pasar la próxima hora de pie y
tratando de integrarse un poco más. Lo único que temía era que comenzasen los
cánticos: su cabeza no estaba para aguantar sonidos estridentes.
Al otro lado de la barra estaba Marta
abriendo botellines y hablando con el Colorao. Sus ojos verdes se clavaron en
él y durante unas décimas de segundo, le pareció ver una sonrisa dibujada en su
cara. El pelo rizado estaba recogido en una coleta baja, y dos tirabuzones
caían sueltos a ambos lados de su rostro.
-¡Despierta catorce!¡Qué te quedas
embobado! –Álvaro, que como buen portero no estaba muy bien de la cabeza, era
de los más veteranos del equipo, además de uno de los jugadores que más vida
daba al vestuario- Aunque la verdad es que esos ojos tienen algo especial.
-Si fuesen sólo los ojos…-el capi se
sumó a la conversación cogiendo de la barra una de las botellas que acababan de
abrir- ¡Ay Martita! ¡Si tú quisieras, yo me dejaba!
-Si tú te dejaras, la que te iba a
dejar es tu mujer –la camarera le obsequió con una sonrisa mientras les
informaba- Voy a por las primeras, un vasito de salmorejo para el primer
botellín.
El murmullo iba en aumento, pero nadie
se arrancaba a cantar, algo que David agradeció en su interior de manera
ostensible. Sólo algunos golpes de las fichas contra la mesa en los dos grupos
que seguían jugando al dómino en el otro lado del bar, provocaban en su cabeza
punzadas que le hacían recordar sus excesos de la noche anterior. El hecho de
que la primera tapa fuera prácticamente líquida y que la cerveza estuviera realmente
fría, ayudaron a que el estómago se le fuera asentando, así que cuando con la
segunda cerveza le sacaron una tostada de pimientos asados con atún, se atrevió
a meter comida sólida. Le sentó tan bien, que no dudó en atreverse a regar unas
migas con panceta y pimientos con el tercer botellín, corroborando que su
aparato digestivo, ya estaba completamente recuperado.
-David, tu no juegas mañana ¿verdad?
–era la primera vez que la hija del presidente se dirigía a él, que sorprendido
se limitó a negar con la cabeza- Pues si no tienes prisa te invito a la cuarta
cuando se vaya esta banda. Tengo que proponerte algo, ¡pero no te hagas
ilusiones, que no quiero problemas con Ana!
El último comentario le arrancó una
sonrisa a él y una carcajada al Pelijas. El míster era el primero en llegar y
el último en irse, así que estuvo presente cuando David se comprometió a hacer
una crónica imparcial del partido y entregársela a Marta el mismo domingo por
la noche.
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