lunes, 3 de octubre de 2016

PILOTO 13


         La mañana del sábado despertó con mal sabor de boca. El reloj marcaba las once, pero cuando se marchó de casa de Toni comenzaban a insinuarse los primeros rayos de un Sol, que a principios de Septiembre, seguía calentando con fuerza mientras se encontraba en el cielo. Ese fin de semana jugaban la primera jornada de liga, pero una contractura sufrida durante el entrenamiento del jueves anterior le iba a impedir debutar. La verdad es que la veía venir, pero cuando Jelena se le puso a tiro y le dijo que aquella noche pagaba la casa, lo último que se le pasó por la cabeza fue el fútbol. Aunque el pueblo ya estaba casi vacío (los turistas habían vuelto a sus lugares de origen) la costumbre del club de las tres cervecitas del sábado continuaba en vigor, así que se levantó para darse una ducha y desayunar antes de poner rumbo al 32. Tras beber unos sorbos de agua, una arcada con regusto amargo la hizo correr al lavabo.

         -Falsa alarma –se dijo a sí mismo- Espero que el desayuno me arregle el cuerpo.

         Bajó las escaleras tras la ducha, convencido de que todo lo que fuera más consistente que un zumo de naranja terminaría haciéndole vomitar.




         El cuerpo técnico del Mogón C.F. se encontraba en el 32 desde bastante antes de que comenzasen a llegar jugadores. El sábado por la mañana, Pelijas y el Colorao tenían por costumbre reunirse para acabar de concretar los detalles del partido después de concederse un buen homenaje en forma de huevos, patatas fritas, chorizo y panceta, todo regado con una botella de vino de Rioja. Después del café, comentaban como habían ido los entrenamientos semanales (rendimientos, jugadores con molestias o lesionados) así como la plantilla del equipo al que habían de enfrentarse, y con eso, terminaban eligiendo el equipo titular para el partido. Después de eso, concretar la posición de cada jugador en las acciones de estrategia era una simple cuestión de lógica. Sin darse cuenta, el mediodía se acercaba, y con él comenzaron a entrar al bar los primeros miembros de la plantilla.

         Marta se preparaba para el ritual: siempre eran tres rondas de botellines que se abrían cada veinte minutos a partir de la llegada del último jugados. Ya tenía preparadas las tapas. Normalmente ponían lo que se le antojaba a su madre (la cocinera) dependiendo de el número de cervezas que llevase el cliente, pero tratándose del equipo, los técnicos las elegían por la mañana. También tenía preparado el esquema de cómo sería el primer número de su gaceta. La comenzaría con un resumen de la pretemporada y un análisis de los fichajes para completarla con el resumen del encuentro y un avance del equipo al que se enfrentarían la semana siguiente. Por desgracia, el primer partido lo jugaban como visitantes y ella no podía asistir, ya que coincidía con el derby entre el Real Madrid y el Atleti y el bar estaría lleno. Se dirigió al Colorao para ver si estaba de acuerdo con hacerle un resumen de la primera jornada.

         -¿Ya tenéis la alineación decidida? –se dirigió a él sabiendo que la respuesta era sí, pero creía mejor entablar una conversación que pedir el favor directamente- Tienen que ser competitivos, es nuestro primer partido en Andaluza.

         -¿Qué quieres diablilla? –una sonrisa iluminó la cara de un Colorao que hacía mucho que conocía a Marta- Sabes de sobra que serán competitivos, y que se la alineación pero no te la voy a dar. ¿Era sólo eso, o necesitas algo más?

         -Hay algo más –aprovechaba la conversación para pasar un trapo y secar el mostrador- Me va a ser imposible viajar mañana y necesito una crónica del partido para la página web del club.

         De momento no había hablado con nadie de su pequeño proyecto, así si no le gustaba el primer ejemplar, no haría falta que viera la luz.

         -Si quieres saber lo que realmente pase en el partido, mejor que no te lo cuente yo. ¡Me tiran demasiado los colores! –mientras contestaba señaló una foto colgada en la pared en la que aparecía con la camiseta del club y haciendo ondear una bufanda en la celebración del ascenso- Será mejor que te busques a alguien más imparcial. Prueba con alguno de los descartes, tal vez no sean se sangre tan caliente como yo.
         -Tienes razón, ¿quién se queda fuera? Si es que me lo puedes adelantar…. –el último comentario volvió a hacer sonreír al preparador físico.

         -Carlos por decisión técnica y David por lesión. A Carlos no lo veo escribiendo crónicas, pero tú misma. ¡Y ves abriendo botellines, que ya estamos todos!


         Tenía razón. Carlos era un hombre muy trabajador, tanto en el campo de fútbol como en su huerta, pero sus conocimientos futbolísticos eran justitos. Se había quedado en la plantilla como premio a su trayectoria, pero su calidad no era la apropiada para la categoría. A pesar de ello, quería colgar las botas esa temporada y todos estuvieron de acuerdo en que fuese en el club al que había consagrado su vida deportiva. Sin embargo, en la escuela no fue nunca tan trabajador como fuera de ella y su forma de explicarse y un vocabulario más que limitado, hacían que la opinión de Marta fuese la misma que la del Colorao. Tendría que hablar con David, pero ahora no era el momento, como acababan de decirle, tenía veinticinco botellines por servir.


         -¡Ya era hora! Venga nene, que nos tienes secos –el capi estaba junto a la puerta de entrada controlando que los jugadores llegaran de forma puntual- Venga pasa, que ya estamos todos.

         Y la verdad es que tenía razón. A pesar de que había llegado siete minutos antes de la hora acordada, el 32 presentaba un aspecto inmejorable y todos sus compañeros se encontraban ya en el interior del bar. Eso era otra cosa que los jugadores tenían por costumbre y que a él le costaba asumir: tanto en los entrenamientos como en los partidos, solían llegar bastante antes de la hora fijada por el cuerpo técnico. De hecho cuando él llegaba a los entrenos, prácticamente la totalidad de la plantilla se encontraba vestida de corto y realizando estiramientos o trabajos de musculación en el pequeño gimnasio de que disponían en la zona deportiva. La fisonomía del bar había sufrido una pequeña modificación, y la clientela habitual respetaba el rincón de la barra al que habían acercados tres grandes barriles a modo de mesas y del que las sillas y los taburetes habían desaparecido. Muy a su pesar, porque nada le habría gustado más que sentarse a tomar las cervecitas de rigor, tendía que pasar la próxima hora de pie y tratando de integrarse un poco más. Lo único que temía era que comenzasen los cánticos: su cabeza no estaba para aguantar sonidos estridentes.

         Al otro lado de la barra estaba Marta abriendo botellines y hablando con el Colorao. Sus ojos verdes se clavaron en él y durante unas décimas de segundo, le pareció ver una sonrisa dibujada en su cara. El pelo rizado estaba recogido en una coleta baja, y dos tirabuzones caían sueltos a ambos lados de su rostro.

        
         -¡Despierta catorce!¡Qué te quedas embobado! –Álvaro, que como buen portero no estaba muy bien de la cabeza, era de los más veteranos del equipo, además de uno de los jugadores que más vida daba al vestuario- Aunque la verdad es que esos ojos tienen algo especial.

         -Si fuesen sólo los ojos…-el capi se sumó a la conversación cogiendo de la barra una de las botellas que acababan de abrir- ¡Ay Martita! ¡Si tú quisieras, yo me dejaba!

         -Si tú te dejaras, la que te iba a dejar es tu mujer –la camarera le obsequió con una sonrisa mientras les informaba- Voy a por las primeras, un vasito de salmorejo para el primer botellín.


         El murmullo iba en aumento, pero nadie se arrancaba a cantar, algo que David agradeció en su interior de manera ostensible. Sólo algunos golpes de las fichas contra la mesa en los dos grupos que seguían jugando al dómino en el otro lado del bar, provocaban en su cabeza punzadas que le hacían recordar sus excesos de la noche anterior. El hecho de que la primera tapa fuera prácticamente líquida y que la cerveza estuviera realmente fría, ayudaron a que el estómago se le fuera asentando, así que cuando con la segunda cerveza le sacaron una tostada de pimientos asados con atún, se atrevió a meter comida sólida. Le sentó tan bien, que no dudó en atreverse a regar unas migas con panceta y pimientos con el tercer botellín, corroborando que su aparato digestivo, ya estaba completamente recuperado.
         -David, tu no juegas mañana ¿verdad? –era la primera vez que la hija del presidente se dirigía a él, que sorprendido se limitó a negar con la cabeza- Pues si no tienes prisa te invito a la cuarta cuando se vaya esta banda. Tengo que proponerte algo, ¡pero no te hagas ilusiones, que no quiero problemas con Ana!

         El último comentario le arrancó una sonrisa a él y una carcajada al Pelijas. El míster era el primero en llegar y el último en irse, así que estuvo presente cuando David se comprometió a hacer una crónica imparcial del partido y entregársela a Marta el mismo domingo por la noche.



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